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María Eugenia Farías: acerca del valor para defender toda forma de vida

Esta bióloga argentina descubrió en la Puna a los habitantes más antiguos de la Tierra y afirma que ellos sabían desde hacía siglos que sus suelos, piedras y montañas eran sagrados




María Eugenia Farías y la Puna consolidaron su amor en 2009. Fue cuando estas tierras, consideradas sagradas por culturas milenarias, decidieron mostrarle uno de sus secretos más valiosos: la forma de vida más antigua que se conoce en el planeta, escondida bajo las piedras de la laguna Socompa. Por entonces, Eugenia, de 41 años, ya era madre de tres hijos, Nicolás, Marco e Irina, y no se imaginaba que, durante un improvisado descanso durante una de sus tantas expediciones, la Puna le encomendaría otras criaturas de las cuales cuidar. Podría decirse que el descubrimiento fue casual, pero quienes conocen su historia saben lo poco que hay de casual en el destino de una mujer tan brava.
María Eugenia Farías, bióloga

María Eugenia Farías, bióloga - Créditos: Gentileza de Eugenia Kais

Esta cordobesa criada en Tucumán tenía apenas 19 años cuando visitó la zona por primera vez. Había ido de mochilera, con amigos, y todavía recuerda la sensación: “Una conexión especial, la de haber encontrado mi lugar. Nunca había visto cielos tan maravillosos ni paisajes tan de otro planeta. Era evidente que el lugar estaba repleto de formas de vida evolucionadas. Sentí un llamado y me prometí que algún día iba a responderlo”. Luego de pasar gran parte de los 90 exiliada en España, debido al recorte del presupuesto científico que la dejó sin trabajo, en 2001 aceptó ser repatriada. Le pidieron que se dedicara a la investigación de la microbiología ambiental en el canal de Beagle. Pero tenía una idea mejor: cumplir su promesa.

LA AMAZONA DEL DESIERTO

En una zona en la que no existen precedentes de exploradoras científicas y que por su hostilidad es conocida internacionalmente como la “Arabia Saudita de Latinoamérica”, Eugenia tuvo que lidiar con una geografía marciana, caminos imposibles y niveles de altura intolerables. Durante los primeros años, aprendería a manejar por senderos peligrosos, a bucear en altura para sumergirse en lagunas vírgenes y a acampar a muchos grados bajo cero para lograr medir las fluctuaciones de la temperatura de misteriosos ojos de agua. Por todo esto, aunque es cierto que muchas circunstancias fortuitas propiciaron su descubrimiento de los estromatolitos, es injusto hablar de un golpe de suerte. Para el momento en que logró identificar este ecosistema de 3800 millones de años de antigüedad, la Puna y ella llevaban casi una década de relación, suficiente como para empezarse a confesarse algunos secretos.

UN HALLAZGO DIFÍCIL DE REVELAR

Los estromatolitos fueron clave en la historia del planeta, ellos se encargaron, por ejemplo, de volver la atmósfera respirable, en el origen de la Tierra. Aun así, no todos entenderían la importancia de cuidar “unas bacterias”. Eugenia decidió mantener el secreto. Así lo hizo durante meses, hasta que leyó en un diario el anuncio de una inminente extracción de agua de Socompa. De concretarse, sus microorganismos morirían. Para saber cómo seguir, recurrió a otra mujer brava, Teresa Manera de Bianco, una paleontóloga que durante años se las ingenió para proteger enormes huellas de dinosaurios sin ayuda del Estado, en Bahía Blanca. Teresa le indicó buscar ayuda de las comunidades originarias.
Así fue como un día Eugenia se encontró reunida con el cacique y los cien vecinos de Tolar Grande. El intercambio comenzó de inmediato. Ellos hicieron el ritual de la Pachamama para bendecirla y ella emprendió su misión más urgente: crear un arca de Noé de bacterias, que preservara y permitiera la reproducción de estromatolitos, en caso de que las políticas de protección llegaran muy tarde o, directamente, no llegaran jamás.
La noticia se esparció en el ámbito de la ciencia internacional. En 2011, Eugenia logró que Socompa y los ojos de mar se declararan áreas protegidas por su presencia bacteriana. Aunque eso fue todo un éxito, aún trabaja para conseguir que, dentro de los requisitos para las habilitaciones mineras, se contemple la preservación de microorganismos. “Los estromatolitos permitieron que la vida volviera a surgir luego de varios cataclismos. Su información podría sernos útil para rehabilitar campos áridos y combatir el calentamiento global. Esto es un tesoro para la humanidad”, resume.

La ruta del origen de la vida

Además, Eugenia encabeza un proyecto de turismo científico para ayudar a la divulgación. El tour parte desde Salta y atraviesa lagunas, salares y volcanes del altiplano, que recrean las condiciones de la Tierra primitiva de hace 3400 millones de años. Habrá salidas en agosto, octubre y noviembre.
Más información: www.rutaalorigendelavida.com
¿Qué te pareció esta historia? ¿Te gustaría conocer el origen de la vida? También leé: Papel plantable, la semilla del cambio y Maruja Bustamante: "¡Qué bueno que seamos tan diferentes!"
Agradecemos al Ministerio de Turismo Nacional y la Secretaría de Turismo de Catamarca por su colaboración en esta nota.

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