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Participé de un trío sexual, no tenía experiencias con otras mujeres y así fue cómo lo viví

Un relato en primera persona sobre esa noche en que la complicidad se transformó en deseo.


Hice un trío por primera vez y esta fue mi experiencia

Hice un trío por primera vez y esta fue mi experiencia - Créditos: Ilustraciones de Caribay Marquina



A veces, la vida se pone sexy. De vez en cuando, cierta noche, cierta circunstancia, parece habernos caído del cielo. De un cielo que nos bendice con un guion porno de esos buenos en el que las protagonistas somos nosotras y un puñadito más de personas sexies. Cuando todo se te da servido y la única que elige su propia aventura sos vos, ¿decís que sí?

Josefina ni lo dudó. Un trío "de soltera" en Europa extendió su visión de las conexiones sexuales pop up, esas que emergen de la nada, repletas de sorpresas. Probó sin pensar demasiado y entendió que explorar en la sexualidad no siempre repercute en la identidad. Josefina nos cuenta cómo vivió esa noche en la que la complicidad se transformó en deseo. Fue algo así...

Noche de fiesta

Pasó en Barcelona. No sé si en Buenos Aires hubiera sucedido de la misma forma, con la misma soltura y espontaneidad. No me refiero solamente a que yo estaba más suelta, sino también a la actitud de las otras personas involucradas, a cierta mentalidad. Viví en esa ciudad durante un año y me acostumbré a esas dinámicas de salidas que se arman allá, en las que la noche arranca con cuatro o cinco amigos que se reúnen y, con el correr de las horas, el grupo se va agrandando con gente que vas conociendo en bares, en la calle, en la playa.

En una de esas salidas, estábamos en una fiesta en el piso de alguien y apareció ella, una alemana hermosa, con mucha onda, mucha personalidad. Vi que estaba con un chico, pero, cuando empezamos a hablar, se pegó a mí. Su energía conmigo era divertida. Empezamos a charlar, a reírnos, y hubo una química inmediata. La palabra es "complicidad". Era como si nos estuviéramos haciendo amigas. Creo que esa sensación de confianza y su manera súper relajada de abordarme hicieron que yo me abriera y me sintiera cómoda. No sé si podría haberme conectado de esa forma si me hubiera seducido de una forma sexual. Supongo que me hubiera intimidado.

Energía de atracción

Entre charla y charla nos fuimos a hacer un trago y después nos quedamos bailando. Me contó que era publicista y que había ido a vivir a Barcelona por su chico, el español con el que la había visto.

Por cierto, él era guapísimo también. Mientras la noche avanzaba y nosotras seguíamos pegadas, reconocí algo físico que hasta entonces solo me había pasado con hombres. Reconocí la sensación de atracción y, a esa altura, estaba claro que era mutua. Lo confirmé cuando, de la nada, ella me dio un beso. Fue el primero de una serie de besos que yo, aunque no tenía experiencia con chicas, sentí como lo más natural del mundo.

En cierto momento, se ve que el novio registró lo que estaba pasando entre nosotras. Se acercó, le dijo algo y, por un rato, la perdí de vista. Supongo que se habrán ido a hablar sobre eso a otro lado. No tengo idea de qué pasó, solo sé que después de un largo rato de perderlos de vista, pensé que se habían ido y me quise matar. Le pregunté a una amiga si los había visto y me dijo que estaban en una de las habitaciones. Me imaginé que podían estar en alguna, pero ni lo dudé y fui a buscarlos. Y sí, estaban en una.

Invitación al placer

Cuando entré a la habitación, los vi abrazados, tocándose. Ella me miró y me sonrió como invitándome a unirme y yo simplemente lo hice. Mi complicidad con ella era más importante que el hecho de que él estuviera ahí.

Cuando empezamos a acariciarnos, él se alejó para mirarnos. Supongo que la situación lo calentaba, pero creo que también entendía que lo que estaba pasando era algo más entre nosotras. Aunque a nosotras claramente la situación nos gustaba, un poco nos olvidamos de que él estaba ahí. Era mi primera vez con una mujer y la atracción me absorbía como para estar pendiente de qué le pasaba a él. Nuestra complicidad y atracción crecía a medida que nos sacábamos la ropa y nos tocábamos y yo me sentí tan cómoda como intrigada por la diferencia entre estar con un chico y una chica. Descubrí que me sentía bien, que, lógicamente, ya conocía el cuerpo femenino y podía entender qué cosas podían llegar a gustarle. Aunque no me reconocía cien por cien en lo que estaba pasando, decidí no censurarme en nada de lo que hacía o me dejaba hacer. En todo caso, si no me gustaba, no lo repetiría y listo.

Tres no es multitud

Cuando el juego estaba súper avanzado, él se unió. Creo que, contrario a lo que muchos piensan, para un hombre, estar con dos chicas es súper exigente. Las mujeres tenemos un rendimiento sexual infinito, por decirlo de alguna forma. Ellos, en cambio, tienen que concentrarse de una forma especial, lograr el rendimiento con todo lo que se pone en juego a nivel ego.

Siento que nosotras estábamos súper relajadas y él, aunque estaba cómodo y pasándola bien, tenía que estar mucho más concentrado. Supongo que él estaba pensando algo así como "esto tiene que funcionar". Por suerte funcionó. Estuvo muy a la altura de las circunstancias y nos dedicó igual energía a las dos. Con ella no me cuidé, con él sí y, además, él usó diferentes preservativos para estar con cada una. Fue súper erótico ese intercambio y, mientras todo pasaba, mi conexión con ella no se perdía nunca. Él estaba, sí, pero cumpliendo cierto rol, no acaparaba la atención ni quería ser el centro.

Cuando todo terminó, seguimos en la fiesta, hablando. Nosotras seguimos el jugueteo, pero él estaba más distante. En realidad, en todo esto él fue más satelital. Estaba claro que él hizo el triángulo, pero que el enganche era nuestro y esto me reveló también cierta dimensión de los tríos. Tendemos a pensar que, si un hombre está con dos chicas, está viviendo su fantasía de macho y que seguro es él el que lo ideó. Esto no fue así para nada; al contrario, de alguna forma, él se puso al servicio de lo que nosotras empezamos o, al menos, de lo que su chica empezó.

No quedamos en contacto después de esto. A ella volví a cruzármela en varias fiestas y siempre hubo muy buena onda, como amigas, pero no repetimos, ni yo me uní a su pareja flasheando poliamor ni nada por el estilo. Fue algo de una noche, con respeto y buena onda, pero no significó un enamoramiento para ninguno.

La situación volvió a demostrarme algo que yo ya sabía. Que uno puede tener una experiencia sexual copada, conectarse con una persona incluso estando en pareja, sin que eso tenga ramificaciones fatales sobre la relación ni todo ese drama que solemos ponerles a las cosas.

Lógicamente, eso repercutió también en mi manera de mirar el sexo. Hoy, si estoy en pareja, entiendo que una aventura puede ser solo eso y soy flexible porque sé que la lealtad mía o del otro no pasa necesariamente por ahí. Si me preguntan, claro, volvería a repetir una experiencia de este estilo, aunque entiendo que es raro que se dé tan idealmente.

Yo, la invitada

Ser la invitada en un trío puede ser un comienzo privilegiado: implica menos compromiso afectivo, menos riesgo e incluso más diversión. Esto es especialmente así cuando, como en el caso de Josefina, el trío "pinta". Ahora bien, cuando se trata de ser la invitada de una pareja amiga que te calienta, las cosas podrían volverse un poquito más enroscadas. El rol de "juguete" sexual que muchas parejas le asignan al tercero puede resultar chocante para algunas, al igual que la sensación de no conocer exactamente lo que está sucediendo "tras bambalinas" en los acuerdos de pareja. Lo mejor es dejar todo claro desde el principio.

¿Y por qué no dos hombres?

Si empezás a indagar a tu alrededor, lo más probable es que descubras que lo más usual es el trío compuesto por dos chicas y un hombre. Aunque tendemos a sospechar que detrás de esto tiene que haber una manipulación o cierta fantasía machirula, esa es solo una interpretación posible. Hay otra.

Nuestra flexibilidad a la hora de la exploración parece ser más liviana y esto es porque los prejuicios más tajantes sobre la homosexualidad siguen cayendo en ellos y en la obligación de ser un macho. Para decirlo de otra forma, nosotras no sentimos necesariamente que nuestra identidad corra peligro por coquetear con la homosexualidad. A ellos, en cambio, les tiemblan los cimientos.

Experta consultada: Mariela Tesler, Sex coach y autora del libro Ganas de vos. En sus redes es @marietesler.

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