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La inevitable intensidad femenina




Intensa

Intensa

Las mejores cosas de la vida suelen ser intensas. Un beso inolvidable, un gran libro, el sabor del buen café, el carreteo y despegue del avión hacia un viaje para el recuerdo, el placer sexual, el sol, la luna, las personas. Tanto más. Y dentro del universo humano, creo que las mujeres lo somos especialmente.
Hace apenas unos días me junté con una amiga. En la conversación, honesta y sin acuerdo mutuo, ella soltó la frase: “Es que somos intensas”. Sí, pensé para mis adentros, lo somos. No conozco mujer que no lo sea; es intensa incluso aquella que es tímida y apenas habla, así como lo es esa otra que parece ser aburrida y hasta apagada. Estoy convencida de que en cada espíritu femenino se aloja un ser pasional, hipersensible y emocional. Es algo que nos acompaña desde el momento en que nos volvemos conscientes de nuestra naturaleza, del funcionamiento de nuestro cuerpo, de nuestros relojes constantes puestos en marcha desde nuestra primera juventud. Cada 28 días la cuenta regresiva hasta nuestro próximo período. En el caso de la maternidad, la cuenta regresiva hasta dar a luz; la alarma de nuestro reloj biológico siempre puesta, sin importar si elegimos ser madres o no; ella nos afecta en las hormonas y los sentimientos.
Desde muy chicas, aprendemos a atender nuestro cuerpo, nuestros ritmos, nuestros ciclos. Desde una muy temprana edad tenemos mucho que observar y cuidar; muchos chequeos que hacer y días que contar. Aunque quisiéramos con todas nuestras fuerzas olvidarnos del paso del tiempo, nuestra propia esencia no nos deja. Al menos no del todo.
Creo que nuestra intensidad es pura biología, por ello aun la mujer más serena la lleva en su alma. Nuestra intensidad es inevitable. ¿Cómo no ser intensas sabiendo de tantas finitudes constantes? ¿Cómo no querer romances apasionados, paseos bajo la luna y mariposas en el estómago? ¿Cómo no anhelar días bien vividos y momentos inolvidables cuando nuestro propio cuerpo nos recuerda que un mes más ha pasado?
La luna intensa en nuestras vidas

La luna intensa en nuestras vidas

Pero aun a pesar de la consciencia extrema de los tiempos que nos impone nuestro propio cuerpo, lo disfruto y lo agradezco. Lo agradezco porque es esa misma naturaleza la que nos permite llorar libres, reír fuerte, abrazar más, tener frecuentes ataques de sincericidio, tener orgasmos múltiples y gozar tanto de la literatura romántica, como del suspenso, la filosofía o la ciencia ficción. Mientras sea una historia intensa en emociones, habrá goce. Lo agradezco porque es una naturaleza que trae sus dolores, pero cuyos placeres suelen ser extremos.
El día en que una gran amiga mía cortó con un chico con el que estaba saliendo, él le dijo: “Es que sos intensa”. “Lo dijo como un defecto, Cari”, me contó ella días después. “Me lo dijo como algo que debería dominar, controlar. Como algo malo. ¿Pero sabés cuánta energía debería poner en reprimir mi intensidad? Quiero a un hombre también intenso. Quiero un amor intenso, sino prefiero estar sola. Me gusta ser intensa”, concluyó.
¿Qué otra cosa podríamos esperar? En esta vida, vemos demasiada sangre saliendo de nuestro propio cuerpo como para no ser intensas.
Vemos demasiada sangre saliendo de nuestros cuerpos de mujer como para poder ignorar del todo nuestra esencia; no la podemos ignorar aunque nos vendan ibuprofeno para poder seguir funcionando; no la podemos ignorar aunque las chicas de las publicidades de toallitas estén “siempre libres”. Podemos tal vez barrer nuestra intensidad debajo de la alfombra pero, aun así, nosotras sabremos que la sangre sigue saliendo.
“Me lo dijo como un defecto”, dijo mi amiga y me hizo pensar en lo que se dice que alguna vez dijo Frida Kahlo: “Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir.” Por eso supongo que también alguna vez dijo que “donde no puedas amar, no te demores”. Yo me pregunto, ¿hay acaso alguna otra manera de vivir el amor que no sea de manera intensa? Las mejores cosas de la vida, ¿no suelen serlo?
Buscar el equilibrio

Buscar el equilibrio

Por supuesto que en nuestro camino tenemos que tratar de no herir, de no enloquecer, de no maltratar. Pero tal vez nuestro gran defecto es pretender ser diferentes a lo que nuestros propios espíritus y cuerpos nos muestran. Y, tal vez, en ese camino tendemos a fingir y tapar, entonces, como una bombita de carnaval sobrepasada de agua, explotamos en formas incorrectas; formas que nos terminan lastimando más que nada a nosotras mismas.
Tengo la sensación de que una de las grandes búsquedas femeninas es la de aprender a relajarnos, a encontrar el equilibrio en nuestro camino, a pesar de estar alojadas en cuerpos que de por sí, e inevitablemente, son montañas rusas. Pero tal vez nos cueste entender lo que eso significa. No creo que relajarnos signifique reprimir, tapar o ignorar las propias emociones cambiantes de nuestra biología. Creo que relajarnos sería más bien dejar de minimizarlo para poder abrazarlo y aceptarlo como un tesoro invaluable: si aceptamos a consciencia que el tiempo es finito, si aceptamos el hecho de que los ciclos comienzan y se terminan como algo positivo, tendremos mayor coraje para tomar decisiones arriesgadas, para expresar sentimientos ocultos, emprender nuevos viajes, liberarnos de aquello que nos ahoga. La consciencia del tiempo nos puede conducir a una mejor vida. A una vida bien vivida. Una vida intensa.
Y, por suerte, nuestro bello cuerpo femenino nos recuerda cada mes que el tiempo pasa, pero que para nosotras siempre existen los nuevos comienzos. Los nuevos ciclos. Creo que no deberíamos ser indiferentes a ese mensaje.
Para finalizar, les dejo este video interpretado por una mujer intensa con un instrumento intenso. No dejen de verlo:
Ustedes, ¿sienten que abrazan a su espíritu intenso como corresponde?
Beso,
Cari

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