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Número 2 - Mayo 2008




Ya está. Ya largamos. Llegó y pasó –fugaz, rápido, a millones de kilómetros por hora– el 1º de abril de 2008. "Te va a sorprender", rezaba la invitación de la fiesta de lanzamiento. Ese día OHLALA! llegó a los kioscos de todo el país.
Y sobre ese día quiero escribir. Porque tengo miedo de que, de pronto, los recuerdos se empiecen a diluir y el trajín de la vida diaria se los lleve por completo.
A las 3 de tarde las mujeres que hacemos OHLALA! partimos hacia la pelu –con nuestras bolsas a cuestas, de Hieber, Charlotte Solnicki y Josefina Ferroni–. El equipo de Sanders nos esperaba para ocuparse de nuestros cabellos revueltos y dos maquilladoras de L’Oréal intentarían dejar plasmados en nuestros rostros "los" colores del make up 2008.
El ruido del secador de pelo y nuestras caras de susto no hacían más que aumentar la ansiedad por lo que iba a venir. Cada tanto alguna se reía nerviosa o recordaba una anécdota de seis meses atrás, cuando todavía este día no tenía fecha.
Yo repasaba el discurso de lanzamiento; Anahí intentó dormir; Sole no paró de hablar ni medio segundo con una de las maquilladoras; Flor estaba atenta a cómo nos iban dejando a cada una; Alejandra dudaba de todo; Violeta tenía cara de "quién me mandó a aceptar este trabajo"; y a Eugenia nadie le sacaba la sonrisa de la cara.
Una vez listas, partimos rumbo a La Rural, lugar elegido para el lanzamiento. La ambientación a cargo de Milagros Resta nos dejó boquiabiertas. Siguió el ensayo, la prueba de sonido, las corridas de último minuto. Empecé a ver caras de preocupación, pensé que se trataba de Cristina y de su "todos a la plaza", que para ese momento ya debería estar terminando y la ciudad sería un caos. Pero no. La preocupación tenía que ver con un viento increíble que se había levantado para darle lugar, minutos más tarde, a una lluvia furiosa que haría dudar hasta al más comprometido de los invitados en salir de su casa e ir a un evento. "¿Justo hoy tiene que llover?", pensaba enojada. "La lluvia bendice, querida Feli", me diría al día siguiente Inés Estévez.
Bendice y molesta. ¡Cuánta contradicción!
A las 7 de la tarde estaba todo listo para recibir a los invitados. Nervios. Ops. ¿Vendrá alguien? Vinieron. 650 personas. Fue una fiesta increíble. Aplausos, felicitaciones, rica comida, charlas, risas.
Habíamos parido. Un embarazo largo, por cierto. Pero la criatura salió impecable. Sanita. Con todos los dedos y bien sonriente.
La fiesta terminó. Estábamos felices. Teníamos esa mezcla de cansancio y excitación. Ganas de seguir festejando y, a la vez, de irnos dormir. ¡Cuánta contradicción!
Cuando llegué a casa con mi familia,
mi perra Pimpa, que tenía 13 años,
había fallecido. Fue muy fuerte
entrar y encontrarla muerta. Mi hija menor la abrazó llorando y yo me preguntaba cómo conciliar el nacimiento con la muerte.
¡Cuánta contradicción!
La vida, queridas amigas, está llena de contradicciones. Como nosotras. Amamos y odiamos. Queremos y no queremos. Avanzamos y retrocedemos. Luchar contra ellas sería parecido a no respetar nuestra naturaleza. Lo mejor que podemos hacer es aceptarlas y celebra juntas el mundo de lo femenino.
Cariños,
Directora Editorial

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