L a Semana Santa tiene un carácter emocional profundo e inolvidable -desde que allí se evoca a San Pedro, el apóstol que fue enterrado luego de su crucifixión y varios años de tortura-, pero también las celebraciones provocan un atosigamiento turístico que interrumpe la temporada baja en homenaje a las celebraciones cristianas y obliga a tomar reservas anticipadas. De todo lo tradicional a visitar en la ciudad, el Vaticano es el objetivo lógico y principal.
Tras la misa pascual y la infaltable bendición papal de estilo al mediodía de todos los domingos desde la ventana de la biblioteca -el 12 del actual, en este caso-, sobreviene una diáspora que inunda los últimos objetivos demandados por los cumplimientos turísticos pendientes por saciar en la Ciudad Eterna: la foto que faltaba tomar en la Fontana de Trevi, mientras ella posa como una Anita Ekberg sin mojaduras -y casi 40 años después de La Dolce Vita- o una toma vertical de la Torre de Trajano, sin sacar el gran angular (para que una última foto abarque la escalinata) si se apunta hacia plaza España, y se dispara a espaldas a la via Condotti.
Junto a esa plaza será inútil visitar en domingo la casa-museo donde el poeta John Keats, enfermo y no correspondido en amores por Fanny Brawne, murió a los 25 años en 1821, casi medio siglo antes que Roma cediera, batalla mediante, su unificación a la República Italiana. Pero a media cuadra está Il Grecco (café de 1760), en el 86 de la via Condotti, lugar que Keats frecuentó y donde desayunaron desde Liszt hasta Wagner y Bizet.
La vía Condotti (por los conductos que llevaban las aguas a las termas de Agripa, cerca del Panteón) es un buen camino para peregrinos de a pie en demanda del Vaticano, pero también constituye una tentación para las damas, a mano de las vidrieras de Gucci, Hermès, Ferragamo y Beltrami (y muy cerca de las de Versace, Ferre, Bagnatti y Fendi). La calle cambia de nombre a medida que se llega al Tíber, que se lo transpone por el puente que da al Palacio de Justicia. La avenida costera, cuando ya la cúpula de San Pedro imanta a los peregrinos, pasa inmediatamente frente al Castel Sant´Angelo, mausoleo de Adriano que fue cárcel medieval y hasta sede papal, hoy museo imperdible, y se sigue hasta conectar por la vía de la Conciliazione que da en la colombófila plaza San Pedro.
El ómnibus 64 lleva a un costado de la plaza San Pedro (otros hasta la plaza del Resurgimiento), para el caso de visitar la basílica. Para la recorrida de largo aliento que implica recorrer los museos vaticanos, la Capilla Sixtina y las estancias de Rafael, conviene dedicarles un día diferente y aprovechar el horario alargado de Semana Santa (de las 8.45 a las 16), y hasta se puede llegar en la línea A del subterráneo, para bajarse en la estación Ottaviano y caminar cinco larguísimas cuadras.
Lo mejor resulta indicar lo operativo para tener en cuenta. Por ejemplo, no desechar el ómnibus que lleva por adentro de la ciudad vaticana y sus jardines -por poco menos de un dólar-, desde la salida de los museos hasta un costado lateral de San Pedro. La entrada a los museos cuesta menos de 8 dólares, y se paga en liras una vez llegados a lo alto de una rara escalera helicoidal.
Obras de arte
Para armar el programa de visitas, debe tenerse en cuenta que el horario de la basílica de San Pedro (11 capillas y 45 altares, el más bello con baldaquino, museo de los tesoros pontificios, varias tumbas papales) es el más extenso: de 7 a 19. Están tarifadas las entradas a los tesoros y también la cúpula de Miguel Angel (trabajo que concluyeron otros). La Piedad es el mejor aporte escultórico y quizá la perfección universal hecha por un joven (Miguel Angel tenía 25 años cuando la concluyó).
El último domingo de cada mes, los museos vaticanos ofrecen acceso sin cargo, pero cierran sus puertas en festividades religiosas de importancia. Hasta la cúpula de Miguel Angel -primero en un ascensor y luego por una estrecha escalera- se trepa desde las 8 hasta las 18, mientras que las grutas o catacumbas están abiertas desde una hora antes. Para las audiencias públicas de los miércoles es posible gestionar entradas gratuitas en la Casa Pontificia.
Francisco N. Juárez