Si hay algo que me gusta en este mundo, son las personas que hacen. Las que se mueven. Las que inventan. Las que se atreven y se animan. Las que están atentas. Abiertas. Las que se cansan, como todos, pero que igual siguen buscando porque saben que siempre hay algo mejor.
Y me gustan porque ya entendieron que no está bueno tomarse a uno mismo tan en serio. Porque ya se avivaron de que no somos ni tan importantes ni tan necesarios. Porque no se observan continuamente, ni se estudian, ni se miden en comparación con los otros.
Personas que nos cruzamos todos los días, en la calle, en el trabajo, en la vida.
Me gustan porque no hacen las cosas por el aplauso ni para conquistar un título. Porque eluden la crítica. Y porque no pierden su tiempo ante el qué dirán, qué pensarán o cómo los mirarán.
Me gustan porque viven como si todo fuese un juego y ese juego tuviese una única regla: jugar, pero jugar con todo. Eso. Como dice la canción: ante la duda, todo.
Me gustan porque desafían los límites, los reales y los imaginarios. Y quitan con destreza los obstáculos que encuentran en el camino. Porque no manejan certezas, y si llegaran a tener alguna, sería sólo aquella que se desprende de la intuición, de esa voz interna que muchas veces se aplaca pero que es, en definitiva, la que señala el auténtico camino.
Me gustan porque avanzan como si no existiese el fracaso, y si bien conocen de los riesgos y el error, se mueven sin miedo, sin la amenaza de estar preguntándose si conviene o no conviene.
Personas con quienes compartimos nuestros espacios, nuestro tiempo, largas charlas y hasta momentos de dolor.
Me gustan porque no miden el costo ni, mucho menos, el beneficio. Porque mientras estamos meditando si damos un paso y controlamos el terreno para que esté bien firme y seguro, ya saltaron y están del otro lado disfrutando. Porque no se dejan arrastrar por lo que hay que hacer, lo que hay que decir o lo que hay que pensar.
En definitiva, porque van detrás de lo que sienten, de lo que son. Porque confían y creen en ellas mismas. Porque tienen un sueño y quieren que ese sueño se haga realidad. Porque saben que lo de ayer ya pasó. Que mañana todavía no existe. Y que lo único que importa es hoy. Por eso me gustan: porque viven, porque están despiertas y porque ya se dieron cuenta de que a la vida hay que vivirla, pero vivirla hoy.
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