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Casi voyeuristas: por qué nos cautiva la literatura epistolar amorosa




Créditos: Corbis

¿Hay algo más íntimo que lo que se dicen los amantes? ¿Es lo que se hace entre las sábanas o las confesiones de los enamorados lo que despierta las fantasías eróticas de los que estamos fuera de ese juego de otros,? Un juego privado del que sólo podemos ser espectadores, o en su defecto, lectores.
Algo de ese mundo íntimo, formado de pasión y palabras, se propusieron recrear Guillermo Saccomano y Fernanda García Lao, como pareja de escritores argentinos, en Amor invertido, la novela erótica situada en el cambio del siglo XIX al XX, editada por Planeta.
Cuentan los autores en un reportaje publicado en el blog de Eterna Cadencia que, frente a los viajes y las distancias sintieron la necesidad de dar una respuesta como escritores.
Decidieron que, durante esos distanciamientos, en lugar de mandarse mails con la urgencia de los enamorados, iban a enviarse los capítulos de una novela epistolar. Sin reglas ni plan, lo único en que se pusieron de acuerdo es que se escribirían una carta por día, él con el rol de la mujer, ella con el del varón.
Así inventaron una novela picante y desacatada, irreverente y fantasiosa, difícil de clasificar, pero que nos da la excusa perfecta para adentrarnos en el mundo de la novela epistolar amorosa.
Guillemette y Ferdinand huyen de París tras haber participado en una operación en donde les intercambiaron los corazones. Ella viaja a América y él viaja por Francia y en esa distancia se envían cartas que rememoran sus encuentros eróticos. Su correspondencia mantiene vivo el deseo y alimenta promesas de futuros placeres, aunque en el lapso en el que peregrinan por el mundo y, probablemente como efecto del extraño experimento al que fueron sometidos -el corazón femenino en un cuerpo masculino y viceversa- vivirán experiencias sexuales ilimitadas. Vivencias que, en sus misivas, describirán para su destinatario en detalle, sin dejar de jurarse amor eterno.
Con menos erotismo pero quizá con el mismo espíritu fantástico Julio Cortázar había ensayado un truco literario que -¿adivino?- precedió a la fórmula de Amor invertido. En Carta a una señorita en París le escribe a su novia francesa para contarle que se fue a vivir a su departamento porteño en la calle Suipacha, donde cada detalle le recuerda a ella y donde además perpetrará algunos actos incomprensibles que le confiesa en las cartas.
Pero los autores reconocen su inspiración en la literatura francesa, en los referentes de la literatura erótica: Sade,Laclos, Grushenka, Apollinaire. "Todo escritor, y nosotros no escapamos a la regla, —dice Guillermo Saccomanno en la entrevista—escribe con sus influencias. En este caso, donde se trata deliberadamente de incursionar en la literatura de género, no podíamos estar ajenos a la literatura que nos marcó. Nuestro gesto (con perdón de la palabra porque en estos tiempos puede ser peligroso, te acarrea un juicio de Kodama y después te termina defendiendo la viuda de Lamborghini) "borgiano" consistió en que si Borges se apropió de la literatura inglesa, por qué nosotros no nos íbamos a apropiar de la literatura francesa".

Les transcribo un párrafo del libro y lo recomiendo a quienes quieran disfrutar de una novela distinta a todo lo conocido, pero también un elogio al género epistolar, a la cualidad erotizante de las palabras y un soberbio uso del lenguaje.
"Cañadón Huelche, 3 de julio…
Adorado Fernand,
No imagina el tumulto de latidos, convulsiones
y estremecimientos que produjo el arribo de su letra. Padecí un desmayo. Cuando volví en mí, el pastor Murray había aflojado mi camisa y liberado mis senos. Mientras los frotaba con unción, introducía su lengua áspera en mi boca. Un ejercicio de salvataje, se excusó. Su modo de hacerme volver en mí. Pero no volví en mí: volví en usted, querido. Cuando daba perdida toda chance de recobrar nuestra relación, a punto ya de cometer un acto sin retorno, había venido el pastor Murray con su misiva. Los galeses son hospitalarios, pero también gente inclinada a la severidad. Acá toda la vida —el trabajo, la familia, los noviazgos, los juegos— gira en torno a la capilla. Y si bien me he adaptado a las rutinas de la comunidad, cuando los domingos acudo a misa, debo mentir mis verdaderos sentimientos en el confesionario." Sigue acá.

El género epistolar

Créditos: Corbis

El género epistolar tiene como forma de expresión un texto que no sabemos si sobrevivirá a los embates de los nuevos formatos digitales que ocupan en estos días el diálogo entre las personas, y en los enamorados de este siglo.
Aunque la carta ya no cumpla la función de antaño, cuando era el medio privilegiado de comunicación entre las clases cultivadas y letradas, el género de la novela epistolar sigue teniendo vigencia en la literatura.
Si antes era una necesidad impuesta por las distancias, si las cartas larguísimas escritas con pluma y guardadas en sobres lacrados viajaban por semanas o meses de un lugar a otro, fuera a unos pocos kilómetros de distancia en una misma ciudad para concertar una visita, o entre países para transmitir noticias, pensamientos y sentimientos, hoy las cartas solo se escriben con una intención: transmitir los sentimientos. Para otro tipo de comunicaciones resultan más eficaces las nuevas tecnologías.
No hay mensaje de texto o whatsapp –el email podría ser una excepción aunque no podemos ponerle perfume ni sellarlo con un beso implantado a puro rouge- todavía sentimos esa fascinación cuando un sobre de un ser querido nos llega por correo.
Es que la carta de amor todavía tiene una función irreemplazable: no hay whatsaap ni emoticón que permita expresar los sentimientos profundos como las palabras escritas de puño y letra.
Los invito a rememorar algunos de los intercambios epistolares de amantes célebres, hoy clásicos del género que, en su momento, resultaron cuando menos, osados.

Clásicos de la literatura epistolar amorosa

Anaïs Nin y Henry Miller, una pasion literaria: correspondencia (1932-1953)
"Quiero decir que no puedo ser absolutamente leal, no está dentro de lo que soy capaz. Me gustan las mujeres, o la vida, demasiado… No sé cual de las dos cosas. Pero ríe, Anaïs. Me encantaría oírte reír. Eres la única mujer que tiene un sentido de la alegría, una sabia tolerancia; no, es más, parece que me instas a que te traicione. Por eso te amo. Y ¿qué es lo que te lleva a hacer eso, el amor? Es hermoso amar y ser libre al mismo tiempo.
No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello. Eres realmente fuerte. Me gusta incluso tu engaño, tu traición. Me parece aristocrático (¿suena inapropiada la palabra aristocrático en mi boca?).
Sí, Anaïs, pensaba en como traicionarte, pero no puedo. Te deseo. Quiero desnudarte, vulgarizarte un poco… no sé, ay, lo que me digo. Estoy un poco bebido porque tú no te encuentras aquí. Me gustaría dar una palmada y Voilà, ¡Anaïs! Quiero que seas mía, usarte, follarte, enseñarte cosas. No, no siento aprecio por ti, ¡no lo permita Dios! Tal vez quiera hasta humillarte un poco, ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué no me arrodillo ante ti y te adoro? No puedo, te amo alegremente ¿Te gusta eso? Y querida Anaïs, soy tantas cosas. Ves solamente las cosas buenas ahora, o al menos eso es lo que me haces creer. Quiero tenerte al menos un día entero conmigo. Quiero ir a sitios contigo, poseerte. No sabes lo insaciable que soy, ni lo miserable, además de egoísta.
Me he portado bien contigo. Pero te advierto, no soy ningún ángel. Pienso principalmente que estoy un poco borracho. Me voy a la cama; resulta demasiado doloroso permanecer despierto. Soy insaciable. Te pediré que hagas lo imposible. No sé lo que es. Probablemente tú me lo dirás. Eres más rápida que yo. Me encanta tu coño, Anaïs, me vuelve loco. Y tu manera de pronunciar mi nombre. ¡Dios mío, parece irreal! Escucha, estoy muy ebrio. No soporto estar aquí solo. Te necesito. ¿Puedo pedírtelo todo? Puedo ¿Verdad? Ven enseguida y fóllame. Descarga conmigo. Rodéame con las piernas. Caliéntame..." Publicada por Editorial Siruela.
Cartas de amor a Nora Barnacle - James Joyce
"6 de diciembre de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín
¡Noretta mía! Esta tarde recibí la conmovedora carta en la que me cuentas que andabas sin ropa interior. El día veinticinco no conseguí las doscientas coronas sino sólo cincuenta, y otras cincuenta el día primero. Esto es todo en lo que al dinero se refiere. Te envío un pequeño billete de banco y espero que al menos puedas comprarte un lindo par de bragas, te mandaré más cuando me paguen de nuevo. Me gustaría que usaras bragas con tres o cuatro adornos, uno sobre el otro, desde las rodillas hasta los muslos, con grandes lazos escarlata, es decir, no bragas de colegiala con un pobre ribete de lazo angosto, apretado alrededor de las piernas y tan delgado que se ve la piel entre ellos, sino bragas de mujer (o, si prefieres la palabra) de señora, con los bajos completamente sueltos y perneras anchas, llenos de lazos y cintas, y con abundante perfume de modo que las enseñes, ya sea cuando alces la ropa rápidamente o cuando te abrace bellamente, lista para ser amada, pueda ver solamente la ondulación de una masa de telas y así, cuando me recueste encima de ti para abrirlos y darte un beso ardiente de deseo en tu indecente trasero desnudo, pueda oler el perfume de tus bragas tanto como el caliente olor de tu sexo y el pesado aroma de tu trasero.
Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos. Te sueño a veces en posiciones obscenas. Imagino cosas muy sucias, que no escribiré hasta que vea qué es lo que tú me escribes." Leer la carta completa.
Cartas a Milena, Franz Kafka
Puesta teatral de Calico (obra basada en las cartas de Kafka a Milena), en el Duke of York Theatre de Londres.

Puesta teatral de Calico (obra basada en las cartas de Kafka a Milena), en el Duke of York Theatre de Londres. - Créditos: Corbis. Copyright Robbie Jack

"Hace mucho tiempo que no le escribo, señora Milena, y también hoy le escribo por una casualidad. En realidad no tengo que disculparme de mi silencio, usted ya sabe cómo odio las cartas. Toda la desdicha de mi vida -no quiero con esto quejarme, sino hacer una observación de interés general- proviene por así decir de las cartas o de la posibilidad de escribirlas. Las personas casi nunca me han traicionado, pero las cartas siempre; y en verdad no las ajenas, sino justamente las mías. En mi caso es una desgracia muy especial, de la que no quiero seguir hablando, pero al mismo tiempo es también una desgracia general. La sencilla posibilidad de escribir cartas debe de haber provocado -desde un punto de vista meramente teórico- una terrible desintegración de almas en el mundo. Es en efecto una conversación con fantasmas (y para peor no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el del remitente) que se desarrolla entre líneas en la carta que uno escribe, o aun en una serie de cartas, donde cada una corrobora la otra y puede parecerse a ella como testigo. ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas podían comunicarse mediante cartas? Se puede pensar en una persona distante, se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican, en efecto, enormemente. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo; y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, que es la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano, pero ya no sirven, son evidentemente descubrimientos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso, después que el correo inventó el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros en cambio pereceremos.
F. Kafka". Publicado por Alianza Editorial

Próximo encuentro jueves 13 de agosto: un cuento de Wilde

Les propongo que para el próximo encuentro leamos como sugirió Florisel El fantasma de Cantervill de Oscar Wilde, abusando de la gentileza de Ciudad Seva. Y que en este foro intercambiemos opiniones y títulos de la literatura epistolar amorosa. ¡Que viva el amor!
Como siempre, pueden escribir a clubdelecturaohlala@gmail.com
¡Los esperamos!

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