Bosqueescuela, el sistema de aprendizaje en la naturaleza que nació en Escandinavia
Te contamos todo sobre este formato de educación inicial que gana cada vez más adeptos.
18 de mayo de 2018 • 15:20
Es clave que los chicos estén equipados para enfrentar cualquier clima
¿Qué pasaría si los chicos en edad de ir al jardín de infantes, en vez de pasarse el día encerrados en un aula o en un patio de cemento, se dedicaran a deambular por el bosque, descubriendo el sol, las nubes, los insectos y la enorme gama de verdes que ofrece la naturaleza? No hay que pensarlo mucho para darse cuenta de que su calidad de vida mejoraría, y mucho. Aunque parezca una utopía, es un modelo de educación que existe y que tiene gran popularidad no solo en los países escandinavos de donde es originario, sino en varias otras naciones de Europa, como Alemania, España, Inglaterra e Irlanda, e incluso de América, como Estados Unidos y Canadá.
Aunque parece algo muy new age, la bosquescuela es un concepto que data de los años 50, cuando fue introducido por primera vez en Dinamarca, Suecia y Noruega como una forma de educar a los niños que estaban arrancando el jardín de infantes. Los resultados fueron asombrosos: los chicos reforzaban sus habilidades sociales, trabajaban mejor en equipo y lograban una gran autoestima y confianza en sus propias habilidades, al mismo tiempo que aprendían sobre el funcionamiento de la naturaleza. Hoy, las forest schools son un éxito no solo entre los chicos, sino también entre los maestros, y se han extendido incluso hasta en nivel primario en países como Alemania.
Pero... ¿en qué consisten verdaderamente las escuelas bosque? Para empezar, se trata de un modelo educativo que, más que en la currícula, se centra en el escenario circundante, en los niños y en su dinámica de juego. Si bien en general toma conceptos de las metodologías Waldorf y Montessori –entre muchas otras–, cada escuela personaliza su método en función de la orientación pedagógica con la que se siente más a gusto. La idea principal es adaptar el modelo clásico de educación infantil inicial a un contexto outdoors, alternando momentos de mucha libertad, como el juego libre, con otros en los que se espera contar con la atención plena de los niños. Es que la naturaleza, tan rica en texturas, olores y sabores, no hace más que abrirles la puerta a los chicos para aprender y llenarse de creatividad, al mismo tiempo que los ayuda a descargar energía sanamente y a cultivar sentimientos de cuidado, empatía y defensa del medioambiente, una serie de rasgos que los van a acompañar hasta su vida adulta.
Un mundo de beneficios
Cuando los chicos pasan el 80 o 90% de su tiempo escolar al aire libre, ocurren cosas increíbles. En primer lugar, la naturaleza los ayuda a desarrollar los sentidos y el equilibrio, lo que les permite tener más autoconocimiento de su cuerpo y más seguridad en sí mismos. Esa confianza, a su vez, hace que la dinámica de la clase pase a estar más a cargo de ellos que de los adultos y pone a los maestros en un lugar de observadores más que en el de figuras de autoridad. Al mismo tiempo, los peques fabrican y definen sus propios juguetes, algo que no solo fomenta su creatividad y fantasía, sino que además aumenta su capacidad de observación y su sensibilidad para con el entorno y con los otros: de hecho, no es algo menor que los chicos no estén divididos en salas por edades, sino mezclados en un único grupo, aprendiendo unos de otros y respetando las diferencias y los tiempos de cada uno. Pasar el día al aire libre en un entorno cambiante, además, los hace más flexibles para consigo mismos y con los demás; los obliga a reconocer tanto sus propias necesidades como las ajenas y les da una ventaja enorme a la hora de incorporarse a las instituciones educativas convencionales.
El slogan que es pilar de las bosqueescuelas
El clima, un aliado
Y... ¿qué pasa si llueve y está feo? Nada, absolutamente nada. Todas las bosquescuelas tienen como estandarte un lema escandinavo que reza: “No existe mal clima sino ropa inadecuada”. Esa es la razón por la que los chicos que forman parte de estos grupos de aprendizaje llevan todos los días un equipo completo que les da libertad de movimientos y que incluye impermeable, botas de lluvia y pantalones con elástico en los tobillos para chapotear en el barro.Además, usan ropa bien abrigada en invierno para pasar todo el día al aire libre, incluso en los días más fríos del año. No obstante, todo tiene un límite: ante determinadas condiciones meteorológicas (como lluvia torrencial, ventisca, frío extremo o una ola de calor intensa), el grupo puede recurrir al edificio de la bosquescuela: un aula sencilla pero con todo lo necesario, que suele incluir salón de cuentos, ropa extra, cocina y calefacción.
"La naturaleza educa y sana”
Los chicos doran sus malvaviscos en una bosquescuela en Inglaterra.
Adriana del Moral es bióloga, docente especializada en educación ambiental y autora de Ambientalizar el currículo escolar (La Crujía, 2012), una investigación para repensar las prácticas educativas desde una perspectiva más verde. Fue en esa búsqueda que pudo observar el funcionamiento de una bosquescuela en Galicia, España.
¿Cómo llegaste a las bosquescuelas?
Por querer cambiar el paradigma de cómo se enseña el ambiente y cómo lo relacionamos con nuestra cotidianeidad. Porque, aunque la currícula escolar hay que respetarla, siempre se puede enseñar con los materiales que hay en la naturaleza, por ejemplo, física y matemática.
En algunos países se empieza a aplicar este método educativo para chicos que ya están en primaria.
¿Cuál es su principal beneficio?
La “autonomía”, algo que se ve en la mochila: ahí los nenes tienen un mat para sentarse, la vianda y una cantimplora, entre otras cositas, y cada uno sabe lo qué tiene que hacer con eso, lo que lleva a que una se olvide de que tienen 3 años, porque desarrollan una independencia increíble. Además, a una siempre le parece que tiene que darles una consigna, pero si no intervenimos, ellos resuelven corporal y psicológicamente cada uno de los desafíos que se les presentan.
¿Hay experiencias así en la Argentina?
No, y no es algo difícil de lograr, porque lo que más importa es la metodología. Aunque tiene que haber un entorno natural, no tiene que ser un bosque, con que haya un arroyo es suficiente. Incluso se pueden tomar cosas de estas pedagogías y aplicarlas a la escuela tradicional.
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