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¿Chéjov es para reír o para llorar?

Conversamos con Luis Gruss sobre Chéjov el autor de los cuentos sin trama y sin final.




Anton Chéjov y su mujer, Olga

Anton Chéjov y su mujer, Olga - Créditos: Corbis

Lo primero que leí de Anton Chéjov fue una lista. Iba al taller de escritura de Luis Gruss quien, en uno de los encuentros, como consigna para escribir, nos entregó una selección de párrafos que llamó "Chejovianos". Era un listado confeccionado por él mismo en el que había copiado párrafos u oraciones de distintos cuentos de Chéjov.
Teníamos que elegir una de esas frases y usarla como primer renglón de nuestro cuento.
Yo elegí este texto (como no leí todos los cuentos, todavía no ubiqué a cuál pertenece): "Me hubiera gustado escuchar su voz y conversar con ella. Me hubiera gustado mirar de cerca sus ojos profundos. Me hubiera gustado decirle que bajara de su coche para caminar conmigo. Pero al final se interpuso la convención." Y contrariamente a lo que pensé que dispararía no me salió una historia de amor. Algo en esas palabras hizo que recordara a mi madre y terminé escribiendo un monólogo interior sobre su ausencia: Lilia en la distancia.
Así fue cómo el escritor ruso influyó en mí antes incluso de haber leído su obra. Lo que explica de algún modo el carácter de clásico que distingue a unos autores de otros. Su capacidad de volverse universales, permanecer en las consciencias a través del tiempo y las geografías, de que como el átomo sea suficiente una parte del todo para evidenciar su grandeza.
Más allá de mi anécdota personal, la cuestión es que en los encuentros del taller Luis mencionó a Chéjov prácticamente en todas las clases. Cada vez que nos corregía algo o que presentaba una propuesta disparadora, nos leía algo o nos contaba alguna anécdota, alguna declaración suya sobre el oficio de escribir, siempre para marcar el valor de lo simple, enseñarnos a eliminar adjetivos y opiniones innecesarias. De ahí que no se me ocurrió mejor interlocutor para conversar sobre los cuentos que venimos leyendo juntos.
Luis Gruss, además de ser tallerista y profesor de periodismo, escribió libros de cuentos, poesías y dos ensayos sobre literatura: Lo inalcanzable, las mujeres en la vida de Franz Kafka, Fernando Pessoa y Cesare Pavese y El silencio, lo invisible en la vida y el arte, ambos publicados por editorial Capital Intelectual.
"Yo no soy escritor, soy una persona que escribe", explica cuando describe el sentido de su blog Suspendé el viaje como un lugar de literatura y de pensamiento. "Si yo quiero ver qué es lo que pienso sobre alguna idea vaga que tengo de algo, para saber lo que pienso lo escribo. Al escribir, pienso", descubre.
Pensemos y escribamos entonces sobre nuestro tema de hoy para el Club.
-¿Cómo llegaste a Chéjov?
- Empecé a leer desde muy chico porque mi casa era una casa de militantes políticos comunistas. Los comunistas pese a todos sus defectos eran cultos y leían mucho. En mi casa se leía Chéjov, Tolstoi, Pablo Neruda. Así que yo los leía y escribía poesía a los 14 años. Era poesía mala, pero no obstante rescato que me dio cierto sentido del ritmo. Para la escritura lo musical es muy importante. Si en escritura algo no suena no va, tiene que sonar bien al oído. Así empecé a leer a Chéjov y sigo releyéndolo cada tanto.
-¿Qué es lo que te gusta de este escritor?
- Primero, que él no se reconocía a sí mismo como escritor. Siempre decía "yo soy médico rural". Iba a caballo, atendía pacientes, vivía en un departamento donde había un ruido bárbaro, bebés llorando. Tuvo muchos problemas económicos hasta que descubrió que un diario ruso pagaba por línea y entonces empezó a escribir cuentos. Por eso no hay novelas de Chéjov. El empezó a escribir por necesidad, con mucho conocimiento de la vida que le dio su profesión de médico. Sabía muchas cosas de la vida.
- Cosas que siguen vigentes aunque el mundo haya cambiado.
- Sí, fue un autor mucho más moderno que los llamados modernos. Su gran seguidor en Estados Unidos es Raymond Carver a quien se conoce como el Chéjov americano. Después que murió muy joven por alcoholismo, porque cuando dejó el alcohol ya era tarde, su mujer Tess Galagher que es poeta, encontró una lista de cosas que él quería hacer y una de ellas era viajar a Rusia para visitar la tumba de su autor preferido. Carver tiene un cuento hermoso donde cuenta la muerte de Chéjov, con datos ciertos, pero con su toque poético que se llama Tres rosas amarillas.
- Tolomea, participante del Club de Lectura OHLALA! pregunta qué autores argentinos con influencia chejoviana conocés, si los hay.
- No hay escritor de país alguno que no esté influido por Chéjov, Tolomea. En Estados Unidos, además de Carver fue John Cheever. En nuestro país me animaría a nombrar a Andrés Rivera, muy escueto como Chéjov, y a Abelardo Castillo, igual de realista pero en un sentido amplio.
- Escueto, realista. ¿Podemos decir también que Chéjov es irónico?
- Sí, por eso me gusta tanto. Es irónico y no tiene miedo a decir las cosas. Él se dio cuenta de la pobreza de esta vida, de que no entendemos nada. Porque, seamos honestos, no entendemos. Mucha gente se hace la que sabe y se aferra a cualquier conocimiento vacuo. Pero no es así, sabemos muy poco realmente. Por eso yo siempre pienso que la respuesta a nuestras preocupaciones está en la literatura, donde los hechos no importan tanto.
- Eso se ve en los cuentos que leímos para hoy, Una bromita, Sobre el daño que hace el tabaco y Los veraneantes. Pareciera que no existe en ellos el clásico nudo y desenlace.
- Así es. Y también ocurre eso en El beso, un relato terrible, una historia construida sobre la nada. Hay un soldado en una fiesta y de repente se aburre. Eso es muy típico en Chéjov, que además de cuentista fue un gran dramaturgo, con obras como La Gaviota, y Las tres hermanas. Siempre en sus obras alguien va a decir algo como "qué aburrida esta tarde", o alguien mira por la ventana y dice "Llueve…" y vos sentís que ahí hay algo pesado, no es un llueve nada más. Tiene cierta carga.
Interpretación teatral de La Gaviota en Londres

Interpretación teatral de La Gaviota en Londres - Créditos: Corbis

- Y sin un solo adjetivo. Estábamos en El beso.
- En un momento, el hombre decide subir las escaleras de la casa, entra en un cuarto que estaba oscuro y se le acerca una mujer que lo abraza, le dice por fin llegaste y le da un beso en la boca. Cuando la mujer lo besa se da cuenta de que ese no era el hombre que ella estaba esperando y se va corriendo nerviosa y el hombre queda tildado. Nunca le había pasado nada semejante, vuelve al salón y mira a las mujeres y no tiene idea de quién puede ser porque no la había visto. Todo el cuento consiste en el proceso que él hace, primero de enamoramiento excesivo, porque nadie puede enamorarse de alguien que no conoce por mejor que haya sido el beso, y después de duelo. Para los que nos interesa un poco el psicoanálisis vemos las distintas fases por las que va pasando el personaje hasta que al terminar el cuento se anuncia una nueva fiesta en esa casa y él decide no ir. Y ahí uno dice bueno terminó el duelo, comprendió. Es un relato basado en nada y por eso mismo explica lo profundo del ser humano. Cuántos de nosotros hemos vivido historias similares, donde hemos hecho enormes construcciones amorosas e intelectuales sobre la base de cero, de humo. Ese es Chéjov.
- Es cierto, cuántas veces nos enamoramos por un cruce de miradas o una linda voz. Contáme qué te parece La broma.
- Ahí se ve también. Un hombre le dice te amo a una mujer mientras viajan en trineo pero cuando ella le pregunta qué dijo él dice que no dijo nada, habrá sido el viento. Ella nunca sabrá si lo que escuchó fue o no real pero igual lo espera.
- ¿Y el cuento que más te gusta?
- Me gustan muchos, pero el más famoso de todos es La dama del perrito, una historia de amor entre un hombre y una mujer que estaban casados, se conocen en una playa de Yalta en Rusia y el hotel de vacaciones ella va con un perrito el hombre se acerca y dice qué lindo perrito y ahí empieza la historia entre ellos, van a un hotel incluso – Chéjov fue un escritor del siglo diecinueve, por eso el sexo no aparece mucho pero esta aludido- hay una escena donde ella llora por culpa o por no entender lo que había pasado, y el hombre mientras come sandía. Que el hombre coma sandía mientras la mujer llora quiere decir que no le importa nada, que ya pasó, ahora está en otra. Pero eso no es todo, porque vos pensás que la historia terminaba ahí pero no es así. Cada uno se vuelve a su ciudad y deciden encontrarse en un teatro. Allí transcurre una escena muy cinematográfica donde ellos suben y bajan escaleras y el narrador, que es Chéjov, de pronto dice esta historia no solo no terminaba sino que recién acababa de comenzar. Deja un final abierto. Por eso es moderno. Un final así en esa época era insólito.
Museo Chéjov en Rusia

Museo Chéjov en Rusia - Créditos: Corbis

- Otro rasgo es que era muy sintético.
- Sí, claro. Iba a la médula, no era palabrero. Hay una anécdota muy famosa en la que estaba corrigiendo un cuento escrito por él, cortando palabras, eliminando frases. Entonces unos amigos que estaban con él y habían leído el cuento le dicen si seguís sacando frases la historia va a quedar limitada a había un hombre y una mujer, se conocieron, se casaron fueron infelices. Entonces Chéjov los mira y les dice puede ser que quede eso nada más ¿pero acaso no son así las cosas?

LEEMOS UN CUENTO

¿Qué les parecieron los cuentos para hoy? ¿Descubrieron algo más sobre Chéjov y sus influencias? ¿Alguna propuesta nueva? Recuerden que sus comentarios y aportes hacen la sección. Gracias por compartirlos en este espacio y por los mails que mandan a clubohlala@gmail.com .
Para la próxima, les propongo saltar del realismo chejoviano a algo de ciencia ficción. Les dejo el link de Ciudad Seva, para que leamos juntos Cuento de Navidad de Ray Bradbury, y otros del mismo autor. De paso, les comento que estoy leyendo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip Dick y viendo Los juegos del hambre en Netflix.

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