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Viaje a la isla mágica de Fårön, refugio de Ingmar Bergman

Está en el Báltico, tan alejada que para llegar hay que tomar avión, automóvil y ferry; en los últimos años se puso de moda como destino de veraneo, aunque todos la prefieren en otoño, casi despoblada




ESTOCOLMO (The New York Times).- Tras su muerte, el 30 de julio último, Ingmar Bergman dejó tres Oscar de la Academia, el legado de haber sido uno de los cineastas más grandes de todos los tiempos y su residencia en la diminuta isla sueca Fårön, con una población de 572 habitantes; ahora, 571.

Igual que Bergman, Fårön es remota. Para llegar a la isla, frente a la costa oriental de Suecia, hay que tomar avión, tren u ómnibus, automóvil y dos ferries. Y esto es precisamente lo que la convertía en un lugar tan atractivo para el solitario genio del séptimo arte.

Si Caprona es la tierra que el tiempo olvidó, Fårön es la tierra que el tiempo nunca supo que existió. En la isla no hay bancos, oficinas de correo, cajeros automáticos, ambulancias, doctores ni fuerza policial. Kerstin Kalstrom, una maestra de 38 años, comentó: "Tenemos una escuela, pero se va a cerrar. Ya no tenemos suficientes niños aquí".

En el mapa, la isla Fårön se ve como un desprendimiento de la punta norte de Gotland. Pero desde mi posición estratégica, por encima del manubrio de una bicicleta, se veía como salida de un libro de cuentos. Es llana y verde. Del lado occidental, la costa es escarpada y ventosa, mientras que del lado oriental es plana, calma y tiene arena. En las praderas se ven vacas blancas y negras pastando frente a las aguas del Báltico.

La isla Fårön tiene muy pocos caminos y la mayoría son de tierra, de los que le crece el pasto en el centro. Campos rocosos cubiertos de flores silvestres púrpura y amarillas abren paso a bosques de pinos fríos y húmedos que crujen con el viento. El suelo está alfombrado por un manto de musgo suave, salpicado de hongos del tamaño de un plato, hormigueros de casi un metro de altura y franjas infinitas de frutillas silvestres.

Todo el lugar parece encantado. A fin de cuentas es el país que inventó los gnomos mofletudos de sombreros rojos terminados en punta. Y al pasear en bicicleta, una tarde pensé que vería alguno de estos seres bajitos y rechonchos asomarse detrás de un abedul.

"Tenemos nuestro propio dialecto aquí, la gente dice que es el idioma más antiguo de Suecia", dijo Kalstrom, cuando conversábamos en la sobremesa, después de haber cenado una deliciosa cazuela de mariscos en Friggars Krog ( www.friggarskrog.se ), uno de los pocos restaurantes de la isla. "Pero los jóvenes se están yendo y el idioma está desapareciendo- agregó-. No creo que la próxima generación llegue a conocerlo."

Como la industria agrícola se debilitó, estalló el turismo. "Hay alrededor de 250 viviendas en la isla y más de 1000 casas de veraneo", dijo Thomas Soderlund, el dueño de Stora Gasemora, lo más parecido a un hotel en la isla ( www.gasemora.se ). Lo que en una época era una granja de 300 años, con granero y molino, se convirtió en 15 habitaciones modernas, un salón soleado y un romántico comedor de piedra.

"Stora Gasemora significa gran pantano de gansos, pero creo que suena mejor en sueco -acotó Soderlund-. Era la granja más grande de la isla, pero tuvimos que cerrar porque no conseguíamos gente que viniera a trabajar. Yo no pude ocuparme porque soy alérgico a las vacas. Y así no se puede ser buen granjero."

Cambiar de rubro fue una movida inteligente. "Todos los turistas de Suecia vienen aquí en el verano -dijo-. Este verano incluso hubo un italiano a pocos kilómetros de aquí."

Con el fin de extender la temporada turística, la comunidad implementó la Faronatta, o Noches de Fårön, una fiesta que se celebra en toda la isla en luna llena todos los septiembres. "Los restaurantes y bares permanecen abiertos durante toda la noche -explicó Anna María Hagerfors, periodista jubilada de Estocolmo y residente temporaria-. Sirven todo tipo de comida: pescado ahumado, tortas, café, licor. Hay puestos de artesanías en toda la isla, la iglesia celebra una misa de medianoche, y el camino está iluminado con velas. Es una noche mágica", agregó.

Pero para algunos la isla revive en otoño, cuando la multitud regresa al continente y libera las playas, las bicisendas y los cafés. "El otoño era la estación preferida de Bergman -comentó Kalstrom, que también trabaja en el Festival de Bergman, un tributo al cine que dura una semana y se organiza en junio-. Cuando llueve en Fårön, decimos que es el tiempo de Bergman."

Como cualquier lugar remoto, la isla tiene sus excentricidades. Personas como Bror Bogren, un agricultor de 87 años, que tiene un mechón de cabello blanco y sonríe de costado. Nunca viajó a tierra firme y vive solo en la misma casa en la que nació su tatarabuelo, sin agua corriente ni electricidad. "Jamás vi una computadora -dijo-. Pero vi televisión una vez, creo que fue en 1980."

Nadie en la isla cierra la puerta de su casa con llave, ni el auto, ni ata la bicicleta. Todo el mundo se conoce, por más que no tengan ningún tipo de parentesco. Y casi todos se consideran entre sí buenos amigos. Y eso también ocurre con los residentes más célebres de Fårön.

"Cuando venía alguien con la intención de encontrar a Bergman, los residentes fingían no saber donde vivía", comentó Majvor Ostergren, profesor de arqueología de la Universidad de Visby en Gotland y oriundo de la isla. "Tenía un cartel en la puerta que decía: Cuidado con el perro asesino, pero sólo tenía un perrito diminuto. Los isleños querían proteger su privacidad."

Cuando murió el cineasta, los detalles de su funeral también se preservaron. "La gente mantuvo el secreto de no decirle nada a la prensa hasta que cavaron la fosa en el cementerio la noche anterior -dijo Soderlaund, que proveyó la madera que se usó para hacer el féretro-. Estas eran sus indicaciones, dirigió su propio funeral."

El afecto de la isla hacia Bergman fue mutuo. Filmó varias películas allí, entre ellas La pasión de Anna, La vergüenza y Escenas de la vida conyugal, filmada en la casa de una ex esposa, Como en un espejo y dos documentales de la isla en sí. También era el propietario del único cine de Fårön: un viejo granero que convirtió en una sala de proyecciones privada, a la que concurría en su camioneta roja casi todos los días.

Si uno pasa el tiempo suficiente en la isla parece que todos allí tuvieron una experiencia personal con el hombre o sus películas. "Bergman quemó nuestra casa", contó Eric W. Ohlsson, médico jubilado, al referirse a una escena del film La vergüenza, de 1968, en el que un granero se usó como la propiedad en llamas. Años después, Ohlsson compró una granja que incluía el esqueleto del granero. Como muchos isleños, Ohlsson y su esposa, Inga, se parecen al señor y la señora Claus, con su tez bronceada, siempre sonrientes, mejillas redondeadas y ojos azules con arrugas. "No es fácil ver la película cuando resulta que uno vive aquí", comentó.

Según la tradición de la isla Fårön, alrededor de ochenta aldeanos contribuyeron a restaurar el granero que, igual que decenas de ellos en la isla, se asemejan a lo que habría imaginado J. R. Tolkien, con paredes de yeso blancas y un techo de paja a dos aguas. "El granjero y su señora deben alimentar a la gente: café, tortas, sándwiches, aguardiente y grandes banquetes a la hora de la cena -describió Ohlsson-. Todo se hace en un día."

En esos momentos, la isla puede evocar una versión sueca de una reconstrucción colonial, con la diferencia de que los isleños no son actores de época. Inga Ohlsson hila la lana de sus ovejas y teje sus propios suéteres, y Eric Ohlsson tiene un pequeño ahumadero para curar el cordero de Navidad y otro en el que elabora cerveza todos los inviernos. Los tallos altos de los lúpulos crecen junto a manzanos, ciruelos y papas nuevas en la huerta.

"A veces la cerveza me sale buena y otras, es intomable. Pero no nos permiten destilar en Suecia", agregó guiñando el ojo.

La gente de Fårön está acostumbrada a vivir aislada. Debido a la instalación de una base militar del gobierno, los ciudadanos extranjeros eran expulsados de la isla hasta la década del noventa. "De algún modo, el gobierno quiere que vivamos en un museo aquí -dijo Soderlund, el dueño de la posada-. Y a pesar de que es muy ventoso acá, no quisieron poner turbinas eólicas para no arruinar la vista." Justo antes de irme de la isla visité la famosa costa de Langhammars, una playa rocosa marcada por monumentos monolíticos que se remontan a la era glaciar. Es un lugar muy popular en verano para hacer pescado a la parrilla y contemplar la puesta del sol. Y por supuesto, Bergman también filmó acá: la mística playa sirvió de telón de fondo para el relato de la joven que se vuelve esquizofrénica en Como en un espejo.

Pero al estar allí en persona, sintiéndome pequeño ante las gigantescas columnas de piedra que parecían despertar de la luz tenue y las sombras que se prolongaban, me preguntaba si el encanto de la isla Fårön era algo que ni siquiera el gran cineasta pudo articular. Una tierra de cuentos de hadas, de extraños granjeros y graneros como los de los hobbit, de gnomos invisibles y vacas pastando, de profundos pinares y paisajes de flores silvestres: todo parecía demasiado intenso como para capturarlo en el celuloide.

"Desde el mar se ve la puesta del sol sobre la piedra caliza -dijo Hagerfors, la periodista jubilada, mientras caminada por la playa de Langhammars-. Los marinos dicen que los colores de Fårön se reflejan en el cielo."

Danielle Pergament

Traducción: Andrea Arko

Un largo camino

No es fácil llegar a la isla sueca de Fårön. Primero hay que llegar a Estocolmo. De allí, se puede ir en avión ( www.skyways.se o www.gotlandsflyg.se ), son 40 minutos, o en ferry ( www.destinationgotland.com ), entre tres y cuatro horas, hasta Visby, Gotland. Para ir en ferry, se puede tomar el tren en la Estación Central de Estocolmo hasta la cercana ciudad portuaria de Nynashamn, o un ómnibus en la Terminal de la Ciudad, sincronizados para combinar con las salidas del ferry. En Visby, se puede alquilar un auto en Mickes Car Rental ( www.mickesbiluthyrningn.se ), Avis o Europcar, e ir hasta Farosund en la punta norte de Gotland, en una hora. Allí podrá abordar el ferry gratuito que va hasta Fårön.

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