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Relatos de partos respetados




¡Buen martes!
Se viene un post largo y hermoso. Lleno de relatos de parto respetado. Háganse un ratito, preparen carilinasy disfruten de conocer la intimidad de estos nacimientos.
UNA MARCA EN MI CUERPO, SÍMBOLO VISIBLE DE TU NACIMIENTO. Por Guillermina Diebel (Obstetra: Jorge Ortega. Doula: Clara Baffa. Hospital: Finochietto. 10 de noviembre de 2014).
No veía la hora de poder tenerte en mis brazos, de mirarte y olerte. Durante todo ese tiempo nos imaginamos tu nacimiento y el parto. Fueron 9 meses de preparación: de charlas, eutonía, yoga, caminatas, amor, sueños y hasta la construcción de un banco de parto vertical. El jueves y el viernes, con 41 semanas cumplidas, vino Clara –la doula que nos acompañó todo el embarazo-, dulce y predispuesta, para ver si con técnicas naturales podíamos ayudar: manteo, baile, te masajes, lecturas… De esa forma transcurrieron esos días; abocados a transitar cada contracción, a esperarla, a caminar, a amarnos, a sumergirnos en eternos baños y estar solos los 3. Finalmente el domingo comenzaron las contracciones regulares. Tu papa era el encargado de anotarlas. Estábamos impactados de ver como el cuerpo y mi útero se iba contrayendo de una forma tan perfecta y sincronizada. Luego de 8 horas de trabajo de parto nos fuimos al hospital. Sentía dolor, me reía, caminé, bailé arriba de la pelota y lloré.
En el hospital nos instalamos en la sala de parto respetado. Las contracciones seguían rítmicamente, la partera me hacia masajes atrás de las orejas con un olor rico y relajante, tu Papa -mi compañero- me hacia reir, me tocaba y acariciaba. Teníamos una lista de música, elegida cada canción con un recuerdo diferente: Drexler, Let her go, cuarteto cordobés, entre otras. Me hicieron dos veces tacto y cada vez el cuello del útero dilataba más. En uno de ellos rompí bolsa. Mi cuerpo estaba listo para parir. Sentía que ya salías, que ya llegabas.
Felipe bajaaaaa! (Parecía que estabas muy alto, como si algo que no te permitiera bajar). Me puse a caminar, a bailar y a gatear, todo al ritmo de un cuarteto cordobés! La escena era bizarra pero yo estaba tan ensimismada que nada me importaba… El médico cortó mi baile pidiéndome un monitoreo más. Algo no andaba bien. Las pulsaciones de tu corazón estaban en 49. El médico me dijo que íbamos a tener que ir a una cesárea de urgencia… Fue desconsolante y desilucinante escuchar esas palabras, quebré en llanto lo mire a Mariano (tu papá) y le dije "nooo de ninguna manera". El medico con su dulce voz me explicó qué sucedía: "Flaca... es momento de pensar en tu bebe... están de acuerdo?". Ahí pudimos conectarnos con vos y respondimos que sí.
La partera llevó al quirófano nuestro plan de parto garantizándonos el respeto por cada uno de los puntos escritos. Todo fue tan rápido que en dos minutos estaba en el quirófano. Sólo quería que entrara Mariano. Cada unos de los profesionales que estaba en el quirófano fue muy respetuoso y en silencio esperó tu llegada. ¡Nos besamos mucho antes de que salieras! Consolándonos y transmitiéndonos tranquilidad. A las 10.51, bajaron la tela y te vi, mi pequeño bebe. Recuerdo profundamente tu cara y tu cuerpo. Hermoso, inmenso. Dos vueltas de cordón. "Felipe, Felipe, acá esta mama" creo que fueron las primeras palabras que escuchaste. Enseguida te pusieron en mi pecho para que puedas mamar. Mariano acompañó tu cabeza hasta mi teta y ahí estabas. Después de varios minutos, de besuquearte, de olerte y hablarte, papá se fue con vos en brazos.
Habíamos pedido algunos requisitos en la neonatología que felizmente y con gran profesionalismo pudieron respetar. Mientras cocían la apertura de mi panza, me hablaban de Córdoba y de las sierras de mi ciudad. Pero yo lo único que pensaba y podía decir era "Felipe".
Al ratito el doctor me dijo: "Mirá, esta imagen que va a aparecer ahora nunca más te la vas a olvidar…" Y apareció Mariano (inmenso como persona y padre) y vos (pequeño mío) en brazos, acurrucado y arropado. Nos fuimos a la habitación y no te solté nunca más.
Fue una cesárea necesaria y respetada. Doce horas de trabajo de parto, sin intervenciones y en movimiento continuo. Esta era la forma que necesitabas vos para nacer, estos eran tus tiempos y no los míos. Minutos de felicidad congelados en mi memoria, corazón y cuerpo... Una marca en mi cuerpo símbolo visible de tu nacimiento. Con amor, emoción y recuerdo. Mamá.

SALIÓ DE ADENTRO MÍO UN INDIO DE ALGUNA VIDA PASADA. Por Iris Rubaja (Obstetra: Hector Beccar Varela. Partera y Doula: Natalia y Sandra. PSSI Hospital Austral. 30 de septiembre de 2014)
Esto escribí en mi cuadernito el 30 de septiembre de 2014 a las 14hs: "Es inminente tu llegada. Estoy en paz, feliz del embarazo recorrido, de tanta unión, tanta conexión, tanta sabiduría. Estoy expectante, emocionada y entregada... Increíble q nuestros cuerpos se abracen del otro lado. Ya te amo tanto..." Así fue como recibí mis primeras contracciones... Con esta sensación de apertura y de entrega. Aún enamorada de mi panza y de este embarazo que tanto nos nutrió. Entregada con cuerpo, mente y alma nos preparamos juntas durante nueve meses para este encuentro.
El lunes 29 fui a ver a Héctor por control de mi semana 39. Me encontró genial, me preguntó si yo quería que me revise y le dije que no, que ya estaba todo listo para que Sol salga muy pronto. Él me dijo que confiaba en esa sabiduría de las mujeres y que si yo lo decía era así. Me lo dijo con la misma seguridad con la que cuando le conté de mi presión alta me dijo: "Vos tenés muchas ganas de parir así que no va a ser un problema".
En el viaje de vuelta a casa entendí que ya tenía que suspender todo y entregarme, ir soltando el mundo yang. Así hice y decidí quedarme todo el martes en la cama, entre contracciones que se iban asomando tímidamente. escuchando shnatam kaur, dormitando, mirando Guapas... Me sentía en paz. Tardé un par de horas en llamar a Paul. Cuando llegó decidimos llamar a las parteras y Nati que estaba cerca llegó rápidamente. Yo seguía en la cama, sin ánimos de q me revise. Le expliqué que en mis partos anteriores los tactos habían sido traumáticos (rotura de membranas, bolsa, sangre. Sin aviso, con prisa y sin pausa). Nati me prometió que no iba a sentir nada y así fue. Tenía 5 cms de dilatación.
Yo tenía la intención de seguir en la cama pero criteriosamente Nati nos sugirió que teniendo en cuenta que era mi tercer parto podíamos ir yendo al Austral... Me pareció lógico pero le pedí esperar a que lleguen los chicos del cole, merendar con ellos, contarles que ese día o el otro nacería su hermana, y pudimos abrazarlos y partir. Sentí que dejé una gran mochila ya que uno de mis miedos era como se enterarían ellos y poder decírselo nosotros me dio infinita paz.
Llegamos cerca de las 19h, yo venía acostada en el asiento de atrás, con contracciones más intensas que las de casa... Subimos tranquilas, y llegamos a la habitación. Abrimos la puerta y pura emoción: me parecía un sueño, me sentía en un spa... Luz baja, música suave, hornito, pelota, colchón. Quería estar acostada y transitar así cada contracción, como en casa. Al ratito Nati se acercó amorosamente y me dijo: "¡A laburar! Viniste a parir". Así que junté fuerzas y me levanté.. Me empecé a mover, a abrir mi pelvis con movimientos "elegantes", como dice María, mi profe de yoga. Y así seguimos, buscando lugares, posiciones, con Paul atento a lo que yo necesitaba, con todos silenciosos y disponibles para mi.
Y empezó a aumentar la intensidad, cada contracción me empezó a sacudir y ya estaba dilatada.. Nati me dijo que ya estaba lista, que ya podía parir ... Me preguntó si algo me daba miedo, y por un segundo me angustie y pensé "¿cómo se hace?" Hacer, lo que tan bien me sale, pero acá estábamos hablando de lo contrario, de soltar. Y como si me hubieran leído el pensamiento las chicas salieron un ratito. Me quedé sola con Paul, necesitaba esa pausa. Definitivamente me costaba soltar esa panza tan amada, tan armónica, tan deseada...
Entraron con Héctor, que se sentó al lado mío y me dijo: "Estamos listos para recibir a Sol". Y algo en mi se abrió y de repente empecé a sentir que me partía al medio con cada contracción. Paul me sostenía de atrás, yo me agarraba de su jean con una mano y con otra de la pared; él empujaba mi cuerpo para adelante cuando yo lo tiraba para atrás, Héctor me alentaba, Nati me sostenía las piernas, Sandra me daba las manos, todos sosteniéndome física y emocionalmente... Era un dolor irreal, intenso, que me deshacía. Héctor me sugirió un grito que llegue hasta mi pelvis, y salió de adentro mío un indio de alguna vida pasada. Grité desde mis entrañas, un grito fuerte y sostenido que duraba toda la contracción. Sentía que no podía más, que no había resto… Héctor me dijo que me toque, que Sol asomaba su cabecita envuelta en la bolsa, tan gruesa que no lo podían creer. Finalmente la bolsa se rompió y con las últimas fuerzas a las 22:52 del 30/9, en su semana casi 40, nació Sol, y con ella renací yo.... Héctor la atajó y me la puso en el pecho. Ahí estaba... Nos abrazamos de este lado y seguimos siendo una...
Muy amorosamente el neonatólogo la revisó encima mío y la envolvió en el pañuelo de seda que llevamos para que pueda sentir la textura de la placenta. Yo seguía en shock, Nati me pedía otro pujo para la placenta y yo le rogaba que me lo pida otro día, pero salió fácilmente. Héctor me cosió un desgarro y rápidamente estuvimos los 3 solos... Una larga noche donde Paul y Sol se durmieron todo. Yo sentía tanta adrenalina por lo que acababa de vivir que sólo podía abrazar a mi hija y repasar cada sensación durante horas, durante días...
Agradezco infinitamente este camino. Primero a mi, como mujer y como madre, parir con amor, con respeto, con sabiduría, con sostén. Recibir a mi SOL como nuestros cuerpos dispusieron, sin forzar absolutamente nada, sin intervenir el ritmo de nuestra naturaleza.

TODAS SABEMOS PARIR. TODOS SABEMOS NACER. Constanza Doracio (Obstetra: Tito Lodeiro. Partera: Marina Lembo. Doula: Rochi Aldunate. Trinidad de Palermo. 3 de enero de 2015).
Joaquín y Sofía, mis otros dos hijos, habían nacido por cesárea. El primero sin información, programado, violento y traumante. La segunda con contracciones, respetada, suave y sanadora. En el puerperio de Joaco ya descubrí información sobre los partos después de cesáreas. Una, dos, tres cicatrices y los úteros gestaban y parían bebés sin problemas cuando se dejaba actuar a la fisiología. Nacida Sofi me formé como doula y reafirmé el conocimiento. Todas sabemos parir. Todos sabemos nacer. Y así, con éste preámbulo se fue gestando un bebito del cual nos negamos a saber su sexo hasta no verle la carita.
Marinovio, doula amiga, partera y obstetra acompañaron y sostuvieron durante las largas 41 semanas y días de gestación. Con FPP en navidad, fui el grinch con panza sonriendo irónicamente ante cada "¿Y? ¿Para cuando?" Hasta que la noche del 31 empezaron lentamente las contracciones. Cada hora, hora y media, mientras nos ocupamos de dejar a los hermanos mayores con el abuelo, acondicionar la casa y salir a caminar. La tarde del 2 de enero ya nos quedamos en casa, llegó la doula y con ella el planeta parto. Después de dos horas vocalizando contracciones en la ducha con Maridovio y ella, la partera diosa me recibió con masajes en el sacro mientras estaba en cuatro abrazada a la pelota en el pasillo de mi casa. La presión en la cola y el cansancio mental empezaron a aparecer… El baile siguió, alternando partener, hasta que después de mi "¿Cuánto falta? No doy más" se prendió la lamparita y dio señal. Tacto mediante partimos a la institución. Viajé en cuatro, en el asiento de atrás con mi doula, la partera y mi compañero manejando. Entré caminando y sin pedir permiso, abrazada y guiada por mi doula hasta la habitación de preparto. Maridovio y partera hacían trámites mientras yo me sentaba en pelotas en el inodoro con la música funcional del celular y todo a oscuras. Chequeamos latidos y pasé a cuclillas en el piso de la habitación colgada del papá, que a la vez estaba sostenido por la doula y el obstetra que ya había llegado. La fuerza era sobrenatural, los gemidos también. Sentí algo suave, blandito y calentito bajar... Era la bolsa con el líquido amniótico aglobada. Todo era éxtasis y placer. Pasamos a sala de partos y volví a cuclillas pero arriba de la camilla, abrazada por mi compañero y mi doula. Místico momento el que empecé a pujar. Sentí a todas las mujeres en mi pariendo y pujando este bebé que aún no sabíamos si sería Tania o Teo. Al segundo pujo sentí el famoso ardor, el anillo de fuego quería decir que ya estaba coronando, que estaba pariendo. Escuché al obstetra decir suavemente "rota y sale" y ahí abrí los ojos, pujé y puse las manos para recibir a mi bebé. Su bienvenida fue pura magia y emoción. Maridovio lloraba y mientras me daba un beso dijo: "Es una nena mi amor, es Tania". Y así nos quedamos los 3 unos minutos, con el equipo un paso atrás también emocionado, respetando nuestros primeros momentos.

¿POR QUÉ ME DECÍAN QUE IBA BIEN, QUE ERA UNA LEONA, SI LLORABA COMO UNA NENA Y PEDÍA POR FAVOR QUE ME AYUDARAN? Por Natalia Frumboli (Parteros: Francisco Saraceno y Vendela Chignac. 10 de noviembre de 2014).
Estuve un mes entero buscando las palabras, el momento, el impulso, para relatar mi parto. Así como no se puede parir sin dolor, ni concebir sin ser dos, tampoco se puede relatar sin revivir. Y eso hago, una reminiscencia desprolija no de mi parto sino de mi vida hasta el momento en que la vieja Natalia murió para renacer con Vittorio en brazos.
A Vitto lo pensamos con mi compañero Francisco desde que nos conocimos. "Quiero que mi próximo parto sea en el agua", le decía yo al mes de habernos encontrado y él accedía. En ese entonces yo tenía un nene de tres años que había venido al mundo apurado por los tiempos institucionales, ayudado por incontables tactos y goteos de oxitocina ineludibles. Pinzas frías rompieron la bolsa que lo había cobijado durante 9 meses y el líquido precioso que lo rodeaba fue a parar a una chata. Un anestesista me durmió de la cintura para abajo y una obstetra dirigió los pujos que no pude sentir. Aterrada, sin entender mucho lo que estaba pasando, di a luz a un ser caliente, resbaladizo y morado que protestó con todas sus fuerzas. Su llanto fue mi llanto hasta que pudimos reponernos de lo que nos había tocado pasar.
El embarazo de Vittorio transcurrió sin sobresaltos físicos. Emocionalmente, en cambio, un torbellino de ideas revolucionarias se había apoderado de mí. Esta vez iba a parir en mis tiempos, sin drogas que me nublaran ni violencia verbal que me amedrentara. Mi hijo iba a nacer respetado, en paz, libre. ¿Quién nos iba a acompañar a parirlo? En la semana 17 de embarazo conocimos al equipo de parteros de Francisco, Vendela y Natalia, de Parir en Casa, y la búsqueda llegó a su fin.
El domingo 9 me fui a acostar, inquieta. Hacía varias semanas que era presa de un insomnio persistente, pero esa noche no sentía urgencia alguna por dormirme. Prendí el celular y me puse a mirar una serie (Llama a la comadrona o Call the Midwife, irónicamente). Alrededor de las 2 y media de la madrugada, sentí una puntada extraña y un ruido como si se explotara un globo. De inmediato me levanté y sentí una catarata de líquido tibio que recorría mis piernas. Temblaba como una hoja cuando desperté a mi compañero y llamé a Vendi, todo en el mismo acto. Vendi me aconsejó que me pusiera un apósito, me recostara y tratara de dormir, ya que las contracciones podían tardar horas en comenzar y establecerse. A las 5 las contracciones eran más intensas, cada 4 minutos. Le avisamos a Vendi que Fran ya estaba en camino. Tenía frío, luego calor, frío otra vez, y así seguí por horas, temblando entre bromas acerca de una menopausia adelantada. Pedí un helado en palito, me quejaba de su consistencia, de sus colores, de su sabor, todo me molestaba.
Fran partero llegó alrededor de las 6 y algo de la mañana. Me encontró colgada de la escalera, en medio de un gemido prolongado. Las contracciones eran cada vez más seguidas, más duraderas y francamente dolorosas. Antes de las 7 llegó Vendi, con la misma aura de paz que Fran, me saludó con una sonrisa radiante y me abrazó. Sentía que no iba a poder parir y me frustraba la lentitud con la que transcurría el trabajo de parto. Me avergonzaba de mis gritos, de mi debilidad ante el poder de las contracciones y de mi falta de confianza en mi cuerpo. ¿Por qué me decían que iba bien, que era una leona, si lloraba como una nena y pedía que por favor me ayudaran?Luego de una hora y media con dilatación completa, decidí que era hora de confiar, de dejar de lado el miedo a romperme y entregarme a lo que fuera a suceder. Me senté en el banquito de parto y comencé a pujar, aferrada mentalmente a una de las tantas frases que Fran partero tan sabiamente supo regalarme: "Cuando estés pujando para que nazca tu bebé, no te va a doler, vas a ver, van a trabajar juntos él y vos para que nazca.". Y así fue. El dolor se fue. O tal vez no y sólo dejé de sentirlo. Mi cuerpo entero se tensó con cada contracción, fue inevitable sentirme atravesada completamente por la sensación de pujo y gruñir cada vez menos humana, más animal. Dejé de pensar, de dudar, de hablar, y simplemente sentí, viví, creí… y, al final, parí. Tres pujos, dos para la cabeza y uno para el cuerpo, y ya mi vida había cambiado para siempre.
Uno pare como vive, es así, pare laburando, gritando, con dolor, con pasión, con ardor, con amor. Aquella falta de confianza que domina mi vida diaria, también llegó a invadir mi trabajo de parto, pero no pudo doblegarme. Y si pude parir, hay pocas cosas que no pueda hacer.

Muchas gracias a estas cuatro leonas que compartieron sus relatos. Mucha fuerza y buen parto a todas las que estén en la espera.
Debbie
Me encuentran en Facebook como Upalala y en Instagram como Upalalaok.

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