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Fiestas incómodas. "Mi familia política es de otro planeta"


Créditos: Caribay Marquina.



¿En qué momento tu mesa de fin de año se transformó en un territorio donde te sentís una outsider? Acá, algunas claves para pilotear tu nave espacial.
Llegó la primera Navidad con su familia: te pusiste tu nuevo vestidito blanco y tus mejores tacos, trajiste regalos para todos y un champán rico para el brindis. Te aprendiste de memoria los nombres de sus tíos y hasta pensaste en algunos temas de conversación para sacar de la galera en momentos de apuros. Estás lista para causar una buena impresión, con tu labial bien prolijito, tu clutch de brillos y tu sonrisa enorme. Sos la nuera ideal.
¿Con qué te encontrás? Todos en traje de baño y ojotas (aunque no hay pileta y es de noche), su papá haciendo un asado sin remera y dando a picar desde la tabla, sus primos fumando porro en la cocina y su hermana y su mamá discutiendo a los gritos encerradas en el baño (pero se escucha todo).
Y pensás: ¡uf, su familia es de otro planeta! Incluso, más avanzada la noche, ya descalza y sentada en el pasto (pobre vestido), te cuesta sostener una charla con su familia: opinan muy distinto de política, se ríen de tus intentos de hablar del niño Jesús, se la pasan discutiendo de fútbol –un tema del que que justo vos sabés poco y nada– y no podés meter bocado. Como si fuera poco, nadie te avisó que los regalos eran solo para los chicos, así que quedaste bastante chupamedias.
Volviendo a tu casa de la mano de tu pareja, empezás a preguntarte por el futuro de tu relación. ¿Este chico nació de un repollo o comparte los valores y opiniones de su familia? Por ejemplo, si tienen hijos, ¿van a poder ponerse de acuerdo sobre cómo educarlos? Y sobre todo: ¿todas tus Navidades van a ser así, con vos sintiéndote sapo de otro pozo?

Sus lejanos planetas

¿En qué sos diferente a su familia? Aunque algunos aspectos son inofensivos, otros pueden ser causa de alerta.
  • El estilo. Remera va, camisa viene... ¿Te sentís desarreglada cuando vas a su casa o, por el contrario, al lado de los looks de su familia parece que vas a la entrega de los Martín Fierro? Mientras no sea causante de problemas, ¡no pasa nada! Acordate de que no necesitás disfrazarte de alguien que no sos "para encajar", porque sos mucho más que lo que te ponés. Disfrutá de tu estilo y respetá el suyo.
  • Las costumbres. Ya sea saltar de la silla a las 12 para empezar el año con el pie derecho, comer 12 uvas para tener suerte, preparar platos vegetarianos, tomar mate o cualquiera que sea tu costumbre preferida, considerá compartirla con tu familia política. ¡Lo más probable es que les divierta probar algo nuevo!
  • Los vínculos. Quizá los abrazos sean moneda corriente en tu familia y hables con tu mamá todos los días, pero tu pareja no se lleva muy bien con sus padres o se pelea con sus hermanos cada vez que los ve. Preguntate: ¿es imprescindible para vos que él tenga buena relación con su familia? O incluso más importante: ¿qué tipo de vínculo querés que tenga su núcleo familiar el día de mañana con vos y los tuyos?
  • La religión. Mientras haya respeto por las creencias del otro, todo bien... Hasta que llega la hora de decidir cómo quieren educar a sus hijos. Si esto para vos no es negociable, dejalo claro.
  • Los valores. Honestidad, bondad, respeto, responsabilidad, compasión... Estos valores se aprenden en casa. ¿Los de su familia difieren mucho de los de la tuya? Si es así, ¡estate atenta!
  • El nivel socioeconómico. ¿Sus padres esperan que puedas pagarte pasajes carísimos para acompañarlos a pasar su aniversario a las Islas Maldivas? Es momento de tener una buena charla con tu chico.

¿Qué podés hacer?

No te quedes con la primera reacción, que seguro es de shock, impotencia, desilusión y vivencia de "uf, esto no va". Mejor goberná tus emociones y actuá con conciencia, para no tirar intempestivamente por la borda la relación.
Una de nuestras expertas, la psicóloga Carolina Pavía, nos recomienda seguir 4 pasos: silencio, análisis reflexivo, prudencia y, finalmente, respuesta.
  1. 1

    Silencio: en este paso, identificás las emociones que sentís. ¿Incomodidad? ¿Bronca? ¿Enojo?
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    Análisis reflexivo: acá te tomás el trabajo de razonar las emociones que captaste en el paso anterior. ¿Por qué sentís eso? Escuchate. Evitá que tu análisis sea frío y calculador: daña al otro, robotiza la mente, amarga el espíritu y corrompe la calidez de nuestra capacidad de amar.
  3. 3

    Prudencia: considerás las consecuencias de tus decisiones y acciones en lo personal, relacional, familiar y social. Analizás el contexto.
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    Respuesta: tomás una decisión, asegurándote de elegir la correcta para vos. ¿Cómo? "Una decisión bien tomada aporta y trae paz, aunque implique sobrellevar dolor", nos dice Pavía.
Entonces, ¿cuál sería la ecuación mágica para resolver el dilema? "Integrar nuestras emociones con nuestra habilidad racional, en nuestro contexto vital. Para decirlo ma´s ‘en criollo’: pensar lo que sentimos, incluyendo la lectura de la realidad en la que nos movemos y de acuerdo al proyecto que marca el sentido de nuestras vidas", agrega Pavía.

¿Qué camino vas a tomar?

Tenés, al menos, tres escenarios posibles:
  • Habitar su planeta por un ratito. Quizás este sea el mejor escenario, porque es en el que lográs integrar las diferencias y aprender de la complementariedad. ¿Vas a seguir adelante? Una buena estrategia puede ser adoptar una actitud de "ingenuidad turística" con respecto al planeta al que vas de visita y que te interesa conocer. Es tan sencillo como estar en la mesa familiar y preguntar algo que nadie preguntó nunca, porque podés, porque no sos de ese planeta (o sea, técnicamente vos sos la extraterrestre para ellos). Esta opción requiere facilidades adaptativas y disposición a explorar.
  • Ponerte el traje de astronauta. Por más que una le ponga onda, a veces son infranqueables las diferencias entre los mundos y no encontrás bases comunes con su familia como para poder conectar. Pero ojo: esto no significa que debas terminar la relación, pero sí es importante que tengas una buena comunicación con tu pareja para buscar soluciones creativas al problema. Podés invitarlos a tu casa para jugar de local o llevar a algún aliado que te permita un descanso y que te ayude a construir puentes para el intercambio. También puede ser algo tan sencillo como ponerte a jugar con sus sobrinitos en lugar de charlar toda la tarde con los adultos, para reducir el estrés de participar de este mundo ajeno.
  • Viajar en busca de nuevos mundos. Así como el oxígeno o el agua en la Tierra, hay ciertos elementos del planeta que nos es familiar que las personas necesitamos para poder desarrollarnos. Es posible que, si no los encontramos en el nucleo familiar de nuestra pareja, decidamos que lo mejor es aceptar la realidad y aprender a cerrar etapas en nuestro camino de crecimiento.

Un planeta compartido

Si decidís avanzar con tu relación, considerá que vas a estar fundando un mundo propio de los dos. "Las parejas se construyen desde la diversidad. Esa es la riqueza, encontrar a dos personas que se criaron por separado en mundos distintos, con valores no necesariamente compartidos, con distintas habilidades aprendidas, formas de demostrar afecto, hábitos y recursos, que se encuentran para construir algo nuevo", dice la psicóloga Clarisa Chiacharelli.
La diferencia puede enriquecer. El desafío es aprovecharla y hacerla parte de nuestra cotidianeidad sin que sea un conflicto permanente de imposición de "lo mío sobre lo tuyo". ¿Cómo? Empatizando con los puntos de vista de los diferentes sistemas familiares, e incluso capitalizarlos para darle más vuelo a nuestra forma de vivir la vida.

¿A vos te pasó?

Valeria, 36 años. "La familia de mi ex era muy efusiva físicamente, me abrazaban todo el tiempo y yo me sentía un robot al lado de ellos. Creo que eso influyó en nuestra ruptura: él exigía que fuéramos todos los fines de semana a comer asados con ellos y yo realmente no estaba cómoda".
Camila, 22 años. "Una vez pasamos Año Nuevo en lo de sus papás y me dijeron 20 veces qué arreglada que estaba. El hermano y la novia se fueron antes de las 12. Nos la pasamos mirando tele. Cero onda".
Clara, 42 años. "Me pasó al revés. Un novio vino a mi cumpleaños a casa y mis abuelos le empezaron a hablar de su futuro laboral y le ofrecieron conseguirle entrevistas de trabajo. Le dijeron que la próxima vez fuera en camisa, no remera. Huyó".
Nicole, 35 años. "En la familia de mi novio comen casi siempre bandejitas preparadas para el microondas. Cuando vamos a comer, comemos eso. Me deprime fuerte y no me dan ganas de ir".
Expertas consultadas: Lic. Carolina Pavía. Lic. Clarisa Chiacharelli. Psicólogas.

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