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Número 11 - Febrero 2009




Es curioso cómo el tema de la operación de lolas se coló en nuestras charlas. No hay reunión en la que no se mencione el tema. Dentro de la jungla femenina existen diferentes posturas; sin ánimo de ofender y sólo con la intención de reírnos un poco de nosotras mismas, describo algunas:
- Las que mueren por hacérselas pero no se animan. Son las que siempre se sientan cerca de las que ya pasaron por el quirófano. Tienen una pregunta que las define: "¿Seguro no duele?". Y cuando escuchan por enésima vez la explicación sincera del postoperatorio se encorvan agarrándose las lolas y dicen: "Ayyy… por eso no me animo, es que yo le tengo pánico hasta a las agujas".
- Las que ya se las hicieron. Lucen orgullosas sus nuevas adquisiciones. Ahora todo su guardarropa tiene escotes pronunciados y remeritas ajustadas. Les dijeron chau a los corpiños y caminan vengándose de todos los años anteriores en los que sus delanteras parecían sus espaldas. Muestran sus lolas con un desparpajo total, se levantan la ropa y explican –como si sus pechos fueran un pizarrón– el tipo de cirugía por el que optaron. "Mi médico me recomendó hacérmelas por el surco, ni se nota, mirá." No importa si no querés mirar, ella ya está de pie en el medio del grupo mostrándote las lolas.
- La que se arrepiente de no haberse puesto más. Quedó insatisfecha. Ufff: pasó por las consultas, la anestesia, el quirófano, el postoperatorio, y cuando por fin le sacaron, luego de siete días, el vendaje, se miró al espejo y se preguntó: "¿Por qué no me puse más?". Este pasa a ser su monotema. Una, para animarla, le dice: "Te quedaron divinas". "Sí, al gordo –al marido, claro está– le gustan, pero me tendría que haber puesto 5 puntitos más, ¿no?" No, linda, si te hubieses puesto 5 puntitos más, entre vos y Luciana Salazar casi no habría diferencia.
- Las que mueren por hacérselas pero no les da la plata. Saben los nombres de todos los cirujanos del país. Incluso fueron a ver a varios de ellos y les dijeron: "Dejame pensarlo", sabiendo que no necesitan pensar, sino ahorrar. Le piden a cuanta mujer se puso lolas que le cuenten su experiencia, piden permiso para tocar, palpar, comparar y miran las lolas ajenas con un hilito de baba que les cuelga por la comisura del labio. Invocan la ley de atracción y desean llegar a juntar la plata para la operación con la misma intensidad con que Susanita quería casarse y tener hijitos.
- Aquellas a las que la naturaleza dotó de un 95 firme y glamoroso. Escuchan las conversaciones sobre cirugías de lolas y ponen cara de no entender… pero sin querer en algún momento de la reunión se les escapa una risita irónica, soberbia, similar a la de los que saben que saben. Están más allá de todas. Ojo, que la vida no te las deje como dos pasitas de uva. Quién sabe… los hijos, el paso de los años… Mejor no escupir al cielo.
- Las que portan un 100 envidiable, pero también ¡¡15 kilos de más!! Se les hace caminito aun cuando no se cruzan de brazos. Tienen un tonito de superación y dejan bien en claro que ellas no necesitan cirugía, mientras todas sus amigas piensan –y no dicen–: "Y claro: si no parás de comer en todo el día". Que no les dé por suprimir los postres porque lo primero que desaparece… ¡son las lolas!
- Las "no me importa nada". Más allá del tamaño que les tocó en suerte, la vida para ellas pasa por otro lado. Van por la vida seguras de sí mismas y cuando sale el tema, sin ánimos de caer en feminismos, se preguntan: "¿Y por qué nosotras nos tenemos que agrandar las lolas? Que se agranden ellos el pito".
Más allá de las bromas, el exceso de mujeres que deciden agrandarse las lolas es llamativo: según el Dr. Sergio Korzin, cirujano plástico de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, en 2008 se hicieron 30 mil operaciones.
Cariños,
Felicitas Rossi,
Directora Editorial

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