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 • HISTORICO

Sobre hacerle frente y soltar la mentira




Pocos años atrás, la mentira me tocó de cerca, muy de cerca. Sí, lo sé, todos mentimos: excusas para no ir a un encuentro familiar, enfermedades inexistentes para esquivar el compromiso laboral, o historias edulcoradas para no develar actitudes que nos avergüenzan.
Pero por aquella época, la mentira invadió mi vida de una manera diferente; la persona con la que me había casado simplemente no era quien decía ser y todo, pero todo, se transformó en un pequeño gran infierno que, una vez enfrentado, dejó paso a un enorme aprendizaje.
Esta experiencia resultó ser uno de los desafíos más complejos de mi vida. Hacerle frente a la verdad no suele ser nada fácil y, en mi caso, me costó muchísimo; pero puedo afirmar, sin ninguna duda, que al superar la prueba, el alivio, la sensación de libertad en el sentido más puro, y la certeza de un nuevo comienzo posible, me direccionó hacia un sentimiento de triunfo inmenso e inexplicable.
Sí, en mi pasado, la mentira me hirió el alma, pero me enseñó que la puñalada más profunda había sido la que me propicié a mí misma al vendarme los ojos para no ver la realidad.
Para lo que sigue, les comparto este tema de una gran banda con grandes voces:
Creo que la mentira es una de las partes más oscuras de la esencia humana. Todo lo involucra y lo envuelve. Todo lo empaña y lo corroe. A todos nos duele. Consideramos que es injusta, que nos ataca, que la detestamos y, a pesar de ello, hay veces que no nos damos cuenta de que somos partícipes, que la pensamos desde el ego y la soberbia, sin reconocer que no estamos exentos a ella; en muchos casos, nosotros también mentimos y lo hacemos de la forma más perjudicial: nos mentimos a nosotros mismos.
¿Quiénes somos? ¿Qué sentimos? ¿Estamos con quién quisiéramos estar? ¿Vivimos donde quisiéramos vivir? ¿Qué buscamos en esta vida? ¿Estamos parados en un buen lugar para nuestro espíritu? Tantas, pero tantas preguntas que nos cuesta formular...
Para ayudarnos a llegar a un mejor destino, considero que la primera mentira que deberíamos frenar es esa que en ciertos momentos de nuestra vida nos contamos cada día y cada noche. Porque claro que está ese otro que puede vendernos espejitos de colores, pero somos nosotros los que también nos hacemos poseedores de una cantidad inmensa por nuestros propios medios.
"No doy más", me dijo mi mejor amiga hace poco en referencia a una relación de esas en donde no se hablaban, no se expresaban lo que sentían en el fondo. Me contó que, llena de sentimientos contrariados, dejó de contestarle los mensajes. "Él me dijo que no entendía por qué había desaparecido, con lo bien que la pasábamos; y yo, al fin, fui bien clara: porque vos la pasás bien y yo estoy enamorada y no puedo mentirme más, no puedo sostenerlo todo. El amor se construye de a dos."
A veces, me sorprende nuestra capacidad para sostener tantas cosas en esta vida que son irreales; aguantamos con angustia relaciones con la esperanza de un cambio y sin comprender del todo que el amor no es algo que se fuerza, sino que fluye. Resistimos y en esa ceguera que tantas veces responde a la incapacidad de la soledad, al enamoramiento de un ideal o al tema no resuelto del "quién soy" y "qué quiero yo en esta vida", somos deshonestos pero, por sobre todo, nos somos deshonestos.
Y eso consume mucha energía; una que deberíamos depositar en nuestro emprendimiento, en afrontar un cambio, en el verdadero amor... en el amor propio.
Es muy extraño, pero cada vez que un tema ingresa a mis días, a mi cotidianidad, aparece alguna frase del libro que estoy leyendo en el momento que redobla toda la apuesta. Y, en este caso, la encontré en la novela Noches Blancas, de Fiódor Dostovieski:
“Todos los seres parecen mucho más severos de lo que son en realidad e imaginan que rebajan sus sentimientos expresándolos”.
Esta frase en particular refiere a nuestras máscaras y al ocultamiento del amor. Al leerla tuve que hacer una pausa, cerrar el libro por un instante, mirar hacia la nada y reflexionar. Me pregunté: ¿por qué tenemos esa tendencia a reprimir nuestros sentimientos? ¿Por qué exponernos a la verdad nos avergüenza? ¿Por qué hablar desde las emociones nos hace sentir débiles?
¿No debería ser todo lo contrario? Expresar sentimientos, ¿no debería fortalecernos?
Hace unas semanas, Diego me acompañó a una presentación. Me tocaba exponer y estaba muy nerviosa. Él no dejó de abrazarme y yo no le soltaba la mano; cada tanto, él me susurraba palabras de aliento al oído y yo le respondía con un beso suave. De pronto, alguien me hizo una seña para avisarme que era mi turno, me paré y esperé a que me llamaran. Recién a último momento, ante la mirada de 100 personas, desprendí mi mano de la de mi pareja.
Una vez finalizado el evento, una mujer se acercó a nosotros y con los ojos empañados nos dijo: "Quiero decirles que los estuve viendo durante todo el encuentro y me emocioné muchísimo. Ya no se ven personas que expresen el amor así, de manera espontánea y tan genuina. La gente tapa. Me conmovió mucho y me da esperanzas. No lo pude evitar, tenía que decírselos."
Sus palabras me impactaron muchísimo. Lo hicieron, porque fui consciente de que esa actitud era nueva en mí y que, tal como dice Dostovieski, parte de la mentira social es la de ocultar el amor; reprimirlo para no quedar mal en un ambiente laboral o social; taparlo para aparentar profesionalismo ante personas que tal vez ni nos importan; sofocarlo como si el amor fuese algo poco serio. Pero, ¿qué nos queda si matamos al amor? No lo ahoguemos más.
Sí, las palabras de esta mujer me emocionaron porque, a través de ellas, pude distinguir un cambio anhelado en mi vida y mi ser: estoy aprendiendo a fluir, a sentir y a vivir sin aparentar ni reprimir. Y enhorabuena, porque aparentar y reprimir, también mentir. Es mentirme. Y hoy, quiero vivir de la manera más honesta posible.
Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo - Marco Tulio Cicerón -
Dicen que enfrentarse a las propias verdades y mentiras, es uno de los desafíos más complejos, ¿cómo enfrentan ustedes ese reto? ¿Es algo que les cueste?
Beso,
Cari

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