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El escenario de los frutos de mar

Al sur del Quequén: en las playas más anchas y extensas del país se pueden probar todas las combinaciones posibles de platos preparados con mariscos.




NECOCHEA.- "Pasen y prueben", invita el propietario de una cantina céntrica tratando de convencer a los potenciales comensales de que la gastronomía es un arte que los necochenses saben manejar como los dioses. Porque los frutos de mar son una exquisita tentación cuando se los combina con los mejores aderezos y un buen vino, y de eso saben bastante al sur del río Quequén.
Así, Necochea comienza a alistar sus restaurantes, playas y paseos para una temporada que está próxima a comenzar y que se avizora como de las mejores a partir de las consultas recibidas en hoteles e inmobiliarias. No hay por qué preocuparse por los precios: los que ya vinieron en los últimos cuatro años no se sorprenderán cuando se encuentren con las mismas tarifas, quizá con algún descuento especial y, seguramente, un mejor servicio. La oferta de alojamiento es amplia y variada en materia de ubicaciones, comodidades y valores, así como lo son las formas de pago.
Hasta los campings con su encanto particular estarán seguramente con sus instalaciones colmadas cuando los primeros soles de enero comiencen a dorar las pieles.
Son 64 kilómetros de costa con un ancho de casi 300 metros, ubicándolas entre las más amplias del país. Será cuestión de gustos y bolsillos instalarse en la arena con reposera y sombrilla propia o alquilar un servicio de carpas, que además de la sombra garantiza vestuarios y servicio de bar.
Exótico resultará el paisaje que conforman balnearios un tanto más alejados como Las Grutas, Punta Negra y Cueva del Tigre.
El mar ha hecho de las suyas por esos lares; casi con voracidad arremetió contra las barrancas, dejando a la luz coloridas formaciones rocosas que dibujan una postal única en el sudeste de la provincia.
Hasta allí llegan por la arena las fabulosas camionetas y jeeps 4x4, que invariablemente salen victoriosas ante las pendientes de los médanos por los que trepan y descienden una vez y otra.

Hombre al agua

La travesía suele ser un paso previo para quienes buscarán un desafío mayor. Fanáticos del buceo llegan con sus equipos hasta esas costas, las mismas donde el siglo pasado se ocultó el legendario Tigre de Quequén, un gaucho que recurrió al variado relieve de la zona para ocultarse de los policías que lo perseguían.
Allí también es buen parador para los pescadores, que sueñan con brótolas y corvinas tanto como en los muelles de los clubes Náutico y Rowing.
Desde estos últimos parten excursiones para probar suerte desde una embarcación. Cuestan entre 35 y 40 pesos y, casi seguro, garantizan un regreso con buenas piezas y regocijo para el orgullo del pescador.
No tan lejos del mar también se pueden disfrutar de todas las opciones que ofrece la gama cromática de verdes que pintan cuerpo y alma del parque Miguel Lillo.
Nacido para contener el avance del mar, poco a poco se transformó en uno de los más bellos atractivos de Necochea. Mientras los pinos crecían y se multiplicaban, sus 480 hectáreas se enriquecieron con juegos infantiles, fogones, un trencito para diversión de los niños y hasta un anfiteatro para vivir espectáculos artísticos y musicales con el encanto único del aire libre.
Y si de aire libre se habla, es inevitable hacerse una escapada hasta alguna de las estancias de la zona. Necochea y Lobería son las más cercanas, aunque en La Pandorga -a 70 kilómetros- también se puede disfrutar del clima campero entre mates, locro y vaquillonas con cuero.

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por Redacción OHLALÁ!


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