Soy respetuosa de todos los bichos, a excepción de piojos y mosquitos.
Con estos últimos -sobre todo- me nace el instinto asesino.
No mido.
Recuerdo la primerísima primera vez que uno de ellos osó posarse sobre mi nena. Sobre los 2 kilos y monedas que tenía de hija, sobre esa pielcita de durazno blanquita, recién salida.
Recuerdo mi reacción insólita para una época en la que lo salvaje apenas se había manifestado (de forma muy solapada todavía) en alguna que otra discusión de pareja.
Recuerdo haberle gritado: "la p q t parió, mosquito d mierd..."
Así, sin vueltas.
Recuerdo que marido me escuchó y yo lejos de sentirme avergonzada, sentí orgullo. Como si por lo bajo le hubiera advertido: ¿viste que soy brava? Ojito.
Y sí que lo soy.
Últimamente estoy menos virulenta con los mosquitos, ahora que lo pienso. Pero me indigno cuando les veo a mis hijas una seguidilla de ronchas en las piernas. ¿Con qué derecho? Si me dijeran, la picó uno... Y bueno. Pero no, vinieron en manada. Y se aprovecharon de su sueño.
Eso sí, confieso que me gusta que ellas me busquen para el bálsamo. "Mama, crema".
Ahora también recuerdo, mucho más atrás en el tiempo, cuando mi abuela me untaba Caladryl recién salida de la ducha, y cómo me gustaba a mí también aquella terapia, que mi abuela me mimara.
Me sanara-sana colita de rana.
Pero no vamos a concluir con "qué bueno que las piquen para curarlas", no, más bien quisiera disciplinarme con la prevención, poner a diario tabletas, estar a tiro con el off (sin volverme una obsesiva...) para ahorrarles toda la picazón y molestia... de esos m de mier...
(no se metan con mis nenas).-
Y ustedes, ¿cómo los llevan?
PD: Ilustración de Sonia Esplugas. http://www.soniaesplugas.blogspot.com
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