
Volar: en planeador es otra experiencia
Muy cerca de Buenos Aires hay clubes, como el de Tandil, donde se pueden hacer vuelos de bautismo en estos aviones sin motor. Un programa de fin de semana recomendable
24 de julio de 2005

TANDIL.- Hay un momento especialmente fuerte durante el vuelo de bautismo en planeador. Es ese instante en el que se oye el clac de algo que se suelta o se destraba y se ve cómo el cable que unía el planeador con el avión remolcador cae y se aleja.
Entonces el planeador ya alcanzó una buena velocidad, pero parece suspendido en silencio, como si flotara sobre el campo, mientras el avión de motor se hace cada vez más chico. Da la impresión de que algo termina..., pero apenas empieza.
La experiencia del debut comienza en realidad antes, con piloto y asistentes empujando el planeador hasta la posición justa en la pista. Una pequeña tarea en equipo, casi un acto de camaradería, que sin duda tiene su importancia social.
La aventura sigue con el remolcador arrastrando el planeador por la pista de césped para despegar y levantarlo (con el grado de violencia que esto implica) hasta unos 400 metros y hasta el momento justo de la suelta. Entonces, sí, casi es necesaria cierta preparación psicológica para tan traumático distanciamiento: no todo el mundo acepta así nomás la idea de volar (en este caso, 400 metros sobre las sierras y las canteras de Tandil) sin motor y, ahora, sin cable.
La voz de la experiencia
Parece que Jorge González, el experto piloto de este bautismo, conoce bien esas sensaciones, porque anticipa con tono tranquilizador y paternal cada maniobra. Hasta consulta si se está de acuerdo con, por ejemplo, perder en picada unos cientos de metros. Sólo procede cuando recibe un sí, cómo no, ningún problema, convencido a medias. Y se deja caer a 200 kilómetros por hora sólo para remontar el Grob G103 poco antes de que se convierta en una nueva curiosidad turística contra el cerro San Luis. "Lo bueno es que acá no tenemos un motor que pueda fallar. Además, si te caés, difícilmente te enterarás de qué se siente", aclara el piloto, adivinando que la situación ya da para una dosis de humor negro.
González es secretario del Club de Planeadores de Tandil, que suma más de 140 socios y que el 12 de junio próximo cumplirá siete décadas. Tiene 66 años, es "tandilero como los salamines" y trabaja de mecánico de autos. Aunque aclara: "Como del taller, vivo de volar".
La mayoría de los aficionados al vuelo a vela dicen algo parecido sobre esta actividad, que en verdad está mucho más a mano de lo que parece: hay clubes por todo el país y una decena de ellos está a menos de 350 kilómetros de Buenos Aires. La mayoría realiza vuelos de bautismo y da cursos de piloto. Y aunque seguramente hay excepciones, buena parte de ellos se caracteriza por la predisposición a abrir sus hangares, difundir lo suyo y hacer docencia.
Simbiosis y placer
Al dar vueltas por los cielos de Tandil, si el clac del remolque sube la adrenalina, lo que sigue alcanza para convertir a cualquiera en practicante de este culto aeronáutico. La experiencia de planear es única y, qué paradoja, lo que más llama la atención allá arriba es algo que no está: el ruido y la vibración de motor.
De esto hablan los pilotos de vela y de esto no podrá dejar de hablar quien pruebe por primera vez: volar en silencio es otra cosa. "Volar con motor no me da placer -dice González-. En tantos años ya logré una especie de simbiosis con el planeador. Acá arriba me olvido absolutamente de todo."
"Cuando aterrizo soy otro", reconocerá, luego, Ignacio García, presidente del club y abogado, sobre las cualidades terapéuticas del planeador. "A veces vengo al mediodía, vuelo un rato y después vuelvo a trabajar -cuenta-. ¡Me pueden decir cualquier cosa, pero nada me altera!"
La gran trilogía
Los vuelos de bautismo se hacen, desde ya, en aviones biplaza, con pilotos de experiencia, como González. El detalle interesante es que el novato suele viajar adelante, en la nariz, con la mejor vista. No es un gusto caro: suelen costar un promedio de 65 pesos y duran media hora.
Son naves de materiales ultralivianos y mínimo equipamiento, por lo que el espacio dentro de la cabina es escaso. Al menos en los Grob 103, el pasajero va sentado con las piernas extendidas, muy cómodamente.
García, el presidente, está orgulloso de su club, que no es el más antiguo ni el más grande, pero sí es reconocido por muchos como el de mejor escenografía natural para admirar desde lo alto. Además, permite lo que otros pocos lugares, practicar las tres modalidades de vuelo en planeador: por térmicas, en dinámica o por onda.
Sin entrar en explicaciones técnicas (requerirían un autor más calificado), las tres variantes tienen que ver, en este orden, con el aprovechamiento de corrientes de aire caliente (lo más común en Buenos Aires), del viento y de las masas de aire que chocan contra montañas o sierras. Claro que, aunque perfectamente racional, nada de esto termina de explicar la magia del planeador, ni siquiera para el pasajero frecuente con más millas acumuladas.
Datos útiles
Club de Planeadores de Tandil
Ruta 74, camino a Ayacucho, a 15 kilómetros de la ciudad de Tandil. 02293-431243.
Vuelo de bautismo: 70 pesos.
Favav
Para más información sobre planeadores, Federación Argentina de Vuelo a Vela: 4862-3213, favav@satlink.com.ar
"Ver el mundo desde otro lugar"
Muchas veces me preguntan qué se siente al volar. Y para mí es indescriptible. No encuentro palabras para compartir eso tan especial que es ver el mundo desde otro lugar, sentir que las alas son una extensión de mis brazos...
Incluso en mi primer campeonato nacional, en 1991, sentí casi el mismo cosquilleo en la panza de aquella primera vez en la que me animé a alejarme del campo y vivir un acontecimiento irrepetible. Recuerdo como si fuera hoy esa sensación de ser uno más entre los pilotos. Después de presenciar tantos campeonatos, esa vez fue mi turno.
No había podido comer mucho y llegué antes que nadie a la pista. Me senté en el planeador, se acercaron varias caras conocidas y cada piloto experimentado me dejó un consejo. Los aviones de remolque sacaban uno a uno los planeadores. Los ayudantes corrían. Todo era ruido: de motores, de la radio, de mi altímetro eléctrico, del clic al enganchar mi cinturón.
Llegó mi momento. El avión de remolque se puso cerca; engancharon la soga, mis ayudantes me desearon suerte y cerré la cabina. Y ahí ya no había más ruido, sólo el silencio y el viento rozando mis alas. Las voces habían quedado lejos.
Al llegar a los 500 metros, otro clic. Era el gancho de corte que anunciaba el comienzo de un nuevo vuelo librado. Busqué una corriente ascendente para comenzar la prueba en la mejor ubicación. Varios planeadores nos juntamos en una térmica y formamos lo que se llama una pajarera. Entonces pensé cómo el hombre había logrado imitar al ave y cómo en muchas situaciones naturaleza y máquina se encuentran en un mismo ascenso. Y recordé también cómo el hombre, con toda su tecnología de cabina, sabe que los pájaros son los únicos que nunca se equivocan.
La carrera había comenzado.
Por Alejandro Ferraresso
Para LA NACION
El autor es piloto y miembro del Consejo Superior de la Federación Argentina de Vuelo a Vela.
Cinco alternativas para sumar millas sin motor
1. Albatros
En San Andrés de Giles, el Club de Planeadores Albatros es uno de los primeros en el país: se fundó en 1930. Los bautismos, que se realizan sábados, domingos y feriados, duran entre 15 y 20 minutos y cuestan 57 pesos. Son por remolque de 500 metros. Opción remolque doble (1000 metros), 114 pesos. Cuenta con tres planeadores: Blanick, IS 28 y Janus. Se puede comer en la cantina.
Ruta 7, km 100, San Andrés de Giles. 02325-443557. www.albatros.org.ar
2. Zárate
"Si sólo volaste en avión, no sabés lo que es volar", aseguran en el Club de Planeadores Zárate. Hacen vuelos de bautismo todos los fines de semana. Hay dos opciones: tradicional con remolque por avión, que cuesta $ 70. La opción de remolque por torno, $ 40. Un torno (malacate) equipado con un motor enrolla un cable de acero de 1500 metros que, al estar enganchado al planeador, le da velocidad suficiente para alcanzar una altura de entre 400 y 600 metros en 45 segundos.
Ruta 9 y avenida Antártida Argentina (km 87,5), Zárate. 03487-446111. www.cpz.com.ar
3. Junín
Es común que cigüeñas y chimangos nos acompañen durante el vuelo. Según Javier Gaude, uno de los instructores del Club de Planeadores de Junín, los pasajeros se sienten como un ave más, sobrevolando la laguna de Gómez. Los bautismos se realizan sábados y domingos después del mediodía y cuestan 50 pesos. Duran entre 15 y 30 minutos. El club tiene una larga historia. Se fundó en 1947 y en 1963 fue sede del IX Campeonato Mundial de Vuelo a Vela, el primero que se desarrolló en América. Para los bautismos cuenta con dos biplaza: un Ka-7 y un Janus B.
Acceso: margen izquierdo del camino al Balneario Municipal Laguna de Gómez. 02362-447145 y planeanin@hotmail.com
4. La Plata
Los fines de semana, después del mediodía, en el Club de Planeadores de La Plata se ofrecen bautismos, que duran entre 15 y 20 minutos, por 75 pesos. Desde el aire se aprecia un costado de la Ciudad de las Diagonales, el río, y si está despejado, hasta la costa de Colonia. Ahora están usando un solo planeador, un Blanick L13. Con cada bautismo se entrega a los pasajeros un CD para la PC con imágenes de planeadores.
Calles 137 y 82, La Plata. 0221-4797809, lunes, miércoles y viernes, de 13 a 16. www.planeadoreslaplata.org.ar
5. Cañuelas
Se vuela entre 15 minutos y una hora, todo depende de las térmicas que se encuentren, comenta Marcelo Monez Ruiz, secretario del Club Planeadores de Cañuelas. La cita es sábados, domingos y feriados, entre las 11 y las 17. El bautismo cuesta 60 pesos. El club, con más de 60 años, tiene campo propio, donde se puede hacer asado. Poseen dos Blanick biplaza.
Ruta 3, km 72,5, Cañuelas. 02226-431460 y 1541489845; www.planeadorescanuelas.com.ar
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