Gisela Gilges: qué es la biopausia y por qué puede ayudarte a vivir mejor en la era digital

 

—Tu recorrido profesional pasó de los recursos humanos al coaching y la escritura. ¿Cómo se dio ese cambio? 

—Trabajé casi 15 años en recursos humanos y buscaba llegar al puesto más alto. Pero cuando nació mi hija, no quise volver a la oficina. Esa fue mi primera gran pausa: elegir dedicarme a criarla.  

—¿Cómo surgió la idea de la biopausia? 

—Nació del deseo de dar respuesta a algo que veía repetidamente en mi entorno: alumnos de la escuela, colegas y personas en sesiones de coaching que convivían con una sintomatología constante sin darse cuenta. Dolor de cabeza, insomnio, cansancio crónico..., todos naturalizados y tapados con automedicación. Lo que descubrí es que, más allá de la edad o el país, la gente no sabe vivir bien en la era digital. Antes había espacios naturales de descanso (una siesta, un encuentro social, un deporte) y hoy todo se tapa con la pantalla. Ese análisis fue el origen de Biopausia. 

—¿En qué estado creés que está la mayoría hoy en día? 

—La mayoría está en una biopausia 1 o 2: dificultades para dormir, cambios de carácter, dolores de cabeza, incluso migrañas en chicos muy jóvenes. Son señales claras de que hay que prestarles atención al cuerpo y a la mente. 

—Además de la hiperconexión, ¿qué otros factores influyen? 

—Primero, el tiempo que pasamos con el celular: un promedio de cuatro horas diarias. Eso se come por completo los espacios de ocio real. Segundo, la hiperestimulación y el famoso FOMO, que nos empuja a sentir que siempre estamos quedándonos atrás. Y tercero, la comparación permanente, que lleva a muchos a la procrastinación o a la hiperproductividad, dos caras de la misma anestesia emocional. 

—¿Cuáles son los síntomas más frecuentes de estar “anestesiados”? 

—El insomnio es uno de los más claros, pero también la hiperproductividad, la procrastinación, el exceso de comida, alcohol, cigarrillo o redes. Todo lo que nos aleja del sentir es una forma de anestesia. 

—¿Por qué decidiste narrar Biopausia en forma de novela y no como un manual? 

—Porque quería que el mensaje llegara de un modo más natural. La historia está basada en un caso real (aunque disfrazado para preservar identidades) y contarlo como novela permite que el lector se meta en la trama y vaya absorbiendo los conceptos casi sin darse cuenta. Eso lo hace más efectivo y también más disfrutable. 

—En el libro decís que frenar es un acto de valentía. ¿Por qué? 

—Porque cuando frenamos, nos enfrentamos al sonido que menos escuchamos: nuestra propia voz. Y eso da miedo. La valentía está en confiar en que no hace falta estar todo el tiempo en línea para pertenecer. El mundo sigue teniendo un lugar para nosotros, aun cuando bajamos un rato. 

—¿Se puede hacer este cambio en cualquier etapa de la vida? 

—Sí, aunque depende de la personalidad y los hábitos. Hay quienes recién en la tercera edad encuentran esa oportunidad, y otros que no logran hacerlo nunca. Pero todos podemos. 

 

—¿Cómo se trabaja desde el coaching? 

—El primer paso es identificar el problema y generar conciencia. Después, acompañar a la persona para que, poco a poco, incorpore nuevos hábitos y herramientas para frenar. No es algo complejo: puede empezar con acciones simples como mirar a alguien a los ojos mientras habla, desayunar con calma o dejar el celular a un lado. 

—¿Qué disciplinas o actividades ayudan a generar esas pausas? 

—Las opciones son infinitas: yoga, música, correr, pintar, cocinar, escribir... Cada persona encuentra su manera. Lo importante es que sea un espacio de conexión real. 

Biopausia, de Gisela Gilges  (El Ateneo) 

Una novela, basada en hechos reales, centrada en una familia. Sus miembros atraviesan distintas crisis (emocionales, físicas, profesionales) porque ignoraron las señales que la vida les señalaba. A través de distintos puntos de vista, los personajes lidian con síntomas cada vez más intensos, hasta que la biopausia se vuelve inevitable. Gilges mezcla su experiencia como life coach con una narración accesible y emocional, lo que permite que el libro no sea solo reflexivo, sino también práctico: plantea preguntas, señales para observarnos y la urgencia de incorporar pausas cotidianas como hábitos.