Ser vos misma es el mejor regalo que tenés para dar a todos tus seres queridos. - Créditos: Lucas Engel. Realización de Diego Andrés Martínez (DAM). Producción de Virginia Gandola
Excelente profesional, impecable mamá, la mejor confidente de tus amigas, linda, ondera, divertida, creativa, una gran anfitriona y súper querida por todos. ¿Todo eso querés ser? Bien, muy probablemente seas una perfeccionista. Ahora, con una mano en el corazón, ¿no tenés la sensación de que esa perfección tan ansiada es como una vara altísima que se estira a medida que vos saltás más y más para alcanzarla?
Traé a tu mente la sensación de la última vez que alguien te miró con amor y reconocimiento. Y entonces vos te sentiste valiosa, completa y buena. Así es. Si vamos a asumir que existe algo perfecto en lo humano, es ese sentimiento tan relacionado con la dicha, la maravilla y el amor. ¿La novedad que proponemos? Podemos prepararnos para recibirlo y también para dirigirlo hacia nosotras mismas.
¿Con qué espejo te estás mirando?
Por lo general, cuando nos miramos, solemos tener una mirada implacable. Dura, crítica, poco compasiva. Pero, como todo, muchas veces depende de la superficie o del “espejo” en el que nos estemos reflejando, que puede devolvernos diferentes sensaciones.
El espejo mentiroso: ¿hiciste alguna vez la prueba de mirarte en la parte cóncava de una cuchara? Te ves boca abajo. ¿Estás invertida realmente? No, pero te ves así. Nuestra mente –cuando estamos asustadas, alertas o excitadas– funciona como la cuchara: puede deformar la realidad y hasta ponerla patas para arriba.¿Cuántas veces te encontraste diciendo: “Necesito cambiar porque así nadie me va a querer”? Ese es un pensamiento de la mente en frecuencia perfeccionista: no soy lo suficientemente buena para que me quieran. En un mundo hiperestimulado, es clave aceptar, valorar y reconocer el propio lugar, para detener así la voracidad que nos genera todo lo que nos encontramos en el camino.
Los espejitos de colores: está claro que no es a través de lograr algo que llega el disfrute. Si fuera así, para empezar a pasarla bien tendríamos que tener el talento de Jennifer Lawrence, el compromiso social de Emma Watson, la voz de Rihanna, las piernas de Gisele Bündchen y los millones de Taylor Swift. ¡Impracticable! Mirá a Angelina Jolie. Con su fama, su riqueza, su belleza y el bombón de su ex, parecía tenerlo todo, pero se sentía infeliz. Hasta la mujer que conocimos como “la más perfecta del mundo” puede no sentirse merecedora y suficiente tal cual es. En una época que te dice que el 100% es posible, ese 100 siempre lo vamos a sentir demasiado lejos. Y aun en el supuesto de que lo alcanzáramos, no nos garantiza la felicidad.
El espejo retrovisor: es súper saludable reconocer nuestra historia, de dónde venimos, qué nos marcó, nuestras culpas y miedos. Pero no hace falta que le rindamos pleitesía eternamente. A veces, nos quedamos enganchadas con situaciones del pasado, queriendo de algún modo perfeccionar algo que ya fue, sobre lo que no podemos actuar: “No puedo amarme porque me dijeron que no servía, que nunca iba a llegar a nada”. Sí, quizá no te hayan amado lo suficiente. Pero el trabajo alguien lo tiene que hacer. Entonces, debemos sacar la vista del espejo retrovisor y apreciar de qué está hecha nuestra vida ahora. Para esto, es clave elegir a quienes nos rodean. Estas serán personas que nos reconozcan, que nos vean con buenos ojos, que estén con nosotras, que disfruten de lo que somos sin ponerse celosas de nuestros logros. Y para lo que no resultó, para todas esas relaciones que ya fueron, para lo que solemos llamar “fracasos”, tener siempre un lugar grande, un “tacho de basura emocional” donde poner lo que salió mal y sacarlo del foco de la atención. Sí: olvidar después de usar la información es bueno.
¿En qué espejo te estás mirando? - Créditos: Lucas Engel. Realización de Diego Andrés Martínez (DAM). Producción de Virginia Gandola
El espejo amplificador: ¿viste el espejo circular que usamos para maquillarnos? ¿En el que un minúsculo punto negro se ve como un cráter lunar en el medio de tu cara? Bueno, es muy útil para delinear los párpados, pero lo que muestra no es verídico. Cuando nos corremos de él, el punto negro vuelve a su tamaño original y baja la sensación de drama. Del mismo modo, muchas andamos por la vida con la lupa puesta sobre lo negativo o lo que falta corregir, asumiendo una lista de requisitos para valer y merecer: “Voy a valer cuando quede embarazada”, “voy a valer cuando tenga pareja o él me invite a salir”, “voy a valer cuando consiga ese ascenso”, “voy a valer cuando sea autosuficiente”, y acá podríamos seguir con miles de ilusiones. ¡Uf! El amor hacia vos misma y la autoaceptación son ideas revolucionarias –sí, y además dos enormes desafíos–, pero mucho más trabajo da cumplir toda esa lista y ver que aun así no sos feliz.
El espejo propio: existe un ejercicio –que muchos docentes de teatro usan en sus clases– que te invita a conectarte con un reflejo interno, propio, único, para descubrir y confirmar las fibras más íntimas de tu perfección. ¿Cómo hacerlo? La idea es que te pares frente a un espejo que te refleje y te mires un rato. Mínimo, unos 20 o 30 minutos. Bancate mirarte a los ojos. No es cómodo al principio, y enseguida vas a empezar a criticarte. Hacé un esfuerzo por callar a la jueza interna, esa para quien siempre hay algo por hacer y que demostrar (“¡Tenés ojeras! ¡Tenés canas! ¡Mirá esas arrugas! ¡Qué nariz más grande!”), porque recién después de pasado un rato se enciende el amor. Vas a ver cómo empezás a reparar en tu sonrisa, en el brillo de tus ojos, en tu alegría y tu esencia. Ahí empezás a ir por el buen camino.
El espejo de los otros: seguramente hayas notado que hay mujeres que, sin responder a los cánones de belleza vigentes, te “convencen” de que son hermosas. ¿Cómo lo hacen? En primer lugar, amándose a sí mismas. ¿Entonces, con amarnos a nosotras mismas basta para sentirnos perfectas? OK, es requisito indispensable, pero ¡solito no alcanza! La sensación de pertenencia, la conexión y el amor son claves para que el anillo de la perfección cierre. Y en ese circuito circular somos nosotras quienes guiamos a los otros y ellos nos confirmarán perfectas o “falladas”, según qué transmitamos nosotras. En neurociencias está probado que las llamadas “neuronas espejo” de los que nos rodean van a registrar nuestra autoestima, que va a resonar en ellos y los va a contagiar. Van a sentir eso que nosotras sentimos: nuestra “perfección”, nuestro gusto por nosotras y por lo que hacemos. Así que la próxima vez que alguien te vea perfecta, tu tarea es recibirlo con humildad y agradecimiento (sencillamente, como un regalo). Sí: el arte de recibir nos desafía, pero hay que empezar a dominarlo.
Guía para ser imperfectamente perfecta
En su libro Los dones de la imperfección, la filósofa e investigadora Brené Brown, después de miles de entrevistas, armó una guía para “vivir de todo corazón”. Algunos de sus consejos prácticos pueden ayudarnos para estimularnos en el camino de “ser perfectamente imperfectas”.
1. Mostrate auténtica: la autenticidad es “la decisión de ser honestas y mostrar nuestro verdadero yo”. O, en otras palabras, una práctica cotidiana para soltar lo que creemos que deberíamos ser para abrazar lo que en verdad somos. Ojo, es normal que, ante esta idea, enseguida te vengan dudas: “¿Qué pasa si yo considero que soy suficiente para los demás y los demás no?”, “¿qué pasa si me muestro tal cual soy y a nadie le gusta lo que ve?”, “¿qué pasa si a mi novio, mis amigos y mis compañeros les gusta más la versión editada de mí misma?”. La respuesta a todo esto sería: no vale la pena que sacrifiques quien realmente sos por lo que puedan pensar los demás. Al principio, a alguien le puede costar, pero ser vos misma es el mejor regalo que tenés para dar a todos tus seres queridos.
2. Sé autocompasiva: ya lo dijimos, el perfeccionismo como lo entendíamos no nos lleva muy lejos. ¡Más bien nos hunde! Por eso, necesitamos practicar una mirada autocompasiva. Como si fuéramos “nuestra propia mamá”, esa que nos mira con ojos benevolentes y que se banca que estemos mal. ¡Suena taaan simple y a veces cuesta tanto! Si no te admirás vos misma, difícilmente puedas avanzar. Por eso, si algo no resulta como esperabas, decís: “OK, me salió mal”, te das una palmadita, te recordás que sos humana y que –como tal– podés fallar y, sin ignorar pero tampoco exagerar el asunto, pasás a lo que sigue.
3. Agradecé: como dice nuestra psico Inés Dates: “La queja siempre tiene público”. ¡Y es verdad! Probá despotricar en tu muro de Facebook contra los vecinos que no levantan las cacas de sus perros y observá la lluvia de likes y comentarios. Acto seguido, posteá lo agradecida que te sentís por tener una pareja hermosa, en la que ambos se respetan mutuamente. ¿Notaste la diferencia? Nos cuesta expresar agradecimiento. A menudo, sentimos miedo de perder eso que nos hace afortunadas. Entonces, operamos maniobras mentales del tipo: “Mejor no agradezco, porque no va a durar”, “si lo agradezco, invito al desastre” o “si lo cuento, lo quemo”.
Pero si hablamos de sentirnos suficientes, merecedoras y perfectas..., nada nos liberará más que registrar todo lo que nos hace felices aquí y ahora y agradecer por eso. Enunciar todo lo que fuimos capaces de hacer, de conseguir, de cambiar, de ser, nos coloca instantáneamente en un lugar de abundancia emocional.
4. Amigate con tu creatividad: algunas usamos más nuestra creatividad, otras menos. Hacé un research interno, encontrate con tu parte creadora y descubrí cuál es tu regalo para este mundo, qué podés darle que sea bien tuyo. No hace falta que seas experta en nada. Podés ser buena escribiendo, pintando, decorando, cocinando, ordenando placares, haciendo deportes, bailando, cantando, dibujando... ¡En definitiva, vos sabrás mejor que nadie cuál es tu don! ¿Lo identificaste? Bien, ahora enfocate en practicarlo sin juzgarte y, sobre todo, sin compararte con los demás. Cuando nos comparamos, nos empobrecemos y hasta nos paralizamos. En cambio, decir “yo tengo y esto que tengo me gusta” nos hace ricas. Adelante con eso que es cien por ciento puro vos.
5. Liberate del agotamiento como símbolo de estatus: hay pocas cosas más tediosas que escuchar a alguien, incluidas nosotras, decir: “Estoy a full”. ¿Qué quiere decir, exactamente? ¿Significa que no tenemos tiempo para cosas insignificantes? ¿Que salir a divertirse, por ejemplo, sería una pérdida de tiempo?¡Eso de mostrarnos eternamente productivas no va más! El hacer constante, incansable, irreflexivo, tiene un solo punto de llegada posible: el agotamiento. Y sentirse agotado no está bueno para nadie. Permitite jugar, salir, dormir, meditar..., ¡perder el tiempo! En esos espacios "improductivos", vas a encontrar los recursos para resolver mejor tus dificultades y vas a encontrar ideas creativas para tu vida.
La próxima vez que alguien te vea perfecta, tu tarea es recibirlo con humildad y agradecimiento - Créditos: Lucas Engel. Realización de Diego Andrés Martínez (DAM). Producción de Virginia Gandola
6. No les temas a tus miedos: si pretendemos aceptarnos como somos y sentirnos perfectas, deberíamos dejar de darles la razón a esas vocecitas que dicen: “Ay, pero ¡si hay millones de personas que lo hacen mejor que yo!”, “uf, ya tenés treintilargos, ¿da empezar otra carrera?”, “sos la mamá menos aplicada del jardín” y un sinfín de etcéteras. Pero no podemos callar esas voces. Y si pretendemos ignorarlas, ¡gritarán más fuerte! Así que lo mejor es escucharlas. Tomá una hoja y escribí todo eso que te asusta. Cuando tengas tu lista de miedos, decí: “Ajá, con o sin ustedes, yo voy a seguir haciendo lo que amo y siendo la que soy”.
7. Bancate el elogio: si alguien nos elogia, a veces pensamos con algo de nerviosismo y hasta un poco de vergüenza; por ejemplo, te dicen que hoy hiciste un buen trabajo en la ofi y enseguida saltás con un “ay, ¿te parece? Tampoco es para tanto...”. Es fácil interrumpir con la propia actitud la sensación de perfección que nos entrega el otro.
8. Entregate a la liviandad: siempre que puedas, conectate con la risa, el canto y el baile. Una carcajada, un hit de Cristian Castro a todo volumen en la ducha, una coreo improvisada descalza en el living, son las mejores formas de detener esa obsesión por hacer más y más, de perder un poco el control, de reconocerte vulnerable y desvergonzada..., de ablandar la mirada que tenés sobre vos misma, de descubrirte perfecta así tal cual sos.•.
Maquilló y Peinó Mariu Coscia Collins para Sebastián Correa Estudio. Agradecemos a Not to be Understood y Josefina Ferroni su colaboración en esta nota.