“Jamás pensé que algún día iba a hacer una nota por mi casa. ¡Tengo 35 años y 14 mudanzas! Mi meta en la vida era hacer un hogar”. Chule quería mudarse, pero dentro de Coghlan, porque ahí tiene la oficina, el cole de los chicos y a su mamá: “Sin ella no podría hacer ni la mitad de lo que hago”. Pero como no encontró nada en el barrio, accedió a mirar esa casa en Vicente López que siempre le aparecía en las búsquedas pero que descartaba.
Tres meses después: “Esto es un sueño para mí. Es la primera vez que vivo en una casa y era tan deseado que la primera noche que pasé acá, cuando me desperté, le dije a Pablo (su marido): siento que viví acá toda la vida”.
La casa todavía está en pleno armado. Pero ya se adivina el espíritu: “La pensamos como una casa de playa: frescura, color, alegría… Para mí es importante que funcione como un hogar, que refleje lo que somos: punto de encuentro para los amigos y la familia”.
“Aunque no lo creas, el lugar que elijo para parar es en el medio del living. Me siento ahí y veo todo lo que pasa alrededor”.
La cocina la hicieron a nuevo, muy espaciosa y toda blanca, e integrada al comedor, que da al jardín. Ahí arranca el día, con un desayuno comunitario. “Lavo los platos mirando el jardín, no es un problema para mí porque igual estoy en la conversación”.
“El plan de esta casa, con todo este espacio, la pileta y el jardín, es para los chicos”, cuenta Yan, que tuvo una infancia de a ratos más estrecha. Madre de Vicente, Genaro y Regina, #regevi en su cuenta de IG, se ve cómo disfruta de que los chicos se ensucien las patas en el jardín. “La cama de Regi es una cama Montessori que hice con un carpintero”. La idea es que el niño no necesite de la ayuda de sus padres para acostarse o levantarse. “Mudarnos a esta casa cambió por completo la dinámica familiar”.
Yan de Simone es publicista. Cuando renunció a Fox Channel, armó su propia agencia de marketing digital y les puso muchas pilas a su blog y a sus redes. Trabaja mucho, como profesional, como influencer y como madre, pero esto último lo hace a la par de su marido, que se ocupa de la casa y de los hijos por igual. El cuarto de ambos está en el piso de arriba, con una terraza que da al jardín. Es simple, claro y pacífico. En la pared tiene dos carteles de la muestra que hizo Yoko Ono en el Malba. ¿Medita? “Tengo un libro que dice: no hace falta aprender a meditar sino encontrarte en la meditación. Yo creo que medito cuando estoy ordenando la ropa o los repasadores. Ahí me abstraigo”.
“Traigo el campo en el ADN”, dice Chule, cuya familia tiene raíces en Paraguay. Reconoce al vuelo los árboles que estaban cuando se mudó, un limonero, un tilo, un pino, la Santa Rita, y cuenta todo lo que va a hacer para dejarlo lindo. “Acabamos de inaugurar la parrilla y ya hicimos asados todos los fines de semana. Vamos a hacer un quincho con cobertura especial para que ni el frío ni la lluvia impidan los encuentros”.
Por fuera, la casa estaba pintada de un color azul que mantuvieron porque va con su espíritu, igual que las aberturas de madera. “Adentro, todo blanco para que sean los detalles los que dan color. Así, cuando los cambio de lugar, cambio la deco y no me aburro”.