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Las ventanas rotas




Hace ya varios años, un psicólogo de la Universidad de Stanford dejó un auto en muy mal estado en una calle del Bronx de Nueva York, cuando ese barrio era todavía un sitio inseguro y muy peligroso. El auto estaba sin patente y con las puertas abiertas. Esperó a ver qué pasaba y confirmó lo que presentía: a las pocas horas, el auto estaba destrozado. Semanas más tarde, dejó un auto en similares condiciones en un barrio rico de Palo Alto, en California. Nadie se acercó. Entonces, a la semana, decidió romper con un martillo una de las ventanas del auto. El resultado fue el mismo que en el Bronx: a las pocas horas, las personas se acercaban para llevarse partes del auto y destrozarlo. En poco tiempo, ya no quedaba nada.
El experimento tomó el nombre de "teoría de las ventanas rotas" y los investigadores que trabajaron con este concepto sostenían que si en un edificio aparecía una ventana rota, ese pequeño signo de abandono o deterioro producía un efecto contagio y era motivo para que se lo saqueara. La teoría de las ventanas rotas sirvió luego para explicar varios comportamientos humanos y, si bien pasaron treinta años desde que se hizo el experimento, cada vez tiene más vigencia y actualidad. Porque se trata simplemente de mostrar cómo apenas unos pocos detalles de abandono arrastran otros. Cómo un descuido en nuestro aspecto, en lo que decimos, en cómo nos relacionamos, en nuestro barrio, puede llevar a deterioros mayores.
Muchas veces nos pasa que, por ejemplo, en nuestra casa, postergamos el arreglo de algo que se rompió para más adelante, por pereza, falta de tiempo o simplemente falta de ganas de repararlo. Y esa pequeña cosa lleva a otra, y cuando queremos repararla, nos damos cuenta de que la lista ya es mucho más larga y el doble de trabajo. Y nos agotamos antes de empezar. O pasa que descuidamos nuestro aspecto. No le damos importancia, creemos que no merece la suficiente atención. Pero, en definitiva, nos estamos descuidando a nosotras.
Este mes, elegimos enfocar nuestra atención en el tema de la aldea, entendida como entorno, como espacio que incluye nuestro barrio, nuestros vínculos, nuestro lugar de trabajo. Porque así como la teoría de las ventanas rotas habla de cómo un deterioro acarrea otros, estamos convencidas de que generar un cambio positivo también arrastra acciones positivas. Entonces, si decidimos intervenir el espacio para que mejore, nuestra acción, seguramente, inspirará a otros para que también adopten una actitud positiva que genere una alteración de nuestro entorno.
Ir por la positiva, generar acciones que modifiquen nuestro entorno, actuar, intervenir. Producir el cambio. Empezar por esos pequeños detalles que luego harán una diferencia enorme. Porque, se sabe, lo que importa son los detalles.

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