CARILO.- El maestro Alberto Lysy hace maravillas con su violín. Sus alumnos demuestran que acompañarlo ya no es tan difícil y la música que logran transforma a Cariló en un mágico bosque encantado, donde cada temporada se juntan cientos de personas para disfrutar del ciclo de conciertos al aire libre y gratuitos.
Ese marco de tranquilidad, de paz, es el que se repite en cada uno de los puntos de este paraje que, con frecuencia, es visitado no sólo por argentinos, sino particularmente por europeos que encuentran en esta reserva la oportunidad de relacionarse mano a mano con la naturaleza.
Como en Villa Gesell, también Cariló tuvo un impulsor de estos ahora añosos pinos que inundan todo el balneario. Pues cuando Héctor Manuel Guerrero comenzó la forestación, la zona no era más que un paraje de médanos desérticos.
A la sombra de esos pinos buscan refugio aquellos que quieren escapar del fragor cotidiano que imponen las grandes ciudades y el ritmo alocado de este mundo globalizado.
Con andar pausado y cansino es habitual verlos recorriendo el Patio de la Pulpería, primer restaurante de Cariló que levantó Martín Villamil hace más de diez años, cuando la zona acogía apenas cuarenta y tres casas.
El asfalto no ha sido invitado a invadir estas tierras y jamás llegará mientras los habitantes mantengan su idiosincrasia lugareña de preservar esta zona en su máxima pureza.
Además de los bosques, los diversos estilos arquitectónicos que se han aplicado en cada una de las construcciones le han puesto un sello más que particular a Cariló.
Desde la década del ochenta, las viviendas del estilo de la campiña inglesa comenzaron a convivir con el novedoso diseño californiano, que apela fundamentalmente a las construcciones en madera y que se refleja con mayor claridad en el centro comercial de Cariló.
Cabañas de este tipo son las que aguardan cada verano a aquellos que comienzan a asomarse por primera vez en estas costas, donde las cabalgatas a la luz de la luna, el sol en sus extensas playas y la tranquilidad de los bosques invitan a vivir y gozar de la naturaleza en su máxima expresión.
Los aires de paz que soplan por Cariló no serían tales sin un lugar como la capilla emplazada en la calle Carpintero y en uno de los puntos más elevados de este balneario.
Con sus imponentes líneas arquitectónicas que semejan la imagen de una paloma con las alas extendidas, traza un ambiente ideal para reencontrarse con el alma.
A su alrededor, y como en todo Cariló, el cuidado de los parques y el intenso verde de los árboles imponen su presencia.
El suave y delicado perfume de las acacias es el aroma característico de estos bosques casi mágicos, encantados, salidos de algún libro de cuentos en el que, verano tras verano, se suman nuevos protagonistas en busca de cumplir su sueño de tranquilidad.
A todo sol: desde el amanecer hasta el ocaso se puede disfrutar del mar y de la playa con suave pendiente con absoluta libertad.
MONTE HERMOSO.- Las aguas más cálidas y las playas de más suave declive de la provincia han hecho de Monte Hermoso un verdadero paraíso turístico, constituyéndose en el único punto del país donde el sol nace y se pone en el mar.
Por eso no es raro ver a los bañistas abandonar las suaves arenas cuando comienza a anochecer, pues las playas carecen de conos de sombra y se puede disfrutar del sol desde la madrugada hasta que desaparece por el horizonte marino.
Monte Hermoso tiene más de treinta kilómetros de playas que se extienden desde el tradicional Camping Americano hasta la desembocadura del río Sauce Grande.
El clima estival no tiene mayores alteraciones de una temporada a otra. Un viento marino que los lugareños llaman brisa de mar sopla suavemente la mayoría de los días, y lleva la marca de los termómetros a un promedio de 26° C; su ausencia permite que el mercurio suba por encima de los 30° centígrados.
En esos días calmos y de vientos moderados, los fanáticos de los deportes acuáticos encuentran el clima y las condiciones ideales para elevarse con sus motos acuáticas por una superficie mansa del mar, surcarla con tablas de windsurf o volar en esquíes arrastrados por gomones.
El Camping Panamericano es el lugar más elegido por quienes optan veranear con aires de aventura, mientras que una excelente hotelería aguarda a miles que llegan en demanda de buen alojamiento.
Las tarifas no han cambiado con relación a temporadas anteriores. Los precios variarán entre 35 y 60 pesos por día -según el hotel- para una habitación doble.
Las inmobiliarias siguieron el mismo camino y mantienen valores que van de 1300 a 1600 pesos para una casa de dos dormitorios y de 1000 a 1200 para un departamento de dos ambientes.
Salas de entretenimientos, confiterías, bares, restaurantes, locales bailables y un amplio circuito comercial céntrico hacen que el turista encuentre en Monte Hermoso todo cuanto pueda necesitar.
El juego también tiene su lugar en el casino, donde los amantes de la ruleta y las cartas pueden probar suerte una vez y otra.
Los paseos por los alrededores de la ciudad se pueden extender hasta la laguna Sauce Grande, ideal para los que gusten de la pesca o, al menos, para disfrutar de un paseo entre vegetación y fauna autóctonas.
Hasta los ciervos llegan a hacer sus pasadas por la región, aunque sólo pueden ser cazados por el disparo de alguna cámara fotográfica que quiera llevarse el recuerdo de una especie totalmente protegida.
Buena parte de lo que es esta reserva encuentra explicaciones claras y detalladas en el Museo de Ciencias Naturales de Monte Hermoso, que reúne piezas paleontológicas y arqueológicas, así como especies marinas que son una verdadera atracción en la región.
Brisa del Sur en Monte Hermoso