Hace un par de años, entrevisté a una mujer que es jefa de la sala de Terapia Intensiva en un hospital de La Plata para hablar sobre cómo compaginar maternidad y profesión. Fui su "sombra" durante un día. Empezamos la jornada en su casa y luego estuvimos todo el día en el hospital, en la sala, con los pacientes internados. La vi tomar decisiones vitales, lidiar con el drama de familiares desesperados. Una tarea heroica.
Pero una de las cosas que me llamaron la atención fue cómo, antes de salir para el hospital, a las seis y media de la mañana, ella hacía listas, las famosas listas que hacemos las mujeres: supermercado, tareas del hogar, trámites, llamados pendientes. En determinado momento, le pregunté si había tenido trabas en su trabajo por el hecho de ser mujer.
Me respondió: "No, para nada. Sería injusta con mi equipo si dijera eso. Pero ¿sabés qué? Donde no tengo resuelto el tema es en mi casa. Los sábados a la mañana, por ponerte un ejemplo, yo le pregunto a mi marido: ‘¿Qué vas a hacer?’, y él me responde: ‘No sé si ir a andar en bici o salir a correr’. Yo lo miro y pienso: ‘Y yo no sé si ir a la tintorería o al supermercado’. Pero ojo -me aclaró-, él no es machista ni mucho menos. Simplemente, no tiene estos temas en su agenda. Si yo se lo pido, me ayuda, pero no lo hace de manera natural".
Hace unas semanas, nos cruzamos. Nos acordamos de su frase. Ella me confesó el enojo de su marido cuando vio publicada la entrevista y me dijo que la cosa seguía igual. "Pero aprendí -aclaró- que la diferencia está en la organización y en cómo una se toma las cosas. Si estoy en el trabajo, trabajo. Si estoy en casa, estoy en casa y disfruto. Es muy difícil, pero lo importante es hacer una cosa por vez. Tenemos que intentar alejarnos de la perfección. Si veo los vidrios de casa un poco sucios, y bueno, sí, están un poco sucios. Si recibo un mail de trabajo y estoy en casa, ¿por qué lo tengo que responder inmediatamente? Que el otro me espere."
Cuando hacíamos la nota de tapa con Nancy Dupláa, casi sin querer, me enfrasqué en la misma charla. Era viernes y, mientras estábamos en plena producción, llegó su hija, Morena, que salía del colegio, y como seguíamos ahí, se sumó al equipo. En un momento, mientras Nancy veía el vestuario de una toma, la miré y le pregunté: "¿Cómo hacés con todo? La casa, las grabaciones de la tira (les aclaro, entra a las ocho de la mañana al estudio), los tres chicos? Y ni te pregunto por tu marido porque ya es mucho". Ella, sin vueltas, me dijo: "Me encanta lo que hago y trato de ponerle onda, si no, no tiene sentido. Me encanta ser madre, me encanta la tira que estoy haciendo y me encanta (y esto lo dijo con énfasis) ser esposa. Disfruto mucho". "Pero ¿tenés tiempo para dormir?, ¿no estás cansada", insistí, tratando de encontrar una fisura. "Y sí, los sábados duermo hasta las 11. Después, ya no tengo ayuda en casa y me tengo que ocupar de todo. Pero te repito, me encanta."
Antes de ir a la siguiente toma, se dio vuelta y me dijo: "Ahora, ¿viste lo que engordé? Hace ocho meses que no piso un gimnasio y yo ¡necesito ir cuatro veces por semana! Pero bueno, todo no se puede. Y hago lo que puedo". Se rio y se fue.
Es así. Todo no se puede. Y menos aun, querer hacer todo bien. La clave está en elegir. Respetar nuestro tiempo. Nuestro lugar. Y sobre todo, nuestras decisiones.
¡Feliz Día de la Madre!
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