CARLOS PAZ.- El valle de Punilla está formado por un conglomerado de pintorescas poblaciones serranas que atesoran variados paisajes.
A lo largo de un circuito de casi 90 kilómetros, que separan dos grandes cordones montañosos, florecen trece municipios con una infraestructura hotelera exigente en medio de una geografía irregular, conformada por cerros, quebradas, llanuras, ríos, lagos, vertientes y arroyos.
Luego de transitar 35 kilómetros desde la capital provincial rumbo al oeste por la ruta nacional 20, sobre las márgenes del lago San Roque aparece el primer paso de este itinerario tentativo: Villa Carlos Paz.
Con su moderno y dinámico centro urbano, recostado sobre el faldeo de las denominadas Sierras Chicas, es uno de los más jóvenes e importantes centros turísticos del país.
Los contrastes
Todo el bullicio y el renombre que caracteriza a la Villa, donde los ánimos se alborotan con la llegada de los visitantes, contrasta con la paz, la tranquilidad y el casi anonimato que ofrece la pequeña localidad de Tanti, vecina de Carlos Paz.
Tanti tiene pocos hoteles, algunas colonias de vacaciones y numerosas casas de fines de semana, pero su atractivo se potencia por la cordialidad de sus habitantes.
Las montañas que la circundan, su vegetación, fauna, ríos, cascadas y los arroyos de vertiente son terreno fértil para el turismo de aventura.
El cerro Los Gigantes y su cumbre de gran altura es el preferido de los amantes del montañismo, mientras que la cascada de Los Chorrillos -con 120 metros de caída y rodeada de rocas, helechos, musgos y una frondosa vegetación- es nada menos que la vedette del lugar.
Desde el refugio Villa Amelita, administrado por el prestigioso Grupo Andino Carlos Paz, se abre la quebrada que conduce al cerro de La Cruz, una pared muy valorada para los practicantes de escalada deportiva.
Mallín, otro paraje de la zona, ofrece a los visitantes la belleza de la Cueva de los Pajaritos y los balnearios naturales que forma el río en su serpenteante paso entre rocas.
Se suma El Durazno, con su arroyo cubierto de plantas acuáticas y la sombra de una añosa arboleda; el río Yuspe, para la pesca deportiva de truchas y, no lejos de allí, Cabalango, un pequeño conglomerado urbano que es el rincón preferido de artistas y amantes de la naturaleza.
Retomar el rumbo por la ruta nacional 38 hacia el norte del valle significa encontrar otros pequeños poblados (Bialet Massé, Santa María y Villa Bustos) que se erigen sobre las márgenes del río Cosquín, y si bien es cierto que cuentan con una incipiente infraestructura, son dueños de un paisaje que invita a disfrutar el placer de la tranquilidad.
Folklore y coquetería
Luego está Cosquín, la Capital Nacional del Folklore, que pone la nota distintiva y marca la continuidad del circuito que se prolonga en parajes y pequeñas localidades, como Molinari, Casa Grande y Valle Hermoso, hasta que una de las tantas curvas del sinuoso camino permite descubrir el centro urbano de La Falda.
Es una coqueta e inquieta ciudad que se proyectó más allá de nuestras fronteras, no sólo por su microclima y el particular encanto del entorno, sino también por la mística de un establecimiento que ya es leyenda, el Edén Hotel. Por sus señoriales instalaciones giraron desde el príncipe de Gales y Albert Einstein hasta las bailarinas del famoso Follies Berger, de París.
Teatros, pubs, discotecas y salas de juego le confieren a La Falda los rasgos de gran ciudad con una activa vida nocturna, complementada con una amplia propuesta de excursiones que incluyen lugares como El Cuadrado, un cerro al que se accede por un sinuoso y agreste camino, o la capilla de Santa Bárbara (de 1748), en el corazón de la Pampa de Olaen, a 20 kilómetros de allí.
La localidad de Huerta Grande y su reconocida onda verde junto a Villa Giardino, se han ganado el mote de El jardín de Punilla y aportan también su tentadora propuesta de sierras, paz y tranquilidad con el equipamiento necesario para las comodidades del visitante.
Reminiscencias británicas
En el punto más elevado del valle de Punilla, a unos 1140 metros sobre el nivel del mar, La Cumbre se asoma como una auténtica curiosidad de la región.
El perfil británico de sus viviendas, una elegante infraestructura y la más variada gama de actividades constituyen la carta de presentación de este lugar de ensueño. Se advierte la impronta de los ingenieros ingleses que a fines del siglo pasado construyeron el ramal ferroviario Cosquín-Cruz del Eje.
Calles de sinuoso trazado, residencias rodeadas de vegetación y la prolija alfombra verde del Golf Club -reconocido por la calidad de sus links y el nivel de los torneos- son otras de las características de este enclave.
En la zona hay comercios de todo tipo, así como buenos hoteles y coquetos salones para el tradicional five o´clock tea, además de pubs, discotecas y locales de esparcimiento para todas las edades.
Los alrededores del centro urbano son pródigos en paisajes y, no lejos de allí, la agreste plataforma rocosa de Cuchi Corral ofrece las condiciones óptimas para practicar aladeltismo y parapente.
Siempre rumbo al Norte por la ruta nacional 38, pequeñas poblaciones como Cruz Chica -sede de la mansión que habitó Manucho Mujica Lainez-, Los Cocos, San Esteban y Dolores son perfectas para unos días de comunión con la naturaleza.
La magia de la montaña
El broche final de este apasionante itinerario es Capilla del Monte, al pie del famoso Uritorco, de 1979 metros sobre el nivel del mar y el cerro más alto de las Sierras Chicas.
Es para muchos el centro de un vértice de energía planetaria de unos 25 kilómetros de diámetro y uno de los doce más potentes del mundo. Ese particular embrujo ha convertido al cerro en punto de peregrinación de científicos y estudiosos, pero también en epicentro esotérico del país que en 1986 cobró fama por el avistaje de OVNI en la zona. Hoy todavía es un imán para los amantes del esoterismo, los extraterrestres, el misticismo y la fe.
Al margen del misterio, Capilla del Monte es una típica población serrana que exhibe un completo stock de servicios e infraestructura, hoteles y bungalows de jerarquía, centro de compras, lugares de esparcimiento, restaurantes, pubs, bares, confiterías, discotecas, casas de té y la posibilidad de realizar increíbles excursiones.
La oferta incluye incursiones al Uritorco y a Los Terrones, un imponente conglomerado de areniscas rojas con caprichosas formas dibujadas por la erosión; al igual que visitas al dique El Cajón; a la mole rocosa denominada El Zapato; Agua de los Palos, una vertiente de agua natural a 1300 metros de altura, en el corazón del cerro Las Gemelas; al balneario Los Mogotes, sobre el río Dolores, y a las grutas de Ongamira, con sus valiosos vestigios de los comechingones.
Virgilio M. Pereira