

Discípulos de los maestros Shri Brahmananda Saraswati, Swami Nirmalananda y Shri K. Pattabhi Jois, Sharon Gannon y David Life son los creadores del jivamukti yoga, uno de los ocho métodos de yoga reconocidos internacionalmente.
Además de viajar por todo el mundo dando clases, cuestionan fuertemente el abuso de animales, su utilización en pruebas científicas, el maltrato al que se los somete en las cadenas de producción (de leche y de huevos, por ejemplo) y, por supuesto, el consumo de cualquier alimento que haya tenido ojos. Lo que sigue es la síntesis de una charla larguísima en el piso de uno de los salones de la Jivamukti Yoga School, al 800 de la maravillosa calle Broadway.
¿Qué beneficios concretos y reales brinda la práctica de yoga?
Mucha gente llega al yoga buscando aliviar dolores, tensiones, estrés o malestares corporales. Para nosotros, el yoga es una práctica espiritual que les da al cuerpo y a la mente la posibilidad de liberar su alma individual. El yoga nos ayuda a liberar el alma para su encuentro con Dios o la Fuente de toda la creación. Y finalmente, nos ayuda a comprender que no estamos separados de todo lo que nos rodea.
¿De qué manera estamos unidos?
El concepto que tenemos como individuos separados del entorno es falso. Todo lo que sucede en el universo nos afecta de una u otra manera, y todo lo que nosotros hacemos genera un efecto en los otros. Practicando yoga, esa "ignorancia" se disuelve, y además uno se encuentra con uno mismo. Un ser iluminado ve la divinidad en sí mismo y en todos los otros. Las prácticas del yoga han sido diseñadas para disolver esta dualidad y liberarnos de la ignorancia de la desconexión.
Patanjali, en los Yoga Sutras, dice que mientras no veamos a Dios en cada ser, debemos practicar los yamas, palabra sánscrita que quiere decir "restringir el comportamiento". El primero de los yamas se refiere a no lastimar a los otros (ahimsa); el segundo, a no mentirles (satya); el tercero, a no robarles (asteya); el cuarto, a no manipularlos sexualmente (brahmacharya), y el quinto, a que nuestra codicia no genere pobreza en otros (aparigraha).
¿Los yamas son algo así como los mandamientos de la Iglesia Católica?
Podríamos decir que sí; muchos de estos preceptos también están en otras religiones. Yo los aprendí de niña en la escuela católica. Claro que la diferencia es que me enseñaron que si no los practicaba, me iba al Infierno. Crecí con culpa y con miedo.
¿La práctica de yoga te ayudó a cambiar eso?
Algo que me maravilló cuando empecé a estudiar es que Patanjali hace foco en los aspectos positivos de practicar estos preceptos y nos insta a hacer lo mejor que podemos. En ningún momento usa la palabra "perfección". El objetivo de sus enseñanzas es que cada vez que tengamos que tomar una decisión o un camino, elijamos el bondadoso, el compasivo, el que hace el menor daño posible a todos los seres que nos rodean.
En las clases, ustedes hacen mucho hincapié en ahimsa (no violencia) y además son activistas defensores de los derechos de los animales. ¿De qué manera repercute en la vida de las personas la explotación de los animales?
Para entender esto, es necesario explicar la ley del karma, es decir, la ley de causa y efecto. Todo lo que pensamos, hacemos y decimos tiene una consecuencia en nuestra vida. Si comprendemos este principio, tenemos que saber que la violencia que ejercemos contra los animales atenta contra nosotros mismos. La Tierra no nos pertenece, los animales no nos pertenecen; sin embargo, hemos establecido una relación de abuso, explotación y violencia extrema con el medio ambiente.
Algunos podrán racionalizar esta situación con distintos argumentos (la ciencia dirá que lo hace en beneficio de una causa más importante, como salvar vidas humanas, etc.), pero la realidad es que no dejan de ser actos de violencia contra otros seres. ¿Sabías que un cerdo tiene la capacidad intelectual de un chico de 3 años?
La Argentina es un país productor de carne y muy carnívoro. El asado es un espacio de encuentro de amigos y familia frecuente. A veces, es complicado para un vegetariano explicar las razones por las que no come carne sin herir las susceptibilidades del entorno...
En primer lugar, ahimsa es una práctica personal, y cada uno hará lo mejor que pueda para cumplirla. No es inteligente pelearse ni herir a otros para defender los derechos de los animales. Habrá que buscar maneras no molestas, sutiles y amorosas de recorrer el camino personal sin lastimar a los otros. En segundo lugar, dejame decirte que no es bueno que hagamos proselitismo.
Muchas personas, cuando comienzan a sentirse bien con la práctica del yoga, se convierten en misioneros y tratan de convencer a otros para que se sumen al camino. Nosotros no estamos interesados en esto. Las personas deben llegar al yoga listas para el cambio, anhelando la transformación. Y no porque otro las convenció. Si nos golpean la puerta, acá estamos, felices de responder y ayudar, pero nosotros no salimos a buscar gente para que se convierta.

Durante el seminario, varias veces utilizaron un concepto nuevo para mí: "Pretendan que son compasivos, amorosos... ¡pretendan!". ¿Se trata de fingir? ¿Me podrían explicar el concepto?
¿Qué hace un alumno de yoga que quiere realizar una postura difícil para su cuerpo? Practica una y otra vez hasta que logra armarla. A veces, pasan meses de práctica hasta que lo consigue. Con la compasión, la generosidad o cualquiera de los valores que queremos acercar a nuestra vida sucede lo mismo. Pretender es una manera de practicar.
Te doy otro ejemplo: yo estoy aprendiendo a tocar el violín. Cuando alguien me pregunta, contesto: "Pretendo que toco, me siento y, por un rato, soy violinista". Supongamos que quisiera ser más compasivo: solo tengo que proponérmelo y ser más compasivo con otros. A fuerza de pretenderlo, voy a lograr serlo. Cuando hablamos de disciplina en la práctica, no sólo nos referimos a la parte física del yoga.
La meditación también requiere una práctica sostenida para producir cambios, ¿no?
Sí. Yo recomiendo a mis alumnos buscar un lugar silencioso y poner una alarma que les permita olvidarse del tiempo, aunque sea 5 minutos, todos los días. La mente está todo el tiempo parloteando. Para interrumpir el diálogo interno, Patanjali recomienda que nos concentremos en algo concreto, como la respiración. Nosotros le agregamos un mantra (repetición de una o más palabras en forma sostenida) que es "let go". En castellano, sería algo así como "soltá todo". Cuando inhalamos, pensamos: "Let", y cuando exhalamos, pensamos: "Go". A medida que practicamos, el mantra aparece solo cuando lo necesitamos.
No entiendo...
Te cuento una anécdota: hace poco, me subí a un taxi y, apenas me acomodé en el asiento, sentí miedo. El taxista estaba enojadísimo con la vida y protestaba en voz alta por lo que escuchaba en la radio, por lo que hacían otros conductores... Yo empecé a preguntarme qué debía hacer para tranquilizarlo y llegar a destino a salvo. Se me ocurrieron varias ideas, pero dudaba... No sabía qué hacer, hasta que apareció en mi mente el mantra "let go", y empecé a recitarlo mentalmente. Al cabo de unos minutos, comencé a sentime mejor. Pude relajarme y dejar de sentir miedo. Finalmente, llegué a destino a salvo.
¿Por qué eligieron el nombre "Jivamukti"? ¿Qué significa?
"Jivamukti" es una palabra que en sánscrito significa exactamente "liberación mientras se vive". No hace falta aislarse ni convertirse en otra persona para alcanzar la felicidad total. Jivamukti refleja que es posible vivir una vida iluminada y progresar espiritualmente con las circunstancias que te tocaron. No hace falta más.
¿Cómo es una clase de jivamukti yoga?
Cualquiera que tome una práctica con David, Sharon o un instructor del método puede comprobar de qué manera han integrado todos los aspectos del yoga en una sesión. Así, cada clase comienza con un mantra en sánscrito al ritmo del armonio (instrumento musical de viento con teclado usado para acompañar cantos devocionales), luego se canta el "om" (sílaba en sánscrito que representa el sonido universal o madre de todos los sonidos).
Cualquiera que tome una práctica con David, Sharon o un instructor del método puede comprobar de qué manera han integrado todos los aspectos del yoga en una sesión. Así, cada clase comienza con un mantra en sánscrito al ritmo del armonio (instrumento musical de viento con teclado usado para acompañar cantos devocionales), luego se canta el "om" (sílaba en sánscrito que representa el sonido universal o madre de todos los sonidos).
En primera persona: mi viaje interior
Estaba con mi marido disfrutando alegremente de un mojito en República Dominicana, en un viaje-celebración de mis 46 años y 23 de casada, cuando me pregunté: "¿Habría hecho este viaje si no estuviera casada con él? ¿Qué lugar del mundo y qué tipo de vacaciones elegiría si pensara solamente en mí?".
Estaba con mi marido disfrutando alegremente de un mojito en República Dominicana, en un viaje-celebración de mis 46 años y 23 de casada, cuando me pregunté: "¿Habría hecho este viaje si no estuviera casada con él? ¿Qué lugar del mundo y qué tipo de vacaciones elegiría si pensara solamente en mí?".
La pregunta abrió una puerta enorme. La verdad es que todas las decisiones –al menos la gran mayoría– de los últimos veintitrés años han sido en función de mi marido y mis dos hijos. No reniego. Amo la familia que armé, pero por primera vez en muchos años me sentí habilitada para pensar en un viaje para mí sola: "Nueva York –me dije casi a los gritos de emoción–. Quiero caminar por las calles de Nueva York sola y hacer un intensivo de yoga con Jivamukti".
Así fue. El 27 de diciembre, partí a un viaje a lo más profundo de mi alma. Doce días caminando, escuchando mi voz interior y atendiendo únicamente a mi deseo. Comí lo que quise y cuando quise, elegí cada uno de los paseos y hasta me di el lujo de levantarme de un recital de un artista consagradísimo (¡que había pagado en dólares!) simplemente porque tenía sueño y quería dormir. Ni una sola vez sentí miedo (ni siquiera cuando caminé por Harlem de noche), y todo el tiempo fui yo misma. Ahora, intento que la Marcela que descubrí en NY se atreva a transitar el día a día en Buenos Aires con la misma sonrisa de turista sorprendida que tenía en Manhattan.
Por Marcela Luza
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