La vida en fast-forward
Lo ganamos y lo perdemos. Lo aprovechamos y lo estiramos. Lo damos y lo pedimos (¿acaso alguien zafó del clásico "necesito un tiempo"?). Cuando la estamos pasando genial, se nos escapa de las manos casi como el agua, y cuando nos dimos cuenta, advertimos que pasó volando. Y en los momentos difíciles, cada minuto puede parecernos una eternidad. El tiempo: tan concreto como invisible, tan fugaz como imparable. Tan infinitamente valioso para nuestra vida cotidiana.
Borges –quien tenía una fascinación especial con respecto a este tema– fue el que alguna vez, sabiamente, dijo: "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho". Y si bien sabemos perfectamente que nuestra relación con el tiempo puede fluctuar de acuerdo con nuestra percepción, también existe algo que no se puede cambiar: el día tiene 24 horas. ¿Por qué, entonces, siempre nos resulta poco?¿Cuántas veces por día decimos: "No, no llego" o "Llamame más tarde, que ahora estoy corriendo..."? Podríamos echarle la culpa al "afuera": vivimos en fast-forward, con agendas que nos tapan de actividades y varios frentes –el personal, el laboral, el familiar– para atender al mismo tiempo.
El panorama es bastante desalentador cuando las demandas y obligaciones crecen al tiempo que el multitasking es la solución que se propone. Y así corremos, como si estuviéramos permanentemente subidas a la cinta del gimnasio: tu jefa te pidió que entregues ese informe para hoy, mientras que tu hijo te espera para que llegues puntualmente a su partido de fútbol... y cuando estás ahí, te acordás de que si no vas al supermercado antes de las 21, te quedás sin cena.
¿Pensaste que esa agenda milimétricamente cronometrada te está robando pequeños pedacitos de vida? No dejes, así porque sí, que alguna parte de vos misma, los otros o el "afuera" te roben tu tiempo. El tiempo es un poder que puede convertirse en tu aliado o tu enemigo. Depende exclusivamente de vos, porque sos la única dueña de cada segundo de tu vida. Si sentís que lo estuviste dilapidando por ahí en cosas que no te nutren..., tampoco te aflijas.
No dejes para mañana...
Muy lindo el refrán, pero a la hora de ponerlo en práctica, resulta que somos las reinas de la procastinación. Sin ánimos de convertirnos en Mariano Grondona, está bueno saber que esta palabra proviene del latín (pro, "adelante", y castinus, "referente al futuro") y que se aplica a la acción de postergar actividades o situaciones que es importante atender, reemplazándolas por otras –naturalmente– muchísimo más irrelevantes y agradables. Admitámoslo: todas lo hacemos.
Y lo peor del caso es que también nos la pasamos buscando trucos para dejar de hacerlo. ¿Y qué pasa cuando hallamos una posible solución? ¡Volvemos a procastinar y nunca la llevamos a la acción! Patear hacia delante nuestras ganas de hacer cosas puede resultar un alivio en un primer momento –"¡ay, qué bueno, tengo todo el tiempo del mundo para hacer esto!"–, pero en el largo plazo genera angustia y bajones de autoestima, porque nos conecta con la idea de que fallamos otra vez, de que nuevamente el tiempo pasó y no pusimos en marcha eso que queríamos.
Quizá sea hora de detenerse a observar nuestra mente y su manera de catalogar los eventos de la vida. No confundas lo "urgente" con lo "importante": son dos cosas distintas. Nuestro cerebro está programado para reaccionar imperativamente a lo urgente, sea o no importante, entonces, lo "urgente" nos gana s-i-e-m-p-r-e, porque nos mantiene alertas y pendientes. ¿Y qué hacemos con lo importante? Hay dos caminos: si aparece "disfrazado" de urgente –por ejemplo, si te llaman del colegio avisándote que tu hijo está con fiebre o si tu jefe te pide que te quedes después de hora para hablar con vos–, lo atendemos de inmediato; pero si algo importante aparece con tiempo, dejamos que ese impulso se vaya desvaneciendo hasta convencernos de que puede esperar y que es mejor dejarlo para otro momento. "Bueno, después llevo a los chicos a la plaza... Otro día, cuando-esté-con-más-tiempo."
¿Cuándo llegará ese día? ¿Nunca? Y las cosas importantes se van apilando y así duermen el sueño de la procastinación. Nos encanta hipotecar nuestro tiempo y someterlo al futuro, que no es otra cosa que una construcción mental: "mejor mañana", "cuando pueda dedicarme a mí..." se convierten en nuestras frases de cabecera. ¿Por qué? ¡Porque siempre tenemos algo más urgente que atender! El celular suena, la casilla de mails está que revienta y no te quedan ni 5 minutos para llamar a tu chico en el medio de la jornada y decirle: "Hola, ¿cómo va tu día, corazón?".
El presente –que, en definitiva, es lo único real– queda entonces "ahogado" por esas proyecciones. ¿Cuál es la sensación que queda cuando tu pareja te ofrece una copa de vino para charlar un rato antes de irse a dormir y vos te distraés cada vez que entra un mensaje de texto? Si dejáramos de sacrificar el disfrute del presente por lo-que-va-a-pasar, el tiempo y la conciencia invertidas en ese presente repercutirían mucho más intensamente en nuestro bienestar. ¿Conclusión? No colapses porque sí. Es importante (¡importantísimo!) ser un poco indiferente a aquello que nuestra mente marca como "urgente".
Guía práctica para recuperar el tiempo
¿Por qué decimos "recuperar"? El tiempo es un poder que a veces entregamos y dejamos en manos de otros, o incluso un recurso que nuestra mente ya estructuró de determinada forma. Y cuando ya hemos internalizado ciertas rutinas, uf..., cuesta mucho modificarlas, porque el piloto automático de nuestro cerebro va mucho más rápido y siempre les gana a nuestras mejores intenciones. Así que, antes que nada, hay que convivir con la idea de que no se logra de un día para el otro, sino que probablemente tengas que recomenzar varias veces antes de ver algún cambio.
Adueñarse del tiempo puede sonar abstracto, pero pasa por instaurar la costumbre de decir: "Yo evalúo y decido" antes de encarar cualquier actividad. ¿Tenés idea de lo poderosa que podés ser eligiendo? Por eso, usá ese poder y sentite fuerte. Y esto no es para hacer más cosas y ser más eficiente, sino para crear y mantener la sensación de autodirigirte. No para ser perfecta e indestructible, sino para que tu tiempo vuelva a ser exclusivamente tuyo. Y así puedas elegir cómo y con quién compartirlo... ¿Querés ideas?
Sistema: "las cosas más importantes"
El concepto de CMI (Cosas Más Importantes) fue acuñado por la especialista en time management Julie Morgenstern, en su libro Never Check Email Early in the Morning (traducido al castellano, sería Nunca revises el email a la mañana temprano). Su método es simple y efectivo: anotá en tu agenda tres "cosas más importantes" por día. ¿Qué es una cosa importante? Es aquello que vos querés (o debés) lograr ese día. "Ah, pero yo tengo que hacer mil cosas en un día, no sólo tres...", puede ser la primera reacción de tu mente, siempre tan urgida. Pero a veces menos es más.
La clave está en que elijas sólo tres de ellas, tres cosas que –según tus prioridades– son verdaderamente importantes. De esta forma, cada día adquiere un propósito que nos mantiene enfocadas y la verdadera recompensa llega al final del día, cuando tachás los tres ítems de la agenda y escribís los nuevos para el día siguiente.
Eliminá los "debería"
"Ir al gimnasio." "Llamar a mis amigas al menos una vez por semana." "Ahorrar para las vacaciones." "¿Invitar a comer a mis suegros." "Dejar de fumar." "Hacer dieta." "Comprar un auto y animarme a manejar." ¡Qué viva, así no hay tiempo que alcance! Todas aquellas cosas que pensamos que "tenemos" que hacer pero que, en realidad, no-tenemos-ganas-de-hacer no nos dejan concentrarnos en lo que realmente nos interesa.
Confeccioná tu propia lista y tenela a mano. Una vez que ya la tenés..., ¿cómo darte cuenta de si son metas reales u obligaciones autoimpuestas? Muy fácil: preguntate cuánto hace que tenés eso en mente. Si querés aprender francés desde hace un año y todavía ni siquiera fuiste a averiguar cuándo empieza el próximo curso, se trata de una meta sin vida. ¡No cargues de más! Sacátela de encima o reemplazala por algo que realmente te motive.
Creá momentos placenteros y cumplilos como si fueran obligaciones
Libre de obligaciones autoimpuestas y con tus CMI ya cumplidas, estás liviana para ocupar ese tiempo libre con horas placenteras. Con tus hijos, con tu pareja, con tus amigas, con tu familia o incluso con vos misma. Sé creativa y planificá estos momentos con un mínimo de anticipación, pen sándolos como una recompensa o una minicelebración cotidiana.
Hacé lo que se te ocurra: un paseo por esa librería de usados, experimentar con una receta de galletitas de chocolate o mirar un DVD con buena compañía. Eso sí: ¡jamás canceles! El placer tiene el mismo derecho en tu agenda que una cita con el médico o una reunión de trabajo. Recordá que disfrutar no es un lujo; es lo que verdaderamente nos nutre.
Decile "chau" al multitasking full time
Estás trabajando en varias tareas al mismo tiempo. De repente, suena el teléfono, atendés y, mientras hablás, te entraron quince mails en la casilla, que intentás responder con monosílabos. Salís del trabajo, llegás a tu casa y, mientras cocinás y hablás por el manos libres, le hacés morisquetas a tu bebé para que no llore. ¡Felicitaciones, sos toda una mujer multitask!
En la era de la tecnología, esta aptitud puede llegar a ser muy valorada. Pero ¿qué pasaría si a cada cosa le pusieras toda tu atención y conciencia? Nadie dice que el multitasking sea malo, pero sostenerlo como estilo de vida puede llegar a ser enloquecedor, y con esa sensación de "no llego" que le quita el sabor del tiempo bien aprovechado.
Ganale un rato a cada día
Si sos fanática de las estadísticas, seguramente ya sepas que los seres humanos solemos dormir un tercio de nuestras vidas (¡dicho así, parece un montón!). Pero ¿te animás a levantarte una hora antes que lo habitual? Si sos dormilona, podés ir haciéndolo gradualmente: comenzá con unos 10 o 15 minutos de yapa y, de a poco, andá adelantando el despertador hasta llegar a la hora que desees. Al principio, puede costarte mucho, pero lo importante es que conviertas esta hora en un tiempo para vos misma. ¿Qué podés hacer? Una taza de café y una hora de lectura. Podés meditar o preparar un desayuno para tu chico y compartirlo juntos. Arrancar el día temprano te predispone de otra forma para encarar el resto de la jornada con buen humor y esa sensación placentera de que ya hiciste algo para sentirte bien.
Dosificá las distracciones
Todas las tenemos, pero es importante saber darles un lugar dentro de nuestras rutinas, así no nos "devoran" el tiempo. Por ejemplo, cuando estés llevando a cabo alguna de tus CMI, lo ideal es que elimines todas las distracciones. No hace falta que las enumeremos: cada uno sabe per-fec-ta-men-te cuál es su talón de Aquiles. ¿Pasará algo si durante dos horas no revisamos la bandeja de entrada? No, apostá a que el mundo seguirá girando... Esa ausencia de estímulos externos –aunque sea por un lapso de dos horas– te permitirá concluir tu tarea en un tiempo menor del que utilizarías en otro contexto. "¿Y si no aguanto?", otra vez pregunta nuestro cerebro ansioso. Si sentís la urgencia de revisar la casilla de mensajes del celular, detenete y respirá. Reenfocate en lo que estabas haciendo, al menos por media hora más, y luego permitite 10 minutos de descanso antes de seguir avanzando. Este sistema 30-10 se convertirá en tu aliado, además de tu estrategia antiprocastinación favorita.
El manejo del tiempo también es un compromiso con nosotras mismas: elegir lo que queremos hacer implica una afirmación acerca de quiénes somos y de cómo valoramos y respetamos nuestras elecciones. Podés usar tu tiempo responsablemente –evaluando y decidiendo sobre cada momento de tu vida– o hacerte la distraída... Queda en vos.
Iniciá la campaña pro tiempo
Cuando la información es excesiva, resulta complicado "filtrar" la cantidad de distracciones que pueden dejarnos agotadas y sin ganas para atender lo importante. Recuperar el tiempo tiene dos fases: reacomodar nuestra escala de valores y realizar una intervención consciente para orientar en dónde y de qué manera querés utilizar las horas de tu día. El desafío consiste en convertir –a fuerza de conciencia– cada instante en una acción elegida. Uy, suena difícil. Pero una vez que empieces a elegir las cosas que querés hacer, tu cerebro va a decir: "OK, dejemos de buscar por un rato y disfrutemos de esto, que está buenísimo". Esa sensación de placer, que transcurre lentamente, se llama felicidad.
TED
Algunos especialistas reflexionan sobre el tiempo en TED, la comunidad global que promueve el intercambio de ideas:
Stefan Sagmeister: el poder del tiempo libre
Daniel Kahnemann: experiencia vs. memoria
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Stefan Sagmeister: el poder del tiempo libre
Daniel Kahnemann: experiencia vs. memoria
Lecturas con buen timing
Primero lo primero , de Stephen Covey, Roger Merrill y Rebecca Merrill. Editorial Paidós, $121.
Cómo administrar mejor su tiempo , de François Gamonnet. Editorial Granica, $55.
Primero lo primero , de Stephen Covey, Roger Merrill y Rebecca Merrill. Editorial Paidós, $121.
Cómo administrar mejor su tiempo , de François Gamonnet. Editorial Granica, $55.
Experta consultada: licenciada Inés Dates, psicóloga
Por María Eugenia Castagnino
Fotos de Lucila Cummins
Realización de Romina Goransky
Producción de Néstor Martínez
Por María Eugenia Castagnino
Fotos de Lucila Cummins
Realización de Romina Goransky
Producción de Néstor Martínez
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