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 • HISTORICO

Diástasis: la mayoría la tiene post embarazo. Lo que hay que saber para tratarla




Cuando quedamos embarazadas nuestro útero ejerce presión contra la pared abdominal y las hormonas del embarazo relajan el tejido conectivo, a todo esto se lo llama "diástasis funcional", que sirve para dar lugar al crecimiento del bebé. Ahora, ¿qué pasa cuando nace el bebé? Nuestro diafragma, abdominales y suelo pélvico se ven afectados y no recuerdan cómo trabajar en equipo, necesitan una reeducación funcional. Pero en muchos casos –especialmente en embarazos múltiples, aumento excesivo de peso o embarazos muy seguidos–, las fibras no logran recuperar su elasticidad y queda flacidez a nivel de las uniones de los músculos mientras que todo lo que tenga presión adentro de nuestro cuerpo sigue empujando hacia afuera.

Cómo identificarla

No se trata de esa pancita que todas podemos tener y con la que deberíamos empezar a amigarnos. Si hay diástasis, nuestro cuerpo se va a ver diferente. Algunas mujeres rápidamente se dan cuenta de que algo no anda bien. Notan que, cuando hacen fuerza, es como si una especie de alien saliera para afuera (OK, demasiado gráfico); otras tienen mucha molestia y dolor en el ombligo (hernia umbilical); aunque lo más recomendable para poder detectarlo cuando no estás del todo segura es realizar un autotest (fijate en los ejercicios que figuran debajo para saber cómo hacerlo), con el que te vas a dar cuenta de que, si los rectos quedaron muy separados, vas a poder meter algunos dedos o incluso la mano entera en tu abdomen.

Ante la sospecha, existen varias alternativas para lograr un correcto diagnóstico y tratamiento: sacar turno con un médico especialista en pared abdominal, realizar una evaluación kinesiológica con expertos en el tema y una ecografía. Es importante que sepas y hagas correr la voz de que no todas las diástasis necesitan de cirugía, pero sí casi todos los cirujanos operan todas las diástasis. Gracias a los descubrimientos médicos de los últimos años, se pudo saber que es posible revertir la situación de manera natural con ejercicios y buen acompañamiento de kinesiología.

Cómo solucionarlo

Para empezar, algo de anatomía: si miramos nuestro cuerpo desde lo externo hasta lo más profundo, nos vamos a encontrar con los rectos, que son la famosa tabla de ravioles o los cuadraditos de chocolate; después, el oblicuo externo, el oblicuo interno y la cuarta pared abdominal, que es el músculo transverso del abdomen y tiene fibras horizontales. Con él tenemos que empezar a trabajar. ¿Por qué? Porque es el más profundo de los músculos y es el que rodea al core como un corset. Su contracción produce una reducción del diámetro de la cintura, un aplanamiento del abdomen y contiene las vísceras, es decir que mete para adentro todo eso que se te sale. Trabajan todos en equipo, imaginate el core como un cilindro donde el techo es el diafragma, el piso es el suelo pélvico, toda la vuelta la da el transverso abdominal con un cierre al nivel de las vértebras, que es el músculo multífido. Si logramos entrenar el core de manera correcta, en la mayor parte de los casos no es necesaria la cirugía porque hemos resuelto el problema. Pero en otros casos, cuando la línea alba, que es la que une los oblicuos, se rompe, hace que todo el contenido emerja y separe los rectos.

Entonces, ¿cuándo operar?

Hace dos años, en Berlín, un médico cirujano argentino, el Dr. Osvaldo Santilli, presentó los llamados "3 grados de la diástasis", que es un método que permite, por medio de una evaluación y ecografía, determinar si la paciente necesita o no la cirugía. Como es algo nuevo, no todos los cirujanos lo manejan y por eso es tan importante que lo sepas antes de operarte. Te los explicamos brevemente:

  • Grado 1: hay un aumento de cintura y te ves más cuadrada. Los músculos del abdomen están débiles (hipotrofia) y no sale nada para afuera cuando hacés esfuerzo. Lo más importante es que este grado no es quirúrgico, se recupera entrenando el abdomen de una manera correcta. La buena noticia es que es el que tiene la mayoría de las mujeres. Información es poder, así que ya sabés, podés evitar pasar por el quirófano.

  • Grado 2: hay un aumento de cintura, una presencia de un bulto que sale para afuera cuando se hace un esfuerzo, puede o no estar acompañado de una hernia umbilical. Si el paciente responde bien al entrenamiento, la mayoría de los casos no son quirúrgicos porque se logra rehabilitar el abdomen. Después lo que hay que definir es si se opera o no la hernia, según la molestia o la estética.

  • Grado 3: hay una circunferencia distinta del abdomen, una lesión completa de la línea alba, una protusión de las vísceras porque nada las sostiene. Acá hay un riesgo y se debe realizar una cirugía. Es fundamental el entrenamiento previo y la rehabilitación posterior.

¿Y si me tengo que operar?

Tranqui, la operación se hace por laparoscopia o videoscopia, en la mayoría de los casos se coloca una malla que contiene todo para adentro. Pero no te ilusiones, no es magia, necesitás tonificar los músculos para seguir manteniendo el abdomen plano. El posoperatorio tiene muy buena tolerancia, en líneas generales, a los 21 días ya se puede hacer vida normal, por supuesto que depende de las indicaciones de cada cirujano. Eso sí, tené en cuenta que no vas a poder hacer grandes esfuerzos, así que si tenés hijos chicos, vas a necesitar que te den una mano. Si planeás tener más hijos te conviene operarte una vez que sepas que no vas a volver a quedar embarazada.

En algunos casos, a las mujeres (especialmente mamás múltiples o que han subido mucho de peso) les queda mucha piel sobrante y se puede aprovechar la cirugía para realizar una abdominoplastia con un cirujano plástico: se quita el exceso de piel y se hace un ombligo nuevo en caso de ser necesario.

La diástasis en sí va mucho más allá de la cuestión estética de querer tener panza chata. Lo cierto es que quienes la padecen suelen tener trastornos digestivos, gases, hinchazón después de comer, dolor lumbar, problemas en el suelo pélvico y malos hábitos posturales.

TIEMPO DE REHAB

A esta altura ya entendimos que la diástasis se trata de un tema de excesiva presión interna y una pared debilitada que no puede contener esa presión, entonces, más allá del método de rehabilitación que elijas, podés colaborar cuidando tus hábitos diarios y hacer una gran diferencia.

¿Qué no podés hacer mientras rehabilitás el core?

  • Parate derecha, una cree que encorvada disimula más la panza, pero todo lo contrario, sale para afuera. Además, aumenta la carga que deben soportar la pared abdominal y el suelo pélvico. Ojo cuando alzás al bebé, prestá atención a tu postura.

  • Cuando das el pecho, sentate cómoda sobre tus isquiones y con la espalda en apoyo. ¡Que los almohadones para sostener al bebé sean tus aliados!

  • Al acostar o levantar al bebé de la cuna, flexioná las rodillas y caderas, mantené la espalda erguida conservando las curvas naturales de la columna. Recordá que la fuerza la realizan tus piernas y cadera, lo mismo para levantarlo del suelo.

  • Una alimentación saludable es fundamental para no aumentar la presión interna de tu abdomen.

  • Evitá los abdominales tradicionales, levantar mucho peso y toda actividad física de impacto o que genere excesivo compromiso de tu musculatura abdominal. No te preocupes, no es que nunca más lo vas a poder hacer, es solo hasta que te den el alta médica. •

Ejercicios para fortalecer la musculatura profunda de tu abdomen

Por la Klga. Soledad Santarelli y la Prof. Sonia Marra, de @proyectoabdomen.

Con los huesitos de la cadera apuntando al techo, rodillas flexionadas y talones juntos con las puntas apenas hacia afuera, tomás aire por la nariz y exhalás por la boca, muy suave. Al exhalar, vas cerrando un poco las costillas y el suelo pélvico (como si quisieras cortar el pis) y acercás el ombligo a la columna vertebral; retenés por 5 segundos.

Desde la posición anterior, inhalás y empezás a exhalar suavemente por la boca mientras llevás la pierna a la posición de mesita (90°) tratando de evitar un movimiento compensatorio con el tronco. Es decir, sin mover la pelvis o aflojar el abdominal. Bajás y repetís con la otra pierna. En series de 5 o 10.

Arrancás con el codo apoyado en un step o box que le dé algo de altura y las rodillas en el piso. Inhalás y exhalás ajustando el abdominal mientras vas levantando la cadera hasta formar una plancha o línea recta. Sostenés 15 o 30 segundos manteniendo activado el piso pélvico y el transverso abdominal.

En la misma posición que el ejercicio 1, con las piernas ligeramente separadas y la pelvis neutra, inhalás y al exhalar, cuando notás que se activa el abdominal, subís la pelvis, te quedás en esa posición de plancha o puente de hombros por 10 segundos y bajás. Podés hacer series de 3 o 6 repeticiones.

Autotest para saber si tenés diástasis

Acostate boca arriba sobre una superficie plana (ideal el piso), flexioná las rodillas y apoyá bien los pies en el suelo. Colocá dos dedos justo por encima del ombligo y levantá la cabeza como queriendo hacer un abdominal. Repetí lo mismo sobre el ombligo y por debajo. Si sentís que tus dedos se hunden en alguno de estos lugares, podría existir una diástasis. Mientras más dedos puedas meter, mayor es la separación. Eso sí, tené en cuenta que hasta el sexto mes posparto, todavía tus órganos se siguen acomodando.

Mi experiencia

Por Verónica de Martini. @mamasconmuchoshijos.

El antes y el después de la operación.

El antes y el después de la operación.

Tengo cinco hijos, los últimos tres son trillizos de un año y medio; llegué hasta la semana 34,5 con una panza tan grande que casi no me podía mover. Sabía que en embarazos múltiples la consecuencia de la diástasis es común, así que, a los dos meses posparto, fui a ver al cirujano Osvaldo Santilli. En mi caso tenía una diástasis grado 3 y el médico insistió en que hiciera un año de tonificación del transverso para tener un posoperatorio mejor, así que empecé con el entrenamiento de rehabilitación de las chicas de Proyecto Abdomen.

Mi panza posparto era grande y no había remera que me la disimulara. Además, me había quedado mucha piel sobrante, caía arrugada y, cuando corría, el movimiento de la piel me molestaba. Algunas noches los dolores no me dejaban dormir, y cuando comía mi panza se movía para todos lados. La cirugía me daba mucho miedo, era mi primera vez con anestesia total y, cuando tenés hijos, los miedos se triplican. A fines de octubre me animé y me operé. Me colocaron una malla adentro de mi abdomen que sostiene todas las vísceras, la Dra. Norma Fernández (cirujana plástica) me sacó el sobrante de piel, me hizo un ombligo nuevo y lipo de flancos. Todo habrá durado 4 horas, al día siguiente volví a mi casa. Para mi sorpresa, el dolor fue muchísimo menor que el post de una cesárea, acá tomé ibuprofeno tres días y no necesité más, a los 10 días ya caminaba derecha. Me miro al espejo y aún no puedo creerlo, mi autoestima se levantó, los dolores y molestias se fueron. Agradezco haberme animado, lo viví como un acto de valentía, fue un regalo para mi cuerpo.

Expertos consultados: Dr. Osvaldo Santilli. Médico cirujano. MN 95823. Soledad Santarelli. Kinesióloga. MN 15.892. Sonia Marra. Ambas, directoras de @proyectoabdomen.

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