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¿Cuándo es el momento de dejar ir algo que amamos?

Hace un tiempo, la tenista Serena Williams dejó su carrera para dedicarse a su familia y reabrió un debate: ¿qué nos pasa cuando queremos poner el foco más allá de lo laboral?


Serena Williams durante su último partido en el U.S. Open.

Serena Williams durante su último partido en el U.S. Open. - Créditos: Getty.



"Nunca me ha gustado la palabra ‘retiro’. No me parece una palabra moderna. He estado pensando en esto como una transición... Quizá la mejor palabra para describir lo que estoy haciendo sea ‘evolución’”. Con esas palabras, 40 años, una hija y habiendo sido 23 veces campeona de Grand Slam, la estadounidense Serena Williams anunciaba mediante una carta que se retiraba del tenis. “Estoy aquí para decirles que me estoy alejando del tenis, hacia otras cosas que son importantes para mí”.

¿Qué la movió a tomar esa decisión? Si bien fundó su propia empresa, entre los motivos principales que mencionó la tenista para dejar la actividad profesional está el de agrandar y dedicarse de lleno a su familia. Las preguntas que surgen frente al retiro de Serena es si siempre, sí o sí, las mujeres tenemos que hacer una elección entre lo profesional y lo personal, entre la familia y el trabajo o entre una vida convencional y una (supuestamente) más impredecible. Y también, sobre cuál es el contexto en el que se dan esas elecciones. En definitiva, un camino de decisiones y transformación que atravesamos plagadas de dudas y desafíos.

¿Cuál es tu situación actual?

Si algo se nos presenta repetidamente en nuestra mente, viene a significar una sola cosa: nuestra alma pidiéndonos que la escuchemos. Cuando ese mensaje tiene que ver con nuestro trabajo –con el día a día que hemos elegido alguna vez, y que tal vez hoy ya se nos hace desconocido o hasta pesado–, la intuición nos avisa con señales que ese lugar ya no nos representa.

Podemos sentir desmotivación o desgano, otras veces el desagrado es tan grande que se instalan síntomas como ataques de ansiedad o gastritis eternas, otras tantas el autosabotaje se hace presente comprándonos un ticket al despido. Como sea que se presenten estas señales, si las escuchamos, podremos ahorrarnos tiempo y corazones rotos. Ya no es lógico elegir algo “para toda la vida” (que nos resulta una decisión casi imposible), por eso lo posible es elegir lo más sensato para la que estás siendo hoy.

¿Qué elegís para tu yo actual?

Nuestra vida cambia, nosotras cambiamos y no siempre la tarea o profesión que elegimos sigue a la par de nuestra evolución interna. A veces la vida personal cobra protagonismo y nos damos cuenta de que no queremos resignar horas de presencia física en casa por un sueldo fijo o, en el mejor de los casos, por un puesto de cierto nivel. También puede ser que la creatividad puje desde adentro y nos indique que tenemos algo más para dar.

Ya sabemos que esto no se siente igual sin hijos que con bebés en pañales o con teens en doble escolaridad. Tampoco es la misma realidad estar en pareja que peleando por el alquiler sola. Lo que sí tendremos en común todas, como mujeres, es el sesgo de género que impacta en nuestra vida laboral. Está claro que las que estamos obligadas a volver al hogar al momento de la maternidad somos nosotras. Cada realidad, entonces, nos invita a pensarnos desde ese contexto, pero con una parte fundamental: darnos a la apertura mental de elegir lo que mejor nos viene ahora, priorizándonos por encima de todo, dentro de lo que el contexto nos permita. Esto es clave a la hora de tomar una decisión tan trascendental. 

Recalculando: ¿qué queremos para nuestra vida?

Un excelente ejercicio es visualizarnos a nosotras mismas más grandes, con 10 o 20 años más, e imaginar qué pensaría nuestro yo del futuro sobre las decisiones que estamos tomando hoy. También planificar nuestras próximas décadas con una cuota de fantasía y realismo en partes iguales. Ponerles lógica a esas metas, sin dejar de lado las mil posibilidades que todas nos merecemos, puede ser clave para indagar en los posibles caminos a tomar.

¿Cómo detectar esa necesidad de freno o de cambio? Tal vez como lo sentimos en un vehículo. Algo empieza a “hacer ruido”, algo “no se siente bien”, el GPS nos canta un recalculando, suena una alarma y nos pone en alerta. Nuestra intuición nos avisa, pero no siempre escuchamos. Nos gana el sentido de la responsabilidad, el miedo o la comodidad. 

Dar el paso: ¿cómo animarse? 

Cuando tomamos la decisión, es porque el trabajo interno, consciente o inconscientemente, ya se hizo. El problema en todo esto está antes. Meses o años de dudas, confusión, fantasmas, inestabilidad emocional, miedos, desmotivación. Podemos sentir que no servimos para otra cosa, por miedos o mandatos, o porque, si no, vamos a decepcionar a alguien. Cuando a quien jamás tenemos que decepcionar es a nosotras mismas.

Una buena pregunta para hacernos ante esto es: ¿a quién le estoy siendo fiel con esta decisión, a mí misma o a algún otro? Todo cambio es evolución. Es salir de esa zona conocida, en la que nuestras habilidades se repiten ya de memoria y habitar espacios nuevos que requieren cambiar el chip y actualizar el software. Y así, justamente, se da la evolución. 

Tu situación deseada

Obvio que el proceso no es fácil, pero con esa evolución se pasa a la zona de las mejoras, donde sentimos que nuestra identidad anterior le da paso a esta nueva versión, con la que iremos enfrentando los nuevos desafíos, tal vez no tan seguras, pero seguramente más despiertas y entusiasmadas. La realidad es que toda persona que trabaje tiene su propia marca personal, aunque no sea consciente de esto. Y es ahí, justamente, donde más nos cuesta el desapego. Años de construir y defender esa imagen, ese puesto, ese uniforme, no son fáciles de dejar. Cada marca personal tiene sus orígenes en la identidad y, a la vez, alimenta a esta. 

Nuestra identidad se empieza a construir incluso antes de nacer. Cada vivencia, cada evento, irá sumando ladrillos a la forma que irá tomando. Cuando de adultos elegimos una carrera, una empresa o una profesión, esa pila de ladrillos recibe una dosis extra de cemento y algo se empieza a cristalizar. Ya no es tan flexible nuestra persona. Ahora nos presentamos desde ese título o ese sentimiento de pertenencia: soy abogada, o soy de la empresa tal, soy directora. Esos puestos se hacen carne y se tornan hasta más importantes que, incluso, nuestro propio nombre. De ahí que se haga tan difícil tomar la iniciativa del cambio. Se siente como si el edificio entero fuera a ser dinamitado y se nos viene encima esa imagen de polvo y escombros con la cual sentimos que tenemos que empezar todo de nuevo una vez más.

La verdad es que no empezamos de cero. Todo el camino recorrido, las experiencias y las mil vivencias acumuladas vendrán en la valija que nos llevará hacia esa nueva identidad. En definitiva, no somos la misma persona que se inscribió en la universidad o la que ingresó por primera vez a ese puesto de trabajo. Somos esa, pero con 10, 20, 30 y hasta 40 años de historias y aprendizajes. ¿Qué hacemos con esas versiones de nosotras? Es vital reconocerlas, porque es un kit de herramientas más que poderoso para enfrentar la nueva escena elegida... y evolucionar. 

4 mujeres exitosas que se retiraron

  • Cameron Diaz

    Fue una de las actrices mejor pagas de Hollywood, pero en 2014 dejó ese mundo para tener una vida más tranquila, dedicarse a su familia y ser empresaria. “No estaba manejando mi vida. Un día entendí que mi rutina diaria debía ser todo aquello que podía manejar y hacer por mí misma, sin delegar a otros para poder resolverlas. Había muchas partes de mi vida que no estaba manejando bien. Si se presenta la oportunidad, volveré, pero con otras condiciones. Hoy mi vida está enfocada en otro lado”.

  • Sheryl Sandberg

    Fue la mano derecha de Mark Zuckerberg durante 14 años hasta que, en junio de 2022, tomó una decisión que daría un giro radical a su vida: la economista anunció que abandonaba su puesto como la mujer más poderosa de Facebook, para centrarse en su familia y en sus proyectos filantrópicos. Una apuesta tal vez motivada por lo que había vivido siete años antes: un fatal accidente acabó con la vida de su primer marido y padre de dos hijos, mientras disfrutaba de unas vacaciones en México.

  • Sandra Bullock

    Con 35 años de trayectoria, la actriz, directora y productora confesó que tiene agotamiento profesional y que sus condiciones emocionales y físicas no son las adecuadas para seguir adelante en su trabajo. “No quiero estar en deuda con el horario de nadie más que el mío. Estoy muy cansada y no soy capaz de tomar decisiones saludables e inteligentes”. También dijo que anhela pasar más tiempo en su hogar (con sus dos hijos y su marido) y no andar apurada todo el tiempo. “Sólo quiero estar presente”, declaró.

  • Ashleigh Barty

    La ex número 1 del tenis se retiró con 25 años y con un motivo que la movió fuerte a dar ese paso: sentía cansancio mental y físico. “Estoy agotada. No quería que mi felicidad dependiera de mis resultados”, reconoció la tres veces ganadora de un Grand Slam. “Para mí, el éxito es dar todo lo que pueda. Me siento completa, feliz. Simplemente ya no puedo. No tengo la fuerza física ni emocional para enfrentarme a todos los desafíos que supone este nivel. No tengo nada más que dar”, reveló la australiana. 

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