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¿Por qué nunca es demasiado tarde para hacer lo que soñás?

Tanto mujeres como hombres sufrimos la presión frente a lo inevitable: crecer. ¿Por qué es clave luchar contra el ageism y la cultura que solo parece valorar la juventud.


Por qué nunca es demasiado tarde para hacer lo que soñás.

Por qué nunca es demasiado tarde para hacer lo que soñás. - Créditos: Getty



Ya varias de mis amigas decidieron congelaron óvulos; invirtiendo tiempo, plata, energía y también muchas sesiones de terapia para llevarlo a cabo. “Sentía que se me pasaba el cuarto de hora, y cada vez que salía con alguien, más que conocerlo y pasarla bien me ponía en el lugar de hacer un casting de papis. Ahora ya no siento que me corre tanto el reloj”, me confiesa mi amiga Maru.

Pero a las mujeres el reloj no solo nos corre para tener hijos. Sea que sintamos que ya estamos grandes para cambiar de profesión, para estudiar una nueva carrera, para viajar solas, para casarnos o separarnos de nuestras parejas, para ponernos esa ropa o hacernos ese corte de pelo que nos gusta, o hasta para hacer amigas nuevas, los tiempos que marca la sociedad nos aprietan a todas.

Hermana, soltá el reloj

“Crecimos con este cuentito. Antes de los 30 había que recibirse, casarse, embarazarse, tener la casa, el perro, el auto, viajar. El cuento decía que si hacías todo eso, si llegabas a ese lugar, ibas a ser feliz: te convertías en una buena y exitosa mujer. Así que, desde que nacemos, todas lanzadas a una carrera de ir tachando esa lista que dice que hay que apurarse, extenuarse, entregarle la vida a los mandatos y a ser ‘productivas’. Había que apurarse para llegar, para no quedarse afuera, para no ser ‘viejas’.

¿Para qué? ¿Para quién?. ¿Cuántas de nosotras tomamos decisiones que fueron en contra nuestra porque creímos en el cuentito que nos contaron sobre cómo debe ser la vida de las mujeres?” dice Lala Pesquinelli, creadora de la campaña, desde un posteo que acompaña un video de la actriz Emma Watson en el que cuenta la presión que sintió cuando cumplió 30.

Desde la cuenta, y a partir de las historias personales que hicieron llegar las seguidoras, se visibiliza la poca representación de las mujeres +40 en medios, además de la presión social que nos limita las opciones y nos impulsa a tomar decisiones que pueden no ser las ideales para nosotras en el momento que atravesamos.

Y el mensaje clave en todo esto, para mí, es este: por más que lo concientizemos, estos mandatos no se “desaprenden” de un momento a otro. Como cuenta Lala en un video, a ella misma le cuesta todavía, al compararse con otras mujeres más jóvenes que ella admira por haber logrado esto o aquello, recordar que cada camino es diferente y enfocarse en su propia vida, en su propio camino.

Soltar el reloj cuesta. Porque aunque el tema “anti-viejismo” ya esté de moda, y las marcas más edgy corran a mostrar octogenarios en sus publicidades, a mí todavía me pesa pensar que seguramente ya no me alcance el tiempo para hacer todo lo que pensé que iba a hacer. Aunque ahora sea tendencia amigarse con el paso de los años, yo todavía sufro cuando me descubro alguna arruga nueva, alguna cana.

¿No sentís a veces que estás tarde? Yo sí. Y me agarran unas ganas tremendas de correr, de tomar atajos, de ponerme objetivos conseguibles rápido para lograr algo. Y pasa el tiempo y sigo igual y me frustro. Hasta que mi psicóloga me pregunta: ¿quién marca el ritmo de tu vida?.

Y a mí esa pregunta me calma, me frena, me hace mirar el hoy con amor. Porque el ritmo de mi vida lo marco yo, y a veces lo que necesito es estar quieta. Cuando no corro, tengo tiempo de escucharme. Le puedo prestar atención a las cosas que me cuestan, y que son precisamente las que me impulsan adelante. Me saco el piloto automático y me pongo menos, pero mejores, objetivos.

Creo que pasa como con todo: desde que entendendemos algo, hasta que lo internalizamos y lo encarnamos, pasa un tiempo. Hoy, muchas mujeres estamos en ese proceso. Lo bueno es que hablar del tema nos hace replantearnos cosas, y nos da libertad. Aunque todavía podamos sentirnos “viejas”, igual nos animamos a ponernos ese vestido, hablarle a esa persona, estudiar esa carrera, empezar a escribir ese libro. Mientras tengamos presente que somos nosotras las que guiamos nuestra vida y elegimos nuestras prioridades, vamos a ir marcando nuestro propio rumbo, quizás no sin miedo, pero más valientes.

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