
¿Cómo conciliar los viajes de trabajo con la crianza?
El reciente enfrentamiento entre “La China” Suárez y Benjamín Vicuña vuelve a poner en foco los desafíos de la crianza compartida, los roles de género y las tensiones que surgen cuando las decisiones laborales de los padres afectan la vida de sus hijos.
20 de julio de 2025

¿Cómo conciliar los viajes de trabajo con la crianza? - Créditos: Getty
El intento de “La China” Suárez de llevar a sus hijos a Turquía por compromisos laborales generó un nuevo conflicto en redes (y en la justicia) con su expareja y padre de los menores, Benjamín Vicuña, quien revocó la autorización para el viaje. Más allá del escándalo mediático (al cual La China nos tiene acostumbrados), este episodio pone nuevamente en escena las tensiones que enfrentan muchas familias con padres separados al momento de organizar de manera equitativa la estructura que les permita sostener sus propias carreras profesionales sin dejar afuera el derecho de criar a sus hijos.
Entonces aparecen algunas preguntas: ¿qué lugar ocupa el deseo adulto cuando hay hijos?, ¿puede una madre viajar por trabajo sin ser cuestionada?, ¿se mide con la misma vara la ausencia de un padre que la de una madre?, ¿dónde está el límite entre desear y desentenderse?, ¿qué pasa cuando el conflicto se extiende con las nuevas parejas?
Si bien no existe una fórmula precisa, propongo algunas reflexiones al respecto a modo de respuesta. Lo primero que hay que decir es que aquellas situaciones que aparecen como “entretenimiento” muchas veces espejan conflictos familiares profundos que siguen abiertos y que merecen atención, especialmente cuando los que están involucrados en el conflicto son los chicos.
No se trata de volver al sacrificio absoluto ni de convertirse en alguien egoísta, sino de encontrar la manera justa de respetar el deseo personal (por ejemplo, una carrera profesional) sin anular el deseo de un hijo. ¿Cómo lograrlo? Es una respuesta que no encontramos fácilmente, en especial si tomamos en cuenta la asimetría que todavía persiste al momento de “examinar” los roles de crianza. A las mujeres se las continúa mirando con lupa; se les cuestiona la ausencia, la libertad, el deseo. A los hombres, no tanto. Lo que sigue siendo desparejo es el nivel de exigencia y la manera en que se mide el costo de sus elecciones.
¿La medida justa existe? No sé, pero considero que ni la estructura tradicional era saludable —madres abnegadas, padres ausentes, divorcios negados— ni lo que vemos ahora, cuando los chicos quedan atrapados entre adultos enfrentados, decisiones unilaterales y nuevas parejas impuestas a la fuerza. Es entonces cuando la crianza deja de ser realmente compartida y se convierte en una competencia. Y es acá donde observo el peligro mayor: cuando un hijo deja de ser sujeto para convertirse en objeto de intercambio, de venganza o de olvido.
Hay que tener presente que la separación de los padres siempre implica un duelo y, como tal, es saludable dar espacio al dolor, a las preguntas que aparezcan y al proceso. Como escribió Nora Ephron en No me acuerdo de nada, lo más difícil no es que los padres se separen, sino que las personas que más amás no se quieran más. Ser testigo de ese conflicto es de lo más doloroso, y si a este escenario se agrega la llegada de una nueva pareja sin haber brindado tiempo y espacio simbólico para procesar la pérdida, para los niños puede ser devastador.
En muchas familias ensambladas, la aparición de una nueva pareja llega como una figura incómoda. Y es entendible que así sea al comienzo, ya que, como comentaba, la separación de los padres implica un duelo que necesita ser alojado. Es mejor no invadir el mundo de los chicos con nuevas personas de manera inmediata y, mucho menos, forzar vínculos cuando el dolor todavía no fue tramitado. Con o sin viajes de por medio, quizás la pregunta más importante que debamos hacernos los adultos sea en relación con si estamos priorizando el derecho de nuestros hijos, si los estamos teniendo en cuenta o, por el contrario, los convertimos en objetos en medio de un conflicto adulto.
Por Ornella Benedetti, Psicoanalista, cofundadora de RedPsi, coautora de Imperfectos y de Verdades no dichas. @orne_psi y @redpsi. Gentileza para OHLALÁ!
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