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Todavía soy yo: redescubrir el deseo, la pasión y los proyectos después de los 50

¿Cuántas veces sentimos que los mandatos sociales nos empujan a armar rutinas que no deseamos? En el tercer episodio de Las cosas por su nombre, el videopodcast de OHLALÁ y TENA, nos animamos a explorar qué pasa con la sexualidad, el deseo y los proyectos personales después de los 30, los 40 y, especialmente, después de los 50.

TENA

Maia Glantz, Francesca Gnecchi y Eugenia Castagnino conversaron en este episodio sobre el deseo, la sexualidad y el amor propio. Exploraron cómo nos conectamos con el placer en todas las etapas de la vida.

Maia Glantz, Francesca Gnecchi y Eugenia Castagnino conversaron en este episodio sobre el deseo, la sexualidad y el amor propio. Exploraron cómo nos conectamos con el placer en todas las etapas de la vida.



Durante décadas, a las mujeres se nos enseñó que la sexualidad tenía una fecha de caducidad: la menopausia. Como si el fin de la etapa reproductiva implicara también el final del deseo. La cultura del silencio también colaboró en sostener estos mitos. La educación sexual integral en Argentina recién se implementa de manera más sostenida desde hace pocos años (la Ley de ESI fue sancionada en 2006, pero su aplicación en escuelas empezó a tener mayor alcance a partir de 2016), lo que dejó a generaciones enteras sin información clara ni herramientas para repensar su propio deseo.

En este sentido, muchas mujeres que hoy transitan la perimenopausia o la menopausia lo hacen cargando prejuicios y estigmas: desde la falta de conversación abierta en la familia hasta representaciones publicitarias que siguen mostrando a las personas mayores como pasivas, sin vitalidad ni erotismo.

Sin embargo, la realidad es otra. La evidencia científica demuestra que los cambios hormonales propios de la edad no anulan el deseo, sino que invitan a explorar nuevas formas de encuentro. La lubricación, la excitación y la respuesta sexual pueden modificarse, pero con información, autoconocimiento y recursos (desde terapia hasta productos específicos como lubricantes o juguetes sexuales) es posible (y saludable) vivir una sexualidad plena y diversa a lo largo de toda la vida.

Podemos llamarlo edadismo: esta idea de que a determinada edad se acaba nuestra vida, no solo en el plano sexual, también en el laboral, en lo social, en lo afectivo. Y en realidad, la vida sexual termina cuando termina la vida.

Francesca Gnecchi, facilitadora de sexualidad consciente.

El deseo como motor de vida – más allá del placer sexual

Hablar de deseo no es solo hablar de sexo. Es hablar de la fuerza que nos mueve, de lo que nos mantiene en marcha. Como explica Francesca Gnecchi, “la sexualidad nos atraviesa por completo: es identidad, elecciones, placer, salud. No se reduce al coito ni a la reproducción”.

El deseo se manifiesta en múltiples planos: desde una atracción erótica hasta las ganas de encarar un nuevo proyecto personal, una relación distinta o un viaje que parecía impensado años atrás. Es lo que nos conecta con la vitalidad, incluso en momentos de crisis o cambio.

Los 50 muchas veces llegan con movimientos vitales intensos: separaciones, duelos, hijos que se van de casa, cambios laborales, mudanzas o hasta transformaciones en la orientación sexual. Estos procesos, lejos de clausurar el deseo, suelen abrir la posibilidad de reinventarse.

Francesca lo planteó con crudeza y honestidad: “Muchas veces repetimos los mismos guiones durante décadas. Pero a los 50 podemos preguntarnos: ¿quiero seguir igual o quiero explorar otra cosa? No es tarde para nada: no es tarde para redescubrir la sexualidad, la profesión, la pareja o incluso la orientación sexual”.

El poder de volver a elegirse

En su propia historia, Gnecchi compartió que el momento de redescubrimiento llegó tras una separación a los 38, después de veinte años en pareja. Lo que podría haber sido un quiebre fue también una oportunidad: viajar sola, construir nuevas amistades, explorar vínculos con mujeres y sumergirse en el tantra le permitieron descubrir deseos que hasta entonces no conocía.

Ese relato personal refleja una realidad extendida: muchas mujeres redescubren su vida sexual tras un divorcio o una pérdida. Y, en ese camino, la sexualidad no se presenta solo como erotismo, sino también como motor de proyectos. Como contó Francesca en este episodio, escribir nuestras fantasías, pensar en nuevas experiencias o simplemente detenerse a revisar qué se desea hoy puede ser un primer paso hacia el cambio.

La mirada tántrica aporta una clave poderosa: el sexo no es únicamente un acto físico, sino un intercambio de energía que nos atraviesa en todas las áreas. Esa energía puede transformarse en creatividad, en fuerza para emprender, en ganas de probar algo nuevo. Por eso, incluso en momentos de pérdida o transición, conectar con el deseo puede ser una forma de resiliencia.

La sexualidad como parte de la salud integral

Durante mucho tiempo se instaló la idea de que lo sexual era un tema secundario, algo íntimo que debía vivirse en silencio. Pero los organismos de salud hoy son claros: la sexualidad es un componente central del bienestar humano. Investigaciones médicas muestran que mantener una vida sexual activa después de los 50 ayuda a mejorar la autoestima, reduce el estrés, favorece la circulación y hasta contribuye a la salud cardiovascular.

Si bien la perimenopausia y la menopausia pueden traer consigo sequedad vaginal, disminución de la lubricación y dolor en las relaciones sexuales, o erecciones más débiles en los hombres, estos procesos son consecuencia de modificaciones hormonales naturales, y no tienen por qué traducirse en el fin de la vida sexual. Reconocer que estos cambios son esperables permite despatologizarlos y buscar estrategias para afrontarlos. Desde lubricantes y geles específicos hasta el uso de juguetes sexuales, pasando por terapias de piso pélvico o la práctica de disciplinas como el tantra: existen múltiples herramientas para seguir disfrutando del placer.

Y, además de lo físico, hay un aspecto emocional clave: la experiencia y el autoconocimiento. Muchas mujeres describen que, al atravesar los 50, se sienten más libres para expresar lo que quieren y lo que no, con menos miedo al juicio ajeno. En ese sentido, Francesca insiste en revisar los guiones heredados: Muchas veces vivimos la sexualidad como si siguiéramos un libreto escrito a los 20. Pero a los 50 o 60 podemos (y debemos) preguntarnos qué queremos hoy, qué nos da placer ahora”. 

La sexualidad en la madurez también invita a revisar el vínculo con una misma. En palabras de Gnecchi: “El autoplacer es fundamental. Durante mucho tiempo ni siquiera se hablaba del clítoris, del orgasmo femenino, de la masturbación. Hoy sabemos que el autoerotismo no solo es válido, sino una parte esencial de la salud sexual”.

Uno de los grandes mitos instalados es que el deseo se apaga con la menopausia o la andropausia. Lo cierto es que, más allá de los cambios físicos y hormonales, la sexualidad no desaparece: se transforma. Francesca Gnecchi lo explica con claridad: “Cuando pensamos en sexualidad, solemos reducirla al coito o a la reproducción. Pero el cuerpo tiene un mapa erótico enorme, que va mucho más allá de los genitales. Con la edad podemos aprender a habitarlo de otras maneras y a descubrir nuevas formas de placer."

Placer como aprendizaje

El deseo, además, no está atado a la juventud. La experiencia juega a favor: con los años nos conocemos mejor, sabemos poner límites, entendemos lo que nos gusta y lo que no. Muchas mujeres describen la etapa post-40 como un renacer de su vida sexual, más libre de mandatos y con mayor apertura a la experimentación.

Francesca lo expresó así "Yo me siento más libre sexualmente post-40 que a los 20, con todos los miedos y condicionamientos que tenía en mi cuerpo entonces. Hoy es una oportunidad para redescubrir la sexualidad y el deseo”. El desafío es entender que el deseo no desaparece: se transforma. Puede migrar de los genitales a otras zonas del cuerpo, de la pareja estable a nuevas experiencias, de la energía sexual a proyectos creativos. Como dice Gnecchi: “Somos seres sexuales siempre. Esa energía es poderosa, y no solo sirve para el acto sexual: también la podemos usar para crear, para vivir con más presencia y disfrute”.

Erotique Pink, el espacio fundado por Francesca Gnecchi en el barrio de Palermo, fue elegido el “Mejor sex shop del mundo” en los XBIZ Europa Awards, uno de los premios más prestigiosos de la industria erótica. La distinción destacó no solo su propuesta de productos con perspectiva de género, sino también la idea de construir un centro cultural del placer.

Para muchas mujeres mayores de 50, este tipo de espacios funcionan como catalizadores de autoconocimiento. Durante el episodio, Francesca contó que, después de la pandemia, empezó a notar un cambio: “De 50 para adelante se sumaron muchísimas mujeres a los talleres. Algunas en pareja, otras solas. Algunas decían: ‘ya no quiero tener vínculos con hombres, pero quiero mantener mi sexualidad activa’. Y encontraban en los juguetes y en la educación sexual herramientas para hacerlo".

Conexión entre experiencia, deseo y proyectos

A diferencia de lo que solemos pensar en la juventud, donde la sexualidad muchas veces se vive con apuro, presiones y mandatos, después de los 40 o 50 aparece la oportunidad de habitarla desde otro lugar. Francesca lo señala con claridad: “El tantra me enseñó a correrme de la lógica de rendimiento. El sexo no tiene que ser un checklist que cumplir. Puede ser lento, presente, conectado. Y esa misma energía sexual es la que nos ayuda a encarar proyectos, a crear y a vivir con más conciencia”.

Este cambio de mirada coincide con los avances del feminismo, que en los últimos años puso en el centro temas largamente silenciados: el placer femenino, el clítoris, la masturbación y la libertad de elegir cómo y con quién vivir la sexualidad. Gracias a esa ola cultural, cada vez más mujeres se animan a apropiarse de su deseo y a derribar los prejuicios que antes las limitaban.

La vida no se apaga con los años. El deseo no desaparece: se transforma, se enriquece y se reinventa. Lo que cambia es la forma de vivirlo y la mirada con la que elegimos habitarlo. En palabras de Francesca Gnecchi: “Todavía soy yo. No es tarde para nada: no es tarde para redescubrir la profesión, los vínculos, el amor propio, la sexualidad. Todavía podemos encontrarnos en lugares que no habíamos explorado antes”.

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