

BELO HORIZONTE.– No hace falta hablar mucho con un lugareño para que la frase surja espontánea: Belo Horizonte no tiene mar, pero tiene botecos. Para constatarlo basta caminar un poco por las avenidas de esta ciudad, engalanadas con canteros llenos de verde. Aunque es en las callecitas donde estos tradicionales bares alcanzan su máxima expresión. Es que aquí buena parte de la vida pasa por los botecos.
No se destacan por su decoración, lujo ni grandes comodidades. Todo lo contrario. Sólo basta una cerveza gelada, amigos y un tira-gosto, algo así como nuestras picadas, pero con ingredientes y sabores locales. Y en esta pujante ciudad, capital del estado de Minas Gerais, con 2,4 millones de habitantes, funcionan 12.000 bares: uno por cada 200 personas. Todo un récord, que la llevó a ser conocida como la Capital Nacional del Boteco. Y si de barrios se habla, Savassi es la zona: allí hay unos 40 bares, para todos los gustos, en poco más de diez cuadras.
Hay que acomodarse un rato en uno de estos locales para dejar de lado esa creencia de que el minero es reservado, que viene del siglo XVIII, cuando Ouro Preto, a unos 100 kilómetros, florecía por el hallazgo de metales y piedras preciosas. Para mantener en secreto la ubicación de los yacimientos lo mejor era el silencio.
Con gusto a mucho
La Comida di Buteco, un megaencuentro que homenajea la gastronomía de estos bares, tuvo su cierre en la Fiesta de la Saideira, el 19 y 18 del mes último, con más de 30.000 personas en un predio de 36.000 metros cuadrados de la avenida Cristiano Machado, en el nordeste de la ciudad.
Y en el país de las cifras siderales, el festival no se quedó atrás. Se estima que durante la votación unas
500.000 personas comieron en los botecos, donde hubo colas de hasta dos horas, y en la Fiesta de la Saideira se vendieron 60.000 platos y 160.000 cervezas. Además, los bares más votados triplicarán este año su clientela y las comidas pasarán a formar parte importante de las cartas. ¿Los costos? Por unos 55 pesos se puede comprar en los bares del centro un tira-gosto para tres comensales, cervezas incluidas.
“La idea del festival es rendirle culto a esa cocina simple que se perfeccionó con el tiempo. Estos bares son parte de nuestras vidas. En ellos conocemos a nuestras esposas, hacemos amigos y cerramos negocios”, explica Eduardo Maya, gastrónomo y productor del encuentro culinario, uno de los más importantes del país.
En su novena edición, el festival tuvo 41 bares seleccionados, que despacharon sus platos sin pausa para una multitud que disfrutó de diez shows musicales, en especial los de Vander Lee, Velha Guarda da Portela y Monobloco, que hace furor aquí al paso del samba, pero con ritmos más rápidos y electrónicos.
La competencia comenzó un mes antes, cuando 130.000 personas votaron en los bares al mejor tira-gosto, teniendo en cuenta sabor, creatividad y presentación de los platos, además de la temperatura de la bebida, la higiene y la atención del local.
Y si bien los botecos ofrecen platos convencionales, como caldos de feijäo y de mandioca, croquetas de bacalao y el tradicional feijäo tropeiro (frijoles con harina de mandioca y carne seca), entre otros, en la competencia la vedette fueron las picadas y la creatividad. En este sentido, tal vez el más osado haya sido el bar Familia Paulista, del barrio Ciudad Nueva, que elaboró un plato con gallina, cerdo, crema de frijoles cocidos espesada con salsa de mandioca, pero a la usanza oriental. Su nombre: Sushi Minas.
Sin embargo, los botecos no son lo que fueron. De ser lugares de encuentro exclusivos para hombres en busca de cerveza o cachaça, ahora atraen por igual a los clientes y ofrecen una cocina de renovados sabores, sin olvidar las influencias portuguesas, indígenas, de los esclavos y buscadores de oro.
Lo que no varió fue la presencia de sus dueños, todo el día al frente de la cocina. Así se lo encontró durante el festival a Tácio, propietario de Chic Tácio, en Itamaraca 25, un clásico nacido en los años sesenta. “La clave es una clientela de amigos, la mano del cocinero y la temperatura justa en la cerveza”, dice, sin dejar de freír croquetas.
Claro que a la hora de las sugerencias, siempre se caerá en injusticias ante tantas propuestas. Una posibilidad es llegar a Patorroco, en Turquesa 875. Su fisonomía es la de muchos botecos: amplias aberturas, del techo al piso; paredes y techos coloridos, veredas ocupadas con sillas y mesas de plástico, según la cerveza patrocinante, y el murmullo constante de la clientela. No estaría mal pedir un plato que fue bien recibido en el Festival 2007: el Acarajé Mineiro, adaptación del tradicional plata bahiano. Lleva crema de milho con queso y lengua. Otra opción es el Caviar Minero, con carne picada salteada con ajo, cebolla y hierbas, queso y pimienta rosa.
Si llega hasta Américo Macedo 645, se encontrará con el Bar do Doca, donde se sirve Moqueca de Carne de Sol, un medallón de carne con queso y banana, palmitos y pimienta, acompañado por un torresmo. ¿Qué es eso? Un chicharrón de panceta que llegó a estas tierras de la mano de los esclavos de Bahía que trabajaban en las minas de oro y diamantes. Con el tiempo se convirtió en un plato típico aquí y este año, por primera vez, también fue puesto a votación pública.
Ahora, la idea es exportar la Comida di Buteco a otras ciudades. Agosto sería el turno de Río de Janeiro, y octubre, de Salvador. Mientras, Belo Horizonte vive a toda hora en estos bares, al ritmo de la música del samba, la bossa nova o el clásico local Cruzeiro-Atlético Mineiro, seguido con pasión desde cada una de las mesas. O en la saideira. Sí, así se llama a esa última copa que aquí, de boteco en boteco, siempre se hace esperar.
Los más votados
- Bar da Cida. Albóndigas con salsa de la casa, papas y aceitunas negras. Nogueira 287.
- Bar do Zezé. Rabo de cerdo, lomo y hierbas. Pinheiro Chagas 406.
- Agosto Butiquim. Carne de lagarto con tostadas temperadas, jengibre, limón y sal. Numa Nogueira 287.
- Un clásico: Café Palhares. Se sirve el famoso Kaol, creado en los años 50. Lleva las iniciales de sus ingredientes: arroz, huevo y lengua. La k corresponde a la cachaça. Su versión actual incorporó un torresmo y harina de mandioca. En Tupinambás 638.
Cultura y cocina
El festival no sólo se ocupó del arte culinario. Arte no Banheiro llevó las obras de 41 artistas plásticos a los baños de los botecos. Además, músicos del samba, bossa nova e choro fueron a los bares para interpretar a Cartola, a 100 años del nacimiento de uno de los músicos más notables de Brasil.
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