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Especial prematuros II: ¿Es posible la lactancia materna exclusiva?




Después de haber compartido el martes historias de bebés prematuros, la idea de hoy es conocer de primera mano tres relatos exitosos de lactancia materna exclusiva en bebés muy chiquitos. Cuando son prematuros, la lactancia suele ser más dificultosa. Al estar en neonatología tienen muchos cables, no suelen tener fuerza para succionar y son más propensos a quedarse dormidos, entre otros factores que dificultan la lactancia. Sin embargo, con un buen asesoramiento, sacaleches o técnicas de extracción manual y perseverancia es posible lograr una lactancia exitosa. Hoy les traigo tres relatos llenos de emoción, tips y consejos para lograr dar la teta a bebés prematuros y no desesperar en el intento.

Noelia Schulz

“Tuve que amigarme con la idea de comenzar mi lactancia de un modo muy distinto al soñado”
Convertirse en mamá prematura, aun sabiendo que existe la posibilidad, no es nada sencillo. Creo que no hay forma de prepararse para esa montaña rusa de emociones. Sin embargo yo tenía una convicción (y soy muy testaruda): quería dar la teta. Durante el embarazo leí toda la bibliografía que encontré sobre lactancia en prematuros pero, como suele pasar, la realidad superó mis expectativas. Octavio nació mucho antes de lo previsto –33 semanas– y fue pequeñísimo. Un bebé perfecto, precioso, rosado… que no sabía succionar. De pronto tuve que amigarme con la sonda y con la idea de comenzar mi lactancia de un modo muy distinto al soñado. Apenas unas gotas de calostro mojaban el sacaleche la impotencia empezaba a invadirme. El apoyo de mi compañero y del sanatorio fueron indispensables. Cada día, cada 3 horas, volvía a intentarlo y al poco tiempo logré juntar algunos frasquitos que etiqueté con orgullo (la buena noticia es que los prematuros necesitan mucha menos leche de lo que pensamos). De alguna manera, las noches separados fueron un poco menos dolorosas de este modo. La primera prueba estaba superada: habíamos logrado la famosa lactancia materna exclusiva.
Un mes después, al momento del alta, la sonda había sido reemplazada por la mamadera y la teta era apenas un mimo de algunos minutos. La leche fluía pero mi bebé no sabía bien cómo prenderse. Volvimos a casa con alegría y preocupación. Nuestra obsesión era el aumento de peso. A los pocos días, en el primer control, la balanza nos dio un respiro y ahí sí me animé; le confesé casi llorando a la neonatóloga que no podía lograr que se prenda a la teta. Cada intento significaba sangre, sudor y lágrimas (de ambos). Mala prendida, un reflejo de eyección demasiado poderoso y un bebé muy pequeño que todavía no entendía del todo las intenciones de su madre. Ella no lo sabe, pero esa médica salvó nuestra lactancia. Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla ó de adoptar el sacaleche como extensión de mi cuerpo para siempre. No me acuerdo ni siquiera qué me dijo, sólo sé que me dio fuerzas para seguir adelante. Dos semanas nos llevó quitar todas las mamaderas. Horas y horas de cuarto oscuro, silencio, canciones, piel a piel, amor.
Si hay algo que puedo decir con seguridad es que volvería a hacerlo, una y mil veces. Dar la teta a un bebé prematuro y verlo crecer sano y fuerte es una experiencia única, irrepetible y absolutamente sanadora.

Noe Barbero Gomez

“La leche lo va a salvar”
Un día, mucho antes de la fecha prevista, Astor decidió nacer. Si bien sabíamos que la inducción era inminente, ya que yo hacía varias semanas que estaba internada con una fisura de membranas, había una mínima posibilidad que el parto se desencadene. Y así fue. Con 31 semanas mi pequeño comenzó el viaje fuera de la panza. Un parto lleno de oxitocina y miedo, pero sobre todo esperanzas. No sabíamos qué sería de él al momento de nacer, ¿Necesitará oxigeno? ¿Podríamos estar juntos? ¿Me reconocería? Y las respuestas no tardaron el llegar. Luego de muy pocas horas el sonido más hermoso llenó la sala: su llanto. Sus ganas de vivir se hicieron sentir, lo escuché y lloré como nunca. Mi hijo respiraba solito y yo respiraba con él. Me lo dieron, nos miramos y besamos y rápido se lo llevaron a neo. Yo, como toda madre enjaulada no podía esperar que las horas pasasen para ir a verlo. Necesitaba tocarlo otra vez. Cuando fuimos estaba acostado boca abajo, aún no podíamos sacarlo de la incubadora, era muy pronto.
Cuando una enferma –Anabella–me vio entrar a la habitación sin mi bebé lo primero que me dijo fue “la leche lo va a salvar, tu leche es lo único que necesita”. Y cuánta verdad había en sus palabras. Si bien el sanatorio contaba con un staff de puericultoras muy amables y atentas la lactancia fue lo más fácil. Me sacaba leche casa 2 horas y los pocos momentos en lo que no me encontraba en neo lo hacía con un extractor manual. O a mano, que era mucho mejor.
Pasaron los días y la sonda por la que Astor se alimentaba ya estaba por quedar en el olvido. “Pecho, contacto, mamá", me dijo otra enfermera. Y probemos. Apenas lo puse él se prendió. ¡Como si supiera hacerlo! Ese calor hacía que nos olvidemos del escenario y nos acerquemos mucho más. Éramos uno, otra vez. Así pasamos un mes: a teta y besos. No me movía ni para dormir en casa. ¿Cómo me iba a ir y dejarlo? Él necesitaba la teta. De a poco fue aumentando de peso y con un mes de internación y 2.100kilos nos dieron el alta. Llegamos a casa felices y excitados de amor. Seguros. Si bien el puerperio juega mucho en esos momentos, lo atravesamos en paz, acompañados de la familia.
Ya hace 1 año de ésta historia. Hoy pesa unos hermosos 10 kilos y la teta nos acompaña. Porque no solo es alimento: es amor en su máxima expresión.

Vane Janeiro

“Confié en mi cuerpo, confié en el suyo y lo logramos”
Valentino nació por cesárea de emergencia a las 27 semanas de gestación. Intempestivamente rompí bolsa y doce horas después estaba entrando al quirófano.
Era mi segundo hijo, así que la experiencia y la información me habían llevado a desear casi con desesperación dos momentos cruciales en la maternidad: un parto vaginal y una lactancia prolongada. Lo primero por supuesto no se pudo dar. Pero empezaba un largo y duro camino para cumplir lo segundo: amamantar a un bebé extremadamente prematuro, intubado en terapia intensiva y con sólo 3 visitas diarias a neo.
Con la angustia y la incertidumbre que implica tener a un bebito tan chiquito en esas condiciones, me dieron el alta y a partir de ahí sólo dos cosas importaban y no se alejaban de mi mente: que mi chiquito se recupere, y hacerme un banco de leche para que Valen se pueda alimentar por sonda. Así fueron pasando los días, entre visitas a neo y la rutina de mi otro gordo: sacaleches varios, bolsitas recolectoras, bomba extractora en el lactario de la clínica, esterilizador, extracción manual, puericultoras, información y experiencias en internet y placebos de todo tipo.
El objetivo era no dejar pasar nunca más de 3 hs entre extracción y extracción. Pero ni el mejor sacaleches del mundo se puede comparar con el estímulo que te produce la succión de tu bebé. El tiempo pasaba y todo se hacía cuesta arriba. Valu tenía días buenos y días malos. Mis tetas también. Había días en los que no tenía ganas de nada. Las horas pasaban y yo de solo pensar en apoyarme otra vez ese bendito sacaleches quería llorar. El banquito de leche de mi freezer se agotaba porque cada vez producía menos. En un último intento desesperado, y después de probar malta, mate cocido y hasta algún medicamento con poderes galactogogos –que estimulan la producción de leche- repunté. Empecé a producir un poco más y sólo restaba tachar los días para tener a mi bebé en casa. Sabía que con él prendido en la teta nunca me iba a faltar leche.
Un 13 de junio llegó el tan esperado alta. La orden de los médicos fue: le das mamadera, y si se queda con hambre la teta después. Por supuesto no lo hice. Tenía leche, tenía un bebé: tenia lactancia. Confié en mi cuerpo, confié en el suyo y así fue: Valu se prendió a mi teta de una forma veloz y maravillosa. A pesar de haber nacido con 1 kilo y no succionar hasta los 60 días de vida, jamás necesito complemento: primero con sonda, luego directo del pezón, pero siempre leche materna. Tuvimos esa lactancia feliz que tanto anhelaba por casi 2 años.

La lactancia materna exclusiva en bebés prematuros también es posible. Requiere más esfuerzo y dedicación, es cierto. Pero con un buen asesoramiento y preparación es posible alimentar a nuestro bebé con leche materna. Como digo siempre, en crianza pocas cosas son "blanco o negro" y complementar no es mala opción. La idea de esta nota era poder contarles que "prematuro" no es sinónimo de "leche de fórmula" como muchas pensamos antes de entrar en tema. En octubre vamos a volver a tratar el tema para compartir los derechos de los bebés prematuros y conversar con una enfermera de neo.
Las invito a visitar mi FanPage y mi cuenta de Instagram para compartir más novedades.
¡Buen fin de semana!
Debbie

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