Un amor sin Fronteras: la historia de dos amigas que crearon juntas una marca de yerba y se enamoraron

Cuando surgió la idea de empezar un proyecto juntas, Tuna y Uchi notaron que, a lo largo de los años, el mundo de la cerveza, el té, el vino y el café había crecido mucho, pero no pasaba lo mismo con el mate. A partir de ese descubrimiento, tuvieron en claro que querían ofrecer un producto de calidad, pero también una experiencia diferente. Para lograrlo, investigaron las hierbas que existen, aprendieron sobre el cultivo de la yerba y sus diferentes sabores y empezaron a preguntarse qué podía llegar a querer la gente que consume mate.

En esa búsqueda también aprovecharon la experiencia de Uchi dentro del mundo de los negocios, quien en ese momento trabajaba en el área de Emprendedores en la cervecería Quilmes: “Tenía mucho conocimiento sobre cómo crear una empresa, cómo aplicar metodologías emprendedoras. Nosotras estábamos seguras de que queríamos crear un universo de productos para enaltecer el mate, poder hablar de los orígenes de la yerba”. Con el objetivo claro, compraron varias hierbas en el Barrio Chino y armaron bolsitas de yerba con diferentes sabores. Sus amigas de hockey fueron las primeras en degustar sus creaciones, y después fueron encuestadas para saber qué combinación les había gustado más.

De ahí nacieron los cinco blends de yerba mate que ofrecen hoy en Fronteras: menta y jengibre, poleo y cardamomo, menta y lavanda, jengibre y naranja y manzanilla y naranja. A fines de 2018, mientras realizaban las primeras pruebas, decidieron participar del concurso “Chicas que emprenden”, que organizaba la universidad UDESA junto con el emprendimiento Chicas en New York. “Era un curso en el que después seleccionaban los emprendimientos que más les gustaban y elegían un ganador. Para poder participar, tuvimos que hacer un plan de negocio, pensar el proyecto de manera más seria. Ahí dijimos: ‘Hay que hacerlo de verdad’. Presentamos la idea y ganamos”, explica Tuna, y cuenta que la plata del premio fue la primera gran inversión que hicieron para poder darle forma al proyecto. 

A principios de 2019 armaron una pequeña fábrica en el garaje de la casa de Tuna, donde ellas mismas se encargaban de realizar las mezclas de yerba, empaquetar el producto, pegar las etiquetas, armar los pedidos y distribuirlos. Después, viajaron a Misiones para conocer a diferentes productores y entender el proceso de cultivo de la yerba mate. “La cooperativa Monte Nativa fue nuestro primer proveedor, después cambiamos a otro, pero ellos siempre fueron nuestros gurús en esa conexión con los productores”, cuenta Tuna.

Dos años después de haber lanzado el producto, mudaron la fábrica a un predio en Escobar, donde están actualmente. Junto con ese cambio, decidieron renovar el packaging y diseño de la marca. “Tuna siempre fue muy responsable con el cuidado del medio ambiente. Por eso, cuando decidimos hacer ese cambio, lo pensamos desde ese lado”, cuenta Uchi. Así fue que dejaron de lado las bolsas de plástico y se contactaron con Compostame, un emprendimiento que vende bolsas de papel compostable, las cuales hoy utilizan para empaquetar el producto. Cada variedad de yerba está asociada a un animal en peligro de extinción, un diseño original que pronto logró llamar la atención de los consumidores de mate. “El packaging es tan diferente a lo que se ve normalmente en los paquetes de yerba que empezó a sorprender y era lo que queríamos lograr. Buscamos diferenciarnos de las otras marcas”, resume Tuna. 

Actualmente, Fronteras ofrece seis variedades de yerba, latas con diferentes diseños y tablas de madera para apoyarlas, mates de acero inoxidable y otros tallados en madera. Además de la venta online a través de su propia web, cuentan con varios puntos de venta a lo largo del país. El producto que más venden es la yerba de sabor original, seguida del blend de jengibre y naranja. Orgullosas del proyecto y la calidad del producto, Tuna y Uchi apuestan a nuevos desafíos para Fronteras: están trabajando en una innovación de yerba de molienda uruguaya y, junto con sus amigos de Hierbas del Oasis, están desarrollando su propio mate cocido. También están diseñando merchandising, que piensan incorporar en la tienda virtual este año. “Lanzamos este proyecto con el objetivo de que fuera una alternativa diferente dentro de un mercado que ya existe. Tratamos de tener un mensaje positivo, de ser sustentables, de recircular los desechos, brindar un producto de calidad y fomentar el consumo consciente”, dicen Tuna y Uchi. 

Tuna y Uchi se hicieron amigas compartiendo un mate después de los entrenamientos de hockey, cruzaron fronteras para convertirse en socias, mezclaron sabores de diferentes paisajes para crear un producto único y encontraron una nueva historia para contar. “Cuando compartís mucho tiempo en el trabajo con otra persona, podés ver una faceta que no conocerías de otra manera y empezás a admirar un montón de cosas de esa persona. Creo que tuvo que ver un poco con eso”, explica Uchi sobre su relación con Tuna, que pasó de una gran amistad a un noviazgo. 

Ninguna de las dos había tenido antes un vínculo de pareja con una mujer, pero en 2020 pasaron mucho tiempo juntas por la pandemia y de a poco construyeron una relación que fue creciendo junto con el emprendimiento. También tuvieron que aprender a encontrar un equilibrio entre el trabajo y la relación de pareja, para no trasladar los problemas a ninguno de los dos ámbitos: “Tuvimos el desafío de armar una empresa y dividirnos las tareas. En ese proceso cometimos muchos errores, terminamos peleando bastante y eso lo terminás arrastrando a la pareja. Lo bueno lo disfrutás muchísimo porque lo estás compartiendo con la persona que más querés, pero a veces lo malo es demasiado oscuro. Creo que ahora aprendimos a aprovechar las ventajas de emprender juntas y lo que a cada una le gusta más”, reflexiona Uchi.

 

El año pasado compartieron las primeras vacaciones juntas como novias, algo con lo que venían soñando desde hacía un tiempo, pero, a la vez, fue un gran desafío de organización: “Como emprendedora, nunca podés desconectarte al 100%, así que tuvimos que aprender a delegar cosas. Por suerte contamos con un equipo de trabajo en el que confiamos plenamente”.

El otro desafío que tuvieron como socias y novias fue el de encontrar espacios individuales. “Pasamos mucho tiempo juntas, vivimos en la misma casa, tenemos una empresa y compartimos el grupo de amigas, por eso buscamos otros universos a los que pertenecer. Tuna juega al fútbol y yo me reconecté con mis vínculos de Chascomús, donde me crié. Buscamos hacer cosas nuevas para contarnos, si no, se vuelve muy rutinario”, dice Uchi, quien coincide con Tuna en que lo más lindo de ser novias y tener un emprendimiento juntas es la red de apoyo y contención que encontraron en su grupo de amigas.

“Cuando les contamos a nuestras amigas de nuestra relación, ya veníamos de estar juntas en secreto mucho tiempo. Ellas hacen un montón de cosas por Fronteras, son un gran soporte”.