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Desvelados. 5 temas de los que hablamos en la cama antes de dormir


Créditos: Ilustración de Flori Rodri.



Cae el día, justo cuando estamos por caernos nosotras. Los pendientes pasan de columna en la agenda y nos disponemos, porque somos gente de fe, a cerrar la jornada con Netflix, chill, meditación, libro o lo que pinte.
La cama sigue siendo nuestra trinchera. Si tenemos hijos, el colecho va a terminar, esperamos, y ahí seguimos teniendo reparo y relajo. Te cambio el lugar en la mesa y en el auto, pero no puedo ni pensar en cederte mi lado de la cama. Es que hay algo en ese espacio que nos da sustento: es el techo que más conocemos de todos los ambientes del mundo y es el continente de lo que nos mantiene despiertos o, por el contrario, nos permite dormir en paz.
Si compartimos la cama con una pareja, ocurre ahí, como un milagro que hace que dos personas puedan dormir juntas sin odiarse para siempre. Como si cada cuerpo supiera los límites del otro, como una partida de Tetris nivel Dios que se juega cada noche y que casi siempre se gana.
La cama es el lugar para descansar, incluso luego de una sesión de sexo de esas que nadie te creería. Cae el día, como dijimos, y con nuestras cosas y nuestras causas nos metemos entre las sábanas como si fueran la piel que de verdad necesitábamos. Agradecemos a la divinidad de turno por la bendición de las bendiciones dormidas y porque nuestro cuarto tiene puerta. Y justo cuando estamos por entregarnos al sueño, oímos la voz de nuestra media naranja, tan limón a veces, que nos lanza al abismo de un "charlemos".
Es que las charlas de la antesala del sueño deberían ser casi un género literario, entre los libros de aventuras, los de autoayuda y las tragedias griegas. Las charlas entre sábanas pueden ser una maravilla memorable, un quiebre irrebatible, un insomnio contagiado y muchas cosas más. Lo que no podemos negar es que están firmes y al acecho, justo al lado de nuestra almohada favorita.

1. Checklist

Hay momentos en la vida de una pareja en los que mucho no te ves con el otro. O porque los proyectos personales son intensos o porque los compromisos son de a millones (por ejemplo, alimentar a la cría pareciera que no es algo que podés dejar para mañana). Entonces, cuando te acostás, es un buen momento para repasar y acomodar la agenda. Se mezclan el pool de los pibes con la compra de la verdulería, el pedido de aumento en la oficina, lo que dijo tu suegra y el chiste del compañero de trabajo. Se intercala además algún sueño compartido o una risa perdida. Confesiones y repasos. Todo esto, que parece una cheklist práctica e intrascendente, nos suele recordar lo bueno que es andar bien acompañadas y nos evita la situación posible de acostarnos un día, mirar para el costado y terminar preguntando: "¿Y vos cómo te llamabas?".

2. La insoportable levedad del ser

Todos cargamos con dudas hondas, problemas irresolutos y contradicciones que nos aprietan. Los días pueden ser como una avenida céntrica y entonces tanta bocina nos aquieta los infiernos, pero cuando nos acostamos y nos sentimos en casa es también cuando somos más vulnerables y estamos más desnudos. La impunidad de la oscuridad es un buen escudo y, aunque lo canchereemos, va a llegar la noche en la que se nos van a salir las palabras a borbotones. Mejor antes que después. Hablemos con el otro, escuchemos y que nos ayude a ordenar nuestras ideas. Y de paso, estamos en la cama, que sea un ejercicio pedir lo que necesitamos y ser generosos con lo que damos. Sí, también cuando charlamos.

Créditos: Ilustración de Flori Rodri.

3. Terapia de pareja

Hay parejas que tienen un máster en evitarse cordialmente durante el día. Puede ser temporal (a todos nos pasa, la familia Ingalls era una serie) o puede ser un hábito sostenido (y ahí mejor salir corriendo). Pero por más mega king size tamaño crucero que sea tu cama, esto de compartir sueños y ronquidos te expone a la más procrastinada de las charlas: la de pareja. Lo que no se dijo, lo que está sin resolver, lo pendiente, lo que los detiene, lo que cuando se diga no tendrá vuelta atrás. Y ahí arrancan las tácticas evasivas: romper el récord sexual de esa noche del año en que se conocieron, ver las doscientas temporadas de Friends, bañarse por horas con la esperanza de que el otro se duerma... No importa, cuando ya les duelan las partes solo de pensar en más sexo, se sepan los diálogos de la serie de memoria y se les haya arrugado la piel de tanta ducha, van a tener que hablar. Y es muy sano. Hablar puede terminar en un precipicio o no, pero no hablar seguro lo hace.

4. Kama Sutra mental

La cama de noche, las voces más graves para no hacer ruido y los pies que se tocan aunque no queramos tienen algo de porno, en el sentido amplio de la palabra. Deseos obscenos de viajes y gastos, lo que le hubiéramos respondido a tal fulano, proyectos de corazón ambicioso, la calentura de escuchar al otro encendido. Y, claro, el sexo también, como intro, como proceso o como corolario. A estas charlas no se les dice que no, eh. Por si no lo notaron, garchar y charlar suenan bastante parecido (pero eso merece su propio texto).

5. Stand up introspectivo

Estas son las charlas que esperan por salir y que, mientras, monologamos pero para adentro (si monologás para afuera, otra vez, salí corriendo de ahí). Nos retamos en silencio, somos espadachines verbales a pura estocada con nosotras mismas. Necesitan tiempo, piden pista, están en la lista de espera, pero aún no pueden. Son las más difíciles de cortar porque no hay nada peor que negociar con nuestro lado obtuso. Ojo, si estás muy cansada de escucharte, y no es incompatible con tu desvelo a destajo, siempre podés despertar a tu pareja y volver al punto anterior.
Es que por ahí va la mano. Aunque la charla sea el principio de algún fin, y creo que la mayoría son solo charlas, en cualquier conversación hay algo de ganas de encontrarnos y la verdad es que, luego de poner en palabras cualquier cuestión, se descansa mejor. Hay que cuidar el sueño para poder tener sueños.
Las charlas de sábanas son transformadoras, por eso les tenemos una mezcla rara de deseo, respeto y desconfianza. Pero no vale quejarse, sabemos, porque es muy probable que hoy a la noche seamos nosotras las que, osadas, ardientes o divertidas, miremos al techo y lancemos un "charlemos".
Beta Suárez

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