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De sueños y metas: el camino para que no sólo quede en el deseo




Acción

Acción

De chica soñaba con ser madre joven y tener cuatro hijos, igual que mamá y papá.
Joven para tener toda la energía del mundo; joven para proyectar y construir la vida junto a ellos en todas sus facetas. Sí, tal como había sido en mi infancia y adolescencia, época en cual saltábamos de una casa alquilada a otra y la economía familiar siempre estaba ajustada hasta el último ojal del cinturón. Pero las carencias no importaban. Las vacaciones jugando con la manguera, subiéndonos a los árboles cargados de moras, paseando por las vías muertas y el aroma a pan casero de mamá, eran suficientes para ser felices.
De adolescente, la fantasía de los hijos pasó a último plano. ¡Había tanto nuevo por descubrir! Después llegó la juventud, llena de sueños, entre ellos el de encontrar el verdadero amor.
Hubo buenas historias y otras algo mediocres, pero no Amor con mayúscula. No en el sentido del amor honesto y profundo. Hubo noviazgos largos, grandes enamoramientos, y hasta un matrimonio. Pero entre aquellos hombres, no estaba mi compañero, el padre de mis hijos.
Para lo que sigue, comparto este tema. Hermosísima letra y canción:
Los años pasaron y un día desperté con 38 años, sin pareja, sin hijos y, de pronto, la idea cada vez más instalada de congelar óvulos.
Al investigar sobre ello, me resultó curioso observar como en las notas relacionadas al tema, los motivos que se exponían para explicar por qué la maternidad hoy se retrasa tanto eran el bienestar económico, la realización profesional de la mujer o el hecho de sentirse o no preparada mentalmente.
En ningún lado se mencionaba el amor, en ningún lado se mencionaba al padre, como si éste fuera un actor secundario y no influyente a la hora de tomar la decisión de ser madre. Curioso.
Respeto todas las decisiones y personalmente considero que cualquiera sea el motivo, congelar óvulos es un buen camino para dejar las puertas abiertas a una potencial maternidad saludable para un futuro. En mi caso, para cuando llegue el buen amor, el padre. Así mismo, también dejo las puertas abiertas para la adopción. Y si no llega la pareja, la vida seguro tendrá muchas otras cosas maravillosas para regalarme. Sinceramente no me imagino criando a un hijo sin un padre, sin un compañero en la travesía. Pero esa soy yo y cada ser es un mundo. Creo que no hay correcto o incorrecto en esta vida, en este mundo de por sí peculiar.
En definitiva, las vueltas de la vida son extrañas, impredecibles y la maternidad puede no llegar en tiempos ideales. Quizás, para cuando las condiciones emocionales sí estén dadas, el cuerpo ya no se encuentre preparado y se agoten las posibilidades de tener hijos biológicos, tal vez porque ya no somos capaces de producir óvulos o porque los que tenemos no presentan una calidad adecuada, como me comentó el médico después. Por eso es que decidí hacerlo.
Compañero de vida

Compañero de vida

Recuerdo el día que llegué a la primera consulta. El profesional que me atendió fue muy amable. La charla duró una hora y media. Más allá del buen corazón de médico y el buen trato, me quedó claro que la conversación franca respondía a motivos transparentes: por un lado, si como paciente uno sigue adelante, el profesional cobrará mucho dinero, por otro, la clínica sólo puede realizar este tipo de procedimientos si la interesada produce óvulos de calidad, o sea, si es fértil. Para mantener el prestigio y justificar las grandes inversiones, se procede cuando hay una probabilidad alta de éxito. Éxito significa congelar óvulos fuertes, óvulos que en un futuro puedan convertirse en embriones saludables.
Después de la primera consulta, volví a casa con una serie de órdenes para realizarme diversos análisis y cierta confusión en mis pensamientos. Esa confusión no tenía que ver con la claridad del médico. No. Él me había dado una clase magistral. Lo que sucedía es que de pronto fui sumamente consciente de sus palabras: "Congelar óvulos sólo vale la pena si sos fértil. Si hay calidad que valga la pena preservar."
Esa fase, la primera fase de mi experiencia, fue una de las más emocionales. Muchos interrogantes, muchas dudas.
Me costó decidirme a realizar los exámenes de fertilidad. En la espera y en la recepción de los mismos, tuve miedo. Pero como con todo lo que tiene que ver con el cuerpo, fui consciente de que siempre es mejor enterarse. Sumida en la ignorancia, no iba poder transitar ningún tipo de sendero.
Los resultados fueron positivos.
Después de eso, cerré los ojos y di el salto de fe. Todo formó parte de mi volver a empezar. Dejé de pensar, confié y me dejé llevar. Llegaron los pinchazos que me atreví a auto aplicarme en casa por recomendación del médico, las extracciones de sangre, los exámenes diarios y finalmente la intervención.
Mi amiga Flor me hizo compañía en casa con cada inyección, me llevó a la clínica el día de la extracción y me trajo enterita, aunque algo dopada, de vuelta a casa. Con amigos, lo difícil cuesta la mitad.
Deseo

Deseo

Todo esto sucedió en abril de este año. Todo esto, como en otra dimensión, pasó en este 2016.
Lo comparto hoy porque, dentro de este año intensísimo que está por llegar a su fin, este fue mi objetivo cumplido más significativo. La realidad es que no sé si alguna vez usaré esos óvulos congelados, pero lo que sí sé es que sí, que sin dudas fue una experiencia significativa.
Significativa por mucho motivos, pero por sobre todo porque me dejó una gran lección de vida: a veces tenemos que dejar de darle tantas vueltas a las cosas, dejar de poner en roles protagónicos a nuestras dudas, a nuestros miedos, a nuestras inseguridades; a nuestros prejuicios y los prejuicios de las personas que no viven en nuestros cuerpos, no viven en nuestras vidas; dejar de pensar tanto y simplemente accionar.
Puede ser congelar óvulos, puede ser mudarse de país, puede ser cambiar de trabajo, dejar una pareja, animarse a un nuevo e impensado amor, hacer algo que nunca imaginamos que seríamos capaces de hacer; puede ser cualquier sueño, cualquier nuevo desafío, cualquier meta. Pero sólo se volverá real si hay acción, nunca si se encuentra anclada en el deseo y los pensamientos.
Ustedes, ¿se animaron a un nuevo objetivo en este año que está pasando? ¿Tienen algún desafío significativo que quieran cumplir en el 2017?
Les deseo un gran final para este 2016 que nos deja y un comienzo de año lleno de hermosos sueños por cumplir. Por abandonar los miedos, por accionar y por dejarse llevar hacia esas nuevas metas. Chin chin.
Beso,
Cari

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