
Definí qué batallas vale la pena pelear
Pelear por un sueño, por un amor, por un trabajo, por una idea. El mundo parece invitarnos a pelear todo el tiempo. Pero ¿cuándo vale la pena?
19 de mayo de 2016


Créditos: Lucas Engel . Realización de Ricas Estudio. Producción de Carol Schmoisman
Tanto en el terreno de lo épico y lo abstracto como en el de lo personal y lo concreto, las "batallas" se apoderan de nuestros refranes ("no está muerto quien pelea", "soldado que huye sirve para otra batalla"), nuestras relaciones (hay que "conquistar" al hombre soñado) y hasta nos enseñan a pensar nuestras cualidades (nuestras "armas" de liderazgo). En el contexto en que vivimos, la metáfora de la batalla es útil, es cierto, pero no es gratis. Detrás de cada cosa que encaramos bajo este concepto, ponemos energía, tiempo y estrés, y aunque nos encanta pensarnos como guerreras incansables, no siempre estamos listas para pelear. Lo que es más importante aún: no siempre estamos interesadas. Tener el valor de salir al mundo a buscar lo que soñamos es verdaderamente importante para nuestro desarrollo personal. El único requisito detrás de una guerrera consciente es saber realmente por qué cosas va a emprender su campaña y por cuáles ni siquiera va a asomar la nariz a terrenos hostiles.
Definir qué batallas vale la pena pelear no es un lujo que podemos darnos pocas. Es algo que deberíamos hacer todas. ¿Por qué? Por la simple razón de que nuestros recursos vitales son limitados.
¿contra qué nos enfrentamos?

Créditos: Lucas Engel . Realización de Ricas Estudio. Producción de Carol Schmoisman
Las peleas nos exponen a nuestros costados Darth Vader, aquellos rincones más oscuros que muchas veces nos cuesta ver y atravesar, por ejemplo:
Sentirnos perdedoras: no solo duele perder cosas concretas, aquello que deseamos, también duele perder posibilidades. Como si "pájaro volando" valiera más que "pájaro en mano", nos ilusionamos con ganancias posibles, con potenciales zanahorias a alcanzar. Mirá a tu alrededor, todos los modelos pueden llegar a convencernos. La lucha contra el paso del tiempo, la lucha por el prestigio social, por un ascenso, por amor. Todas esas luchas, algunas más, algunas menos, suenan tentadoras. Ahora, con una mano en el corazón, ¿qué es lo que vos realmente deseás?
Nuestras reacciones: aprender a responder solo a ciertas luchas es importante para no ser arrastradas por nuestro cerebro reptiliano, aquella parte dominada por impulsos. Los reptiles son las especies animales con el menor desarrollo del cerebro. El suyo está diseñado para manejar la supervivencia bajo dos opciones: huir o pelear. Pero manejar bien el ataque, que es un don de la biología, implica volverse conscientes de esas reacciones, usarlas responsablemente y ver qué tan convenientes son dentro del marco de lo que deseamos y nos conviene. Huir y pelear no deberían ser para nosotras respuestas automáticas sino resultados de un proceso consciente.
Ser malas: para dar cierres, hay que saber hacerse cargo de decir que no: "No, no me interesa tener el cuerpo ideal", "no quiero sumarme a ese proyecto", "no quiero esta pareja para mí, mejor suelto", y otras cuestiones tan filosóficas como "no, no me interesa tener siempre la razón". A veces, lo que te vuelve "mala" para otros es, justamente, no pelear. Como mujeres, ser conscientes de que podemos elegir nos da poder, nos vuelve firmes y, paradójicamente, también más flexibles y tolerantes. Cuando una está segura de sus prioridades, no necesita convencer, interrogar ni explicarle a todo el mundo cómo elige sus batallas. Sabe que, aunque sean diferentes o "peculiares", sus motivaciones son genuinas.
La rabia: cuando estamos buscando algo y se nos frustra el encuentro, nuestro cerebro culpa a alguien o algo por nuestra frustración y elige librar una lucha con un enemigo equivocado. En un sentido adaptativo, este circuito nos sirve para pelear por lo nuestro. Pero cuando nuestros diálogos internos comienzan a girar en torno a culpar y a planear modos de castigo o victimización, nuestra lucha se "empantana". Está "todo mal". El estado que se despierta en el cerebro es una tormenta mental asociada a recuerdos previos. La salida no es continuar la lucha ciega sino la negociación entre nuestras expectativas (altas, por naturaleza) y la realidad. Es necesario amigarnos con nuestras ilusiones positivas y reinventarlas para otras batallas. Ellas son motivadoras de nuestras acciones y nos hacen crecer, incluso cuando los resultados no sean los que esperamos.
Las batallas truchas
En la era del espectáculo y el show off, hay que aprender a detectar cuándo estamos librando una batallas "truchas", aquellas que, en realidad, no son más que una puesta en escena. Es militar solo a través de Facebook, es solidarizarte por causas de la boca para afuera, es poner mucho tu imagen pero poco tu cuerpo. Es súper tentador sacarnos una foto con un cartelito y una consigna, copiar y pegar manifiestos incuestionables y compartir nuestras indignaciones. La trampa es que a vos misma te puede estar pareciendo que estás dando batalla, aunque estas sean solo virtuales. La clave es preguntarnos qué tan dispuestas estamos a comprometernos lejos de la comodidad de nuestros smartphones y las charlas de café.
Crear tu criterio personal
No existen reglas preestablecidas para definir tus batallas. Se trata de emprender el fabuloso camino de la autoobservación para ser honestas con nosotras mismas. El trabajo de formar un criterio de elección es personal, propio y artesanal. Hay que formarlo con prueba y error, moldearlo cuidadosamente para que sea justo a nuestra medida. Elegir batallas es cuidar la paz, y para buscar la paz tenés que ser fuerte. Existe cierta paz que te da el sometimiento de cumplir deseos ajenos y existe una paz verdadera que solo podés encontrar en tu interior cuando sabés por qué hacés lo que hacés y hacia dónde orientás tus esfuerzos.
En general, a todas nos educan para acatar la autoridad, para mantener una fe ciega en la palabra de "expertos", pero, aunque nos encanta pensar que existen certezas incuestionables avaladas por métodos científicos, en la vida, las reglas no son tan claras. La mayoría de nosotras llegamos a la adultez con criterios sumamente frágiles. Lo contrario de "frágil" no es "robusto", sino, justamente, el término "antifrágil". Algo que simplemente resiste el estrés, es robusto. Algo que se fortalece al ser expuesto a ese mismo estrés es antifrágil. Lo interesante de esta visión es que nos propone crear un criterio de vida eliminando el estrés de los desafíos innecesarios y abrazando con alegría el estrés que sí elegimos o que nos toca como consecuencia de decisiones conscientes. El estrés que aceptamos como parte de nuestras batallas, lejos de debilitarnos, nos ayuda a salir fortalecidas, y tiene definitivamente otro sabor, ¿no es cierto?
Cuáles son nuestros frentes
Internos: cuando encontramos aspectos de nuestra personalidad que no nos gustan, solemos hablar de "batallas internas". Para nuestra psicóloga, Inés Dates, no está bueno pensar en nuestras propias contradicciones como cosas a combatir interiormente. Los cambios que una quiere hacer en sí misma se deben emprender con amor, paciencia y compasión. Deben ser considerados dentro del autoconocimiento. No es justo que una parte nuestra mire a otra como "enemiga" y trate de anularla. En todo caso, lo que vale es el reconocimiento y la integración de nuestras zonas oscuras.
Externos: están compuestos por aquella lista de mandatos que parecen incuestionables pero, si los mirás de cerca, no lo son tanto. Hacer todo el dinero posible, trabajar mucho, casarse, tener hijos.
Inmediatos: comer, conseguirse un techo, poner papeles en regla, curarse, independizarse. Hay batallas que no podemos evadir, son parte de los requisitos humanos para crecer y convertirnos en mujeres adultas.
Personales: las enemistades, los encontronazos, los chismes. Son de uno contra uno. Entender su origen y razón es importante para considerar si sostenerlos o no.
Inevitables: la vida no es justa y a veces te toca. Cuando sos víctima de alguna injusticia, heredás una deuda, cometés un error, podés encontrarte luchando una batalla que no esperabas, pero te tocó. Requieren aceptación y calma.
Inútiles: se presentan tentadores solo por el formato, pero no resisten análisis. El desafío está planteado, pero si mirás en el fondo de tu corazón, no te interesa ¿Te dejó un novio que de todas formas no te cerraba? ¿Se complicó un proyecto que ni te interesaba? Detectá la tentación de pelear por pelear y tirá la toalla.
Solidarios: se trata de causas que te llegan personalmente y te convocan a unirte a un colectivo. Pelear por derechos que el día de mañana disfrutarán otras mujeres, unirte a tu sindicato, denunciar una injusticia. Hay conquistas que solo pueden alcanzarse uniendo fuerzas con otros.
¿Cómo se cierra una batalla?
Una batalla no es la guerra. Y es necesario tenerlo en claro para poder dar cierre a cada una de las luchas que entablamos con la vida, para evitar vivir en un estado perpetuo de combate, de peligro o insatisfacción. Hay que cerrar cada victoria parcial, y también hay que cerrar las derrotas. ¿Cómo lo hacemos? A través de la construcción del relato. El relato es la historia que vos misma te contás en tu cabeza. Pocas veces nos damos cuenta de que tenemos el poder de crearlo y moldearlo de una forma constructiva e inspiradora. No se trata de negar la realidad, se trata de construir una interpretación positiva que tenga elementos que vuelvan a inspirarte y te sirvan para crecer. En tu relato, podés convertir en grandes ganancias aquellas cosas que aprendiste de haber perdido. Para escribir nuestra interpretación de los hechos, es importante parar de pelear, detener la acción y dejar espacio a una tregua que nos permita hacer una evaluación de qué perdimos y qué ganamos. Tendrás que aprender también a relativizar algunas derrotas: no es necesario triunfar en todas la batallas, ni es necesario sostener todos los combates para ser una gran luchadora. Elegir es parte de saber pelear; huir, a veces, es servir para otra batalla. Y aprender a ganar aunque no ganemos es también cuidarnos como las guerreras que somos. •
Experta consultada: Lic. Inés Dates, nuestra psicóloga.
Y vos: ¿Cómo librás tus batallas? ¿Sos consciente de adónde ponés tu energía? También: Dime qué habilidad tienes y te diré qué hacer con ella y Cuando cada minuto cuenta
Maquilló Juliana Giraldo para JC Agency con productos Maybelline. Peinó Pola Amengual para JC Agency. Agradecemos a Belén Amigo, Donne y Las Pepas por su colaboración en la realización de esta nota.
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