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Aburrirse para ser más creativa: por qué “hacer nada” potencia tus ideas

En un mundo de hiperestimulación, permitirte momentos de pausa es clave para tu bienestar y para que florezca la creatividad. Expertas explican cómo el aburrimiento activa tu lado más innovador y te ayuda a bajar el estrés.


Aburrirse para ser más creativa: por qué “hacer nada” potencia tus ideas

Aburrirse para ser más creativa: por qué “hacer nada” potencia tus ideas - Créditos: Getty



Situación: venís a mil, necesitás darte un espacio para relajarte, dejar de pensar y, a la vez, recuperar claridad para que aparezca alguna idea para ese nuevo proyecto en el que venís trabajando. Decidís cerrar la compu, hacerte un café, tirarte en el sillón y tomarte quince minutos de pausa. Activás ese momento casi perfecto, de distensión total y pasan unos segundos con el café en una mano y la mirada perdida. Menos de un minuto después y sin darte cuenta, estirás la mano libre para agarrar el celular y escrollear en Instagram. Cuando te quisiste acordar –después de reels de cómo armar bien una valija, una receta de budín sin gluten, las últimas noticias de la farándula, tu horóscopo de esta semana y una frase motivadora–, pasó casi una hora. Volvés con la mente confusa a abrir la computadora, frente al mismo archivo que dejaste por la mitad un rato antes, sintiendo que perdiste el tiempo y que no solo no tenés claridad para retomar tu trabajo, sino que estás más cansada que hace un rato. Seguís, porque no queda otra. ¿O en realidad sí?  

Si te sentiste identificada con la imagen anterior, no estás sola. Por eso, ahora te vamos a proponer una segunda escena posible para la misma situación. Cerraste la compu y, en vez de hacerte un café, decidís salir a dar una vuelta por el barrio. Te ponés un abrigo, agarrás tu billetera y el celular queda en casa. Salís al mundo exterior, está un poco fresco, pero hay sol, respirás otro aire. Caminás para el lado de la plaza de siempre, te comprás un café de pasada y te sentás al sol a mirar la gente pasar. Descubrís una vecina que llevó pan para darles de comer a las palomas, un nene que se tira sin miedo por el tobogán, una pareja que conversa y se abraza. Se te cruzan pensamientos, y después, no pensás en nada. Te quedás ahí, habitando ese momento. Veinte minutos después, volvés a casa energizada, abrís la compu y, en un ratito, resolvés eso a lo que le venías dando vuelta desde hacía horas. Y no es magia: es que tu cerebro necesitaba “hacer nada”, aburrirse, para funcionar.  

En un mundo de hiperestimulación constante, donde todo es accionar y producir, aburrirnos parece una mala palabra. ¿Cómo voy a frenar, si la vida no para? Pero a nivel cognitivo, biológico y hasta emocional, aburrirnos es indispensable.  

¿Qué pasa a nivel cerebral? 

La Inteligencia Artificial, al servicio de la detección de ACV.

¿Qué pasa en el cerebro cuando nos aburrimos? - Créditos: Getty

 

“Casi todas tenemos esta percepción de asociar el aburrimiento a una pérdida de interés, de desgano. Fuimos educadas en que aburrirse tiene un sesgo negativo”, explica Gaby Hostnik, especialista en neurociencias aplicadas e inteligencia emocional y experta consultada para esta nota. “De alguna manera, nuestras agendas tendrían que ser más policromáticas: tener tiempo para trabajar, hacer ejercicio, socializar, jugar, y también... para hacer nada. En cambio, la sensación hoy es que cada vez tenemos la agenda más llena de ítems y obligaciones, y cada vez llegamos menos a cumplir con el check en cada una”, dice Gaby. Y acerca el “nadear” –un término muy común de los españoles– como algo nutritivo y necesario para nuestro cerebro. Porque es entonces cuando se desconecta de los estímulos externos y eso activa sistemas más introspectivos, por ejemplo, la red neuronal por defecto.

Esta red es la que nos permite la autorreflexión, el conectar y el pensar cómo estamos; y también fomenta la creatividad y la imaginación. Entonces, permitirnos “hacer nada” o aburrirnos reinicia el sistema nervioso y activa esta red, lo que promueve la introspección y despierta nuestro costado creativo. 

Por otro lado, el aburrimiento puede ser un amortiguador del estrés. “Cuanto más sobreestimulada estoy, más ansiedad tengo, se eleva el cortisol y eso redunda en más estrés. Entonces, de alguna manera, el pausar la actividad constante permite regularnos más emocionalmente, tener más consciencia de nosotras mismas y salir del modo ‘piloto automático’”, agrega nuestra experta. 

El mundo contra mí: ¿qué cosas nos impiden aburrirnos? 

En la era digital en que vivimos, nuestro cerebro ganó en velocidad, pero también perdió en otras cosas. Por ejemplo, cada vez nos miramos menos a los ojos, y mirarnos es conectarnos socialmente con otros. Vamos a toda velocidad, apuradas, saturadas. Si tenemos un hueco libre, lo llenamos de actividades o de pantallas y redes. Vivir a tope, o padeciendo el “síndrome de la vida ocupada”, es un mal de época. Y ahí el aburrimiento emerge como la contracara de la sobreestimulación de estos tiempos. 

Entonces, ¿qué podemos hacer para contrarrestar esto en la vida cotidiana? 

  • Aflojá con la estimulación constante: si te toca esperar en una sala de espera, probá esperar de verdad, no agarrar el celular, escrolear, responder mil mails y mensajes. Si vas a correr, no te pongas el pódcast o la música a todo lo que da: corré, sentí las sensaciones de tu cuerpo, tu respiración.   

  • Hacé microdescansos: ejercitá “hacer nada” en tu día a día. Destiná 5 o 10 minutos en distintos momentos de tu jornada como parte de esos cortes. Quizás te sea difícil tomarte una hora completa para “hacer nada”, pero podés tomarte estos pequeños espacios que vas regulando y terminan sumando una hora durante el día y bajando esa estimulación. 

  • El silencio es oro para tu cerebro: sabemos que las pausas y el silencio son amigos de las buenas decisiones. Una de las cosas que más se repiten es “no tengo tiempo para pensar”, no tenemos tiempo para cosas que necesitan más reflexión. Ponete una alarma una vez por día para dedicarte a respirar conscientemente o lo que te sirva a vos para volver a vos. La respiración es lo que más trae a la calma. 

  • Hacé un detox de redes: está demostrado que cambiar constantemente de contenido en las redes sociales no solo no relaja, sino que incrementa la sensación de aburrimiento e incrementa la ansiedad. Dejá las pantallas y cambialas por más movimiento y contacto social real. La sobreestimulación te saca de ser dueña de tu atención, y si no lo sos, eso baja tu sensación de satisfacción vital. El cuerpo y el cerebro trabajan en red constantemente, todo está interrelacionado. Es importante entender cuántas horas estamos conectadas y con estímulos y ponerlo en conciencia. Si no hay espacio para eso, no tenés idea de qué querés para vos, qué querés que te pase. 

  • Abrazá los grises: así como no podemos estar todo el tiempo hiperestimuladas e hiperconectadas..., tampoco podemos desconectarnos de todo. Sé flexible, abrazá los grises, armate rutinas benevolentes con vos misma y con la era en que vivimos.  

  • Conexión no es igual a compañía: nunca estuvimos tan conectadas en la historia de la humanidad, pero... la sensación de soledad es cada vez mayor. Dale espacio a la presencialidad, la interacción con otros, cultivar tus hobbies, hacer los deportes que te gustan.  

  • Date tiempo a aprender: ¿cuánto contenido consumís y cuánto realmente internalizás, aprendés e incorporás? El aprendizaje requiere tiempo y profundidad. Estate en presencia para leer un libro, escuchar un pódcast, tomar nota de algo que te interesa e incorporarlo. Si todo lo que escuchamos sucede mientras estamos haciendo otra cosa, más que aprender algo nuevo, nos estresamos. El aprendizaje requiere foco, atención, silencio y salir del multitasking.  

5 estrategias para “hacer nada” 

Salir a caminar, sentarte en un lugar en un parque y ver a la gente. Sin celular de por medio. 

Exponerte a situaciones desconocidas, o que no entendés y podrían aburrirte, y entender qué te pasa con eso. Habitar esa incomodidad y traspasarla.  

Caminar sin sentido, sin rumbo (¡y sin Google Maps!). Animarte a perderte. 

Ir a eventos a los que no solés ir, tomar una clase de algo que nunca hiciste y aprender algo nuevo. Animarte a sostener lo que sentís cuando sos principiante en algo. 

Cambiar de ambiente. La creatividad tiene momentos y hay climas que la favorecen. Si tenés que pensar ideas, el hecho de hacerlo en el mismo espacio de trabajo donde estás todo el día no ayuda. Salí a otro lugar, cambiá el espacio, la gente, el ruido, la vista. 

3 hacks para potenciar tu creatividad 

Si le venís dando vueltas a una idea, si necesitás hacer espacio para que algo nuevo aparezca...  

  1. Buscá el clima: la inspiración es subjetiva, no hay una única receta. Buscá el contexto y clima que necesites (hay gente que, para pensar, necesita irse a un café, y otros que buscan una biblioteca silenciosa porque el ruido de un lugar público los distrae). Explorar y encontrar qué te inspira a vos es conocerte. Date el tiempo de hacerlo y saber qué te gusta y te estimula. 

  2. Construí tus rituales: no es lo mismo escribir en tu libreta especial que en un cuaderno cualquiera. Dale entidad y espacio a la creatividad, dale sus tiempos, momentos y lugares. 

  3. Contá tu idea: muchas veces, las ideas se ordenan y organizan cuando las hablamos. Hablar con otros es bueno para la creatividad. Cuando contás un proyecto, el hecho de contarlo y hablarlo te sirve a vos misma para entenderlo, una se descubre a si mismo explicándolo, entendiendo que tiene sentido o no. Hablar con la gente indicada sobre las ideas que tenemos acomoda las ideas. Sacalo de vos, así la idea se empieza a transformar en realidad. 

Para seguir explorando 

  • UNA CHARLA TED. El arte en tiempos de crisis: por qué crear importa cuando el mundo arde 

Amie McNee es autora, oradora y coach australiana, y en su charla nos ruega conectarnos con nuestra parte creativa –y aclara que eso no quiere decir que tengamos que pintar o cantar bien, sino que se trata de encontrar qué es ser creativo para cada uno y cultivarlo a diario–.  

 

  • UN LIBRO. “No te dejes para después”  

De Fabiana Jafif (Ed. Lea).  Este libro narra en primera persona la historia de vida de Fabi, que nos invita a transformar la relación que tenemos con el tiempo, a dejar de entender la productividad como “hacer más”, sino como un “hacer mejor”; a priorizarse, gestionar la energía y no postergar esos espacios con nosotras mismas.  

 

Experta consultada: Gaby Hostnik. Especialista en neurociencias aplicadas e inteligencia emocional. @gabyhostnik. 

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