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Vivir la vida de antemano




Ella, mi amiga, lo miró con tristeza y le preguntó: “¿estás seguro?” “Sí”, contestó él. Y con esa respuesta la relación llegó a su fin.
“Por ahora”, le dijeron a mi amiga después. “Acordate que ellos siempre en algún momento reaparecen. Pero el problema no es ese. El tema es cómo vas a reaccionar vos. Tenés que pensar muy bien qué le dirías y qué es lo que realmente te haría bien.”
Mientras mi amiga me contaba todo esto, varios recuerdos, imágenes y hasta escenas de películas desfilaron por mi mente.
¿Cuántas veces habré ensayado conversaciones de posibles encuentros? ¿Cuántas veces habré anhelado reencontrarme con esa persona con la cual las cosas no funcionaron para decirle de manera correcta todo lo que había sido incapaz de articular bien antes? Tantas veces.
Pero en ninguna de esas ocasiones en las cuales finalmente ese volverse a ver se convirtió en una realidad, pude llevar adelante la conversación tal como la había planificado.
Para lo que sigue comparto un tema de una banda que me gusta desde muy chica (Mike Patton, gran voz). A veces uno es simplemente una persona, llena de virtudes y falencias:
“Entiendo el punto”, le dije a mi amiga, “pero no estoy tan de acuerdo. Creo que pensar tanto lo que diríamos en ese instante sólo nos consume una energía extrema y sin sentido; al final las cosas salen de maneras impensadas: volvemos a pesar de que supuestamente no queríamos, o rechazamos cuando creíamos que íbamos a perdonar, o nos trabamos y sólo surge una laguna y nos olvidamos de cada palabra. O tal vez si lo decimos todo tal como lo imaginamos. Pero en realidad no sabemos antes si esa opción se va a dar. En el momento normalmente todo cambia porque enfrente hay un interlocutor y con una sola palabra, mirada o caricia nos puede derrumbar cualquier estrategia. Sé que es difícil no pensar tanto en esas charlas imaginarias, pero creo que deberíamos parar un poco. En ese presente las cosas salen como quieren y lo único que hicimos al final es poner mucha energía que podríamos haber usado para nosotras. Tanta estrategia creo que te encarcela, es como si uno estuviera atado y consumido por otro.”

A medida que le exponía mi punto de vista me daba cuenta lo difícil que es ponerlo en práctica. Suena tan racional y sin embargo cuesta porque, bajo el mismo argumento, es complicado dominar nuestros impulsos. Incluso el impulso de pensar demasiado.
Al día siguiente iba parada en el tren, justo en ese punto donde el vagón termina y hay un pequeño espacio para estar más cómodo. Saqué mi libro, uno que mi mamá consiguió en la sección de saldos, y en vez de continuar mi lectura, leí la contratapa; hasta ese momento no lo había hecho, pero justo ese día, por alguna razón misteriosa, decidí hacerlo.
Y así, como me suele pasar cuando tengo una reflexión rondando en mi cabeza, las piezas se unieron una vez más.
La contratapa de mi novela decía:
“Casi siempre las cosas suceden de forma bien diferente a como las hemos anticipado; es por esto que de nada sirve ensayar de antemano una conversación, o una actitud, o incluso el modo de comunicar a alguien una decisión que juzguemos irrevocable y que una sola palabra o gesto del otro sirven para desbaratar y dejar sin efecto.
Y no deja de ser curioso que, no obstante, nos sigamos empeñando en vivir la vida de antemano, en imaginar, presentir y suponer; en idear una y mil maneras de colocar sobre el tablero de la vida las piezas que harán, de situaciones casi totalmente imprevisibles, otras situaciones diferentes, parecidas a como queremos que sean, o como creemos que deberían ser. Se debe tal vez ello a la tenaz persistencia del hombre en creer, contra toda esperanza, que es él en última instancia el dueño y señor de su destino; que el libre albedrío es un regalo o un don y no un castigo, y que está en su mano disponer las reglas según las cuales se van a regir las diferentes etapas de su vida. Y aunque si bien es cierto que las grandes decisiones sí las tomamos nosotros, todas aquellas otras decisiones más pequeñas que en su infinita continuidad nos han ido llevando a ellas, y a las que casi no prestamos atención, son obra en su mayor parte de cosas o personas que nos son ajenas, sobre las que no tenemos el menor dominio, y cuyo comportamiento nos resulta imposible tanto prever como modificar. “
Las palabras son de Verónica Fernández – Muro; y mi sorpresa fue enorme. Coincidía con lo que rondaba en mi cabeza y no lo esperaba. El libro es una novela de ficción y la contratapa estaba muy lejos de parecerlo.

Es increíble cómo a veces los planetas se alinean para dar un mensaje claro. En este caso parecería ser: tratemos de no vivir la vida de antemano.
Personalmente este es un tema que a veces me cuesta. Ustedes ¿tienen el impulso de ensayar ciertas conversaciones antes de que sucedan?
Beso,
Cari

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