La historia ya la conocemos: el Día Internacional de la Mujer fue establecido por las Naciones Unidas en homenaje a un grupo de empleadas textiles que se declaró en huelga a principios del siglo pasado para reclamar la igualdad de salario entre hombres y mujeres, descanso los domingos y reducción de la jornada laboral. Murieron quemadas 128 huelguistas en el edificio donde trabajaban.
Horrible, es cierto. Pero lejano en algún punto. Cómo hacer para no sentir tan lejana esta fecha. Para identificarnos con estas mujeres que nos allanaron el camino. Cada vez que leo sobre la historia de grandes mujeres siento una enorme gratitud, como si me sintiera en deuda con ellas, porque de alguna manera me ayudaron, te ayudaron, nos ayudaron a estar donde estamos hoy. Pero cómo hacer para que su trabajo, su pasión y hasta su vida no queden en la nada. Cómo hacer desde la vida cotidiana, desde la realidad concreta de todos los días, para seguir luchando por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.
Una opción podría ser involucrándonos en grupos, instituciones y asociaciones que defiendan esta causa. Para esto se necesita tiempo, hacemos cuentas y no nos alcanzan las horas del día: los hijos, la pareja, el trabajo, la casa... Sumar otra actividad más nos resulta imposible. Entonces, no hacemos nada. Y nos quedamos con ese sinsabor que provoca lo no cumplido.
Nadie te está pidiendo que te vuelvas Alicia Moreau de Justo, ni que dejes toda tu vida en pos de los derechos de la mujer. A veces, con poco se logra mucho. Quizás una buena manera sea siendo mujeres. Con todo lo que esto significa: respetando al varón, dejándole su espacio, integrándolo en nuestro mundo, no desmereciéndolo –esto sería algo así como el machismo hacia el otro lado–; comprendiendo que él está asustado ante tanto cambio femenino y que es mentira que nosotras hacemos todo mejor que ellos.
Otra manera sería no sometiéndonos en nuestro trabajo (todavía quedan muchos jefes por "evangelizar"), educando a nuestros hijos en el amor a la diversidad, rechazando todo resabio de machismo, no consumiendo todo aquello que trate a la mujer como un simple objeto.
Y lo más importante: recordar que nuestra esencia es la femenina. Podemos dejar aflorar nuestra parte masculina, pero para vivir en completa armonía el universo necesita de los hombres y de las mujeres. Entonces, es mucho –aunque no se note– lo que podemos hacer en nuestra vida concreta.
Cariños,
Felicitas Rossi,
Directora Editorial
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