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El legado holandés en el Caribe

Las islas que forman parte de los Países Bajos conservan algunos nombres, casas y costumbres que remiten a sus antiguos colonizadores




Aunque todos lo conozcamos como Holanda, Holanda no es Holanda, sino el Reino de los Países Bajos (Nederland). Holanda, en rigor, es uno de los países que pertenecen a dicho reino (además de ser la región histórica más influyente) junto con Aruba, Curaçao y Sint Maarten. Lo completan los municipios especiales de Bonaire, Saba y San Eustaquio, el llamado Caribe Neerlandés.
Hasta octubre de 2010, todo este conjunto de islas era conocido como las Antillas Holandesas. A partir de esa fecha, Curaçao y Sint Maarten accedieron a la autonomía (Aruba se había convertido en estado autónomo en 1986), aunque los tres territorios continúan siendo socios plenos y autónomos de los Países Bajos (es decir, rechazaron la independencia total). Por su parte, Bonaire, San Estaquio y Saba optaron por un vínculo más directo con el reino, pertenecientes a la Unión Europea.
Aruba, Curaçao y Sint Maarten, a su vez, no pertenecen a la UE, aunque los ciudadanos de estos tres estados sí son ciudadanos de la UE (la ciudadanía es manejada por el reino, y no por cada uno de los países).
En 1986, Aruba creó su propia moneda, el florín arubeño. El florín holandés continuó siendo la moneda de las restantes islas holandesas hasta 2010, y en 2011 tres de estos territorios se dolarizaron (Bonaire, Saba y San Eustaquio). En las restantes dos islas, Curaçao y Sint Marteen, el florín holandés sigue siendo la moneda de circulación, aunque se prevé la creación de una nueva moneda local común para las dos islas.
ARUBA. A unos 20 km de la costa venezolana, Aruba fue conquistada por los holandeses en 1636. A la fiebre del oro del siglo XIX y la prosperidad que supuso, en 1924, la apertura de una refinería de petróleo, le siguió el auge del turismo, actualmente la industria principal de la isla (el primer hotel de lujo de la isla data de 1959). La mayoría de los complejos y hoteles de superlujo incluyen casinos, por lo que a Aruba se la conoce como Las Vegas del Caribe.
En el puerto de Oranjestad, capital de Aruba, casi siempre hay un crucero anclado

En el puerto de Oranjestad, capital de Aruba, casi siempre hay un crucero anclado

La isla se separó de las Antillas Neerlandesas en 1986 y se convirtió en un miembro independiente y autónomo del Reino de los Países Bajos.
En el puerto de Oranjestad, la capital, casi siempre hay algún crucero anclado y miles de sus pasajeros en plan de compras por el puerto libre y los malls estilo holandés. Otra huella de su holandesidad es el nombre de su aeropuerto, Reina Beatrix.
BONAIRE. La B de las ABC (Aruba, Bonaire y Curaçao) es conocida como la Capital Mundial del Buceo: el Parque Nacional Marino de Bonaire protege 2600 hectáreas de arrecifes de coral, praderas marinas y manglares, y su vida submarina ha sido declarada santuario protegido. Es la isla más grande y también una de las más desiertas. Su capital, Kralendijk, tiene sólo una calle principal, la mayoría de la costa está formada por caliza coralina y la comunidad más numerosa está compuesta por dos colonias de flamencos.
También se visita el Parque Nacional Washington Slagbaai, que abarca 5463 hectáreas de la parte norte de la isla.
Los habitantes de Bonaire hablan holandés y papiamento, en tanto el dólar es la moneda local.
CURAÇAO. Es la isla más poblada de las ex Antillas Holandesas. El casco histórico de Willemstad, con sus casitas color pastel, es Patrimonio Mundial, y quienes conocen la capital holandesa dicen que parece una mini-Amsterdam.
En Curaçao se pueden explorar las cuevas Hato, una elaborada red de estalactitas y estalagmitas; bucear entre el bosque de Hongos, una selva submarina poblada de corales; disfrutar de playas como Cas Abao, al noroeste, o visitar la antigua refinería de petróleo, que llegó a ser la más grande del mundo. De todos modos, la atracción más popular es el blue room, una cueva bajo el mar donde la luz hace que el agua adopte diferentes y extraños colores.
SINT MAARTEN. Es la isla más pequeña del mundo dividida entre dos estados soberanos: Holanda y Francia. En Saint Martin-Sint Maarten (según se pronuncie en francés u holandés) flamean las dos banderas, aunque es difícil enterarse cuándo se pasa de un territorio a otro. El lado holandés, eso sí, tiene bares, discotecas, un complejo de cines, casinos (del lado francés están prohibidos) y el Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, el tercero con mayor carga en el Caribe (detrás del de San Juan y Punta Cana). Su capital, Philipsburg, fue fundada en 1763 por John Philips, un capitán escocés de la marina holandesa, y pronto se convirtió en un centro del comercio internacional. Sobre la calle Front Street se destaca el Palacio de Justicia construido en 1793.
El papiamento no tiene mayoría en la isla -a diferencia de lo que ocurre en Curaçao y Bonaire-, siendo el inglés el idioma más hablado.
SABA. Este volcán inactivo que se eleva abruptamente desde el mar tiene una superficie de tan sólo 13 km2. Oficialmente, el punto más alto de Holanda se encuentra aquí, en Mount Scenery, de 887 metros. No hay muchas playas en Saba, pero las oportunidades para bucear son infinitas, y las rutas de trekking por la selva y hacia Mount Scenery, espectaculares. A Saba se le conoce como la Reina Inmaculada porque se conserva absolutamente limpia.
SAN EUSTAQUIO. También conocida como Statia, es un poco más grande que Saba, aunque con 21 km2, sigue siendo una isla chica.
Paraíso prácticamente virgen y desconocido, solía ser uno de los mayores centros de comercio en el mundo durante los siglos XVII y VXIII (aún se pueden ver resquicios de la Compañía de las Indias Orientales Holandesas). Las principales industrias fueron el azúcar, el ron y más tarde la pesca, aunque en la actualidad, el podio se lo lleva el ecoturismo. Cuenta con The Quill, un volcán inactivo que alberga una selva, o el monte Mozinga, que también es un volcán de 602 metros, además de arrecifes de coral y restos de naufragios históricos (y no tan históricos).

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