A siete años de haber comprado esta casa, Celeste Pollio (dueña de la marca de deco Bartolomea) y su marido, Gabriel, la viven a pleno. Con el paso del tiempo, encontraron una nueva forma de habitarla: más cómoda, relajada y sin vueltas. Es raro encontrarla a ella a mitad de semana, pero esta vez, prepara café, lo sirve en un juego de tacitas antiguo y se tira en el sillón para meterse de lleno en una charla que recorre parte de su universo: sus viajes, su antigua pasión por la cocina, su lado más estético y la necesidad de desconectarse de su vida profesional cuando pisa su casa. Ahora, la escena es más o menos así: tele encendida –pero sin volumen–, sus perros siempre cerca y el celu alejado por un rato, para no tener interrupciones. Para ella, eso de bajar un cambio puertas adentro es un hecho. Y lo contagia, sin esfuerzo.
Es una construcción de 1930
reciclada en ambientes amplios, con techos altos y espacios conectados con la luz y el verde. Su estilo deco hoy elige tonalidades neutras, piezas de arte y un mix de muebles antiguos y modernos.
La mezcla de estilos le da un toque muy contemporáneo al comedor (foto de la derecha), que se armó con un espejo y lámparas industriales, una mesa de madera de líneas rectas y sillas “Wishbone”, las favoritas de Celeste. Los techos altos y la falta de divisiones le dan frescura y amplitud a esta área social que se conecta con el patio interno. La casa pasó por la reforma de la dueña anterior –una canadiense que hospedaba extranjeros–, que logró ambientes integrados en una planta generosa y abierta al exterior.
“La cocina integrada nos re funciona, aunque tiene que estar siempre impecable”. Como punto focal, agregaron un revestimiento de azulejos rectangulares con juntas negras, típicos de los subways neoyorquinos, que van perfecto con la onda en grises, blanco y madera. Los estantes flotantes reforzados sirven para exhibir objetos de cocina lindísimos y llevar la mirada hacia la pared protagonista. La barra y las banquetas “Tolix” son ideales para el desayuno o una comida compartida. De todas formas, ellos prefieren comer afuera siempre que el clima los deje.
Con el espíritu de los patios de época, mantiene los pisos de mosaicos calcáreos, las columnas de hierro y las aberturas inmensas originales de la casa. Apenas llegan los días lindos, se convierte en un espacio ciento por ciento disfrutable con una atmósfera fresca y silenciosa. “En primavera, hay un olor tremendo a jazmín”. Otro lindo motivo para morir de amor por este espacio. Cuando vienen amigos, amasan pizzas o hacen asados en la parrilla. Es que el patio es un ambiente más donde el compartir y el disfrute marcan el ritmo.
El estudio de Celeste se reacomodó para convertirse en el dormitorio principal por su conexión con la terraza, un oasis inesperado con jacuzzi y livingcito exterior. El blanco, la luz y el aire fresco sintetizan esa sensación de tranquilidad.