

Lo primero que dijo cuando nos sentamos a comer fue que su pareja estaba mejorando, que después de años y años de crisis, de peleas, de silencios interminables, finalmente algo empezaba a cambiar. En ese momento, nos quedamos calladas y dejamos que hablara. Contó cómo, en el último tiempo, el panorama estaba tranquilo y, por primera vez, sentía que podía dialogar con su pareja, que en su casa había cierta armonía y buen clima. "Tanto invertiste, tanto insististe que, al final, lo estás logrando", dijo una de nosotras, y otra acotó: "Es como el bambú japonés". Y enseguida explicó: "Cuando uno planta una semilla de bambú, durante mucho tiempo no sucede nada. Uno riega y riega, y nada. Hasta que durante el séptimo año, el bambú comienza a crecer y puede llegar hasta los 30 metros en pocos meses. ¿Qué pasó? Durante todos esos años, la planta se estuvo preparando para su salida a la superficie, sus raíces fueron creciendo, tomando fuerza, fue un trabajo de muchos años, arduo, silencioso, que finalmente salió a la luz".
Me pareció una buena metáfora de lo que tiene que haber pasado mi amiga: el tiempo dedicado no fue en vano. Ella solía estar en conflicto, pero no bajaba los brazos. Todo lo contrario, le ponía fuerza y empeño. Quizá demasiado para muchas de las que la escuchábamos siempre. Por eso, más de una, en algún momento, le sugirió que lo mejor era que se separara, que apostara por algo más tranquilo, que la vida en pareja no tiene por qué ser conflictiva y que si está rodeada de problemas, hay algo que, definitivamente, no funciona. Ella escuchaba nuestros consejos e, incluso, evaluó separarse, pero luego lo descartaba. "Por qué lo voy a dejar, si yo lo quiero", era su respuesta. Siempre me gustó lo que decía, su apuesta al amor a pesar del conflicto o con el conflicto incluido. Un combo difícil, pero real, absolutamente real.
En este febrero que, poco a poco, y por una costumbre importada que no siempre cae bien, se impone como el mes del amor, éste es nuestro tema central en OHLALÁ! Una celebración al amor, a la pareja y a ese desafío diario que supone la vida de a dos. Mientras el mes avanzaba y la nota de tapa daba vueltas, surgieron miles de preguntas. ¿De qué nos enamoramos? ¿Por qué al principio ese hombre es nuestro superhéroe y esa imagen, poco a poco, se empieza a desdibujar? ¿Qué pasa en el camino? ¿Quién es esa otra persona realmente? ¿Qué proyectamos en él? ¿En qué lugar nos ponemos?
Buscamos respuestas, muchas veces, imposibles. Pero algo concluimos, y es que el amor se construye y se sostiene a lo largo del tiempo y de las experiencias cotidianas, de esa rutina que se forma de a dos. Y que si logramos mirar al otro como realmente es, atravesamos las zonas difíciles y dejamos de lado proyecciones y esas ilusiones falsas que a veces nos hacemos, podemos crecer, y la vida en pareja sumará.
Las apuestas, muchas veces, son arriesgadas y pueden no funcionar, pero vale la pena creer en el amor y darse la oportunidad.
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