Si París es una fiesta, la Provenza es el mejor after party que toda viajera amante de Francia sueña con conocer. Lejos de las motos de Champs-Élysées, las luces de la Torre Eiffel y los turistas del Louvre, el sur del país del amor y la moda es un mundo totalmente diferente y cautivante: los habitantes de sus pueblos medievales todavía conservan su propia lengua, los sabores locales son un deleite para los sentidos, los castillos te permiten jugar por un rato a ser reina, el helado es de lavanda y a la noche se pueden ver estrellas fugaces desde los campos de viñedos.
Te proponemos un recorrido por La Provence, ¿te animás? - Créditos: Sofi Stavrou
A continuación, te proponemos un roadtrip por los cinco pueblos más lindos y autóctonos del corazón provenzal.
Roussillon
Todo rojo. Roussillon te va a apasionar: los tonos rojizos se adueñan de todos los rincones - Créditos: Sofi Stavrou
Al norte del mapa provenzal, este pueblo es uno de los más exóticos: ¡es todo rojo! El color que predomina en las montañas y en las paredes de las casas es por la presencia de ocre en la tierra de la zona. Es ideal que llegues a primera hora de la mañana o al atardecer; la luz del sol hace que las tonalidades coloradas se reflejen de una manera tan fascinante que parece magia. Si tenés ganas de sumarle algo de aventura, podés explorar el Sendero de los Ocres: un recorrido entre los acantilados en donde vas a encontrar más de 15 matices diferentes en medio de la naturaleza, desde el rojo más vivo hasta uno dorado.
A tocar puertas: hay muchos hallazgos gourmet y artísticos. ¡Entrá a las puertas que llamen tu atención! - Créditos: Sofi Stavrou
Clave: ponete unas zapas que puedan lavarse, ¡vas a terminar con los pies colorados! Roussillon, además, es el punto de encuentro preferido por muchos artistas: en las calles vas a encontrar galerías de arte y exposiciones súper originales. Pedí el folleto de Parcours de l’Art en la Oficina de Turismo y armá tu propio itinerario, con workshops incluidos, de pintura, joyería, escultura y cerámicas.
Gordes
En el medio del trip, bajá del auto y tomate unos minutos para disfrutar del paisaje sin mirar el reloj - Créditos: Sofi Stavrou
Pegadito a Roussillon, el pueblo de Gordes está construido sobre una colina alrededor de un castillo imponente. Adentro, el lugar funciona como un museo con cuadros del artista Pol Mara, pero lo más lindo es ver la construcción medieval desde los miradores de la ruta: ¡la postal es impresionante!
Desde arriba: vale la pena subir y ver Gordes desde la altura. es una postal imperdible. - Créditos: Sofi Stavrou
Gordes es un pueblo súper tranquilo y residencial, ideal para recorrerlo a tu propio ritmo, bordeando las casas de piedra entre las calles empinadas e inspirándote como lo hicieron (¡y siguen haciendo!) muchos pintores famosos. También, a 10 minutos en auto podés visitar la famosa Abadía de Sénaque: la mejor época para conocerla es entre fines de junio y agosto, cuando los campos se tiñen de violeta. Hay retiros espirituales, visitas guiadas y hasta una minitienda artesanal con productos regionales hechos por los monjes. Los jabones de lavanda por €2 son el mejor souvenir.
Lacoste
Créditos: Sofi Stavrou
Es uno de los pueblos más tradicionales y conocerlo es como viajar en el tiempo, varios siglos atrás. Asegurate de estacionar el auto en el parking que está abajo y caminá en dirección a la cima para entrar por la Porte de la Garde, una puerta de piedra que hace de entrada principal. Arriba de todo vas a encontrar las ruinas del castillo del Marqués de Sade, que fue renovado e intervenido por el diseñador de moda Pierre Cardin. Además de aportar su arte, el ícono francés es el sponsor del Festival de Ópera y Teatro de Lacoste que se celebra cada verano durante el mes de julio en los jardines del castillo. No te vayas de este pueblo sin pasar por el famoso Café de France: la vista desde la terraza es imponente y la tarta Tatin de manzanas con helado es una delicia.
Bonnieux
Las esquinas y los caminos de Bonnieux parecen salidos de una escena de película - Créditos: Sofi Stavrou
Es el punto de partida para recorrer los diferentes pueblitos, porque es el más completo en hotelería, restaurantes y mercados. También cuenta con un museo de pan, el Musée de la Boulangerie, en donde podés aprender diferentes técnicas para hornear tu propio pan.
La hora de la siesta es el mejor momento para recorrer los pueblos y descubrir sus detalles. - Créditos: Sofi Stavrou
Lo más lindo de Bonnieux son sus mansiones medievales, y una de las más auténticas es Les Trois Sources, un refugio secreto que fue un hospital de guerra, luego una fábrica de seda y hoy funciona como un hotel exclusivo con tres habitaciones y atendido por sus dueños, Paul y Caroline (chusméa más en www.lestroissources.com).
Créditos: Sofi Stavrou
Otro chateaux imperdible es "La Canorgue", que, además de sus jardines y sus fuentes de reyes, cuenta con una bodega con cata y venta al público. Ahí se filmó "Un buen año", con Russell Crowe; literalmente, ¡una casa de película!
Lourmarin
Lourmarin - Créditos: Sofi Stavrou
Rankeado como uno de los pueblos más lindos de Francia, está ubicado en el medio de la meseta principal que se divide entre Grand Luberon y Petit Luberon. Sus calles empedradas y angostas, los techos de teja de las casas y los cafés van a sumergirte en el típico ambiente provenzal.
Lourmarin - Créditos: Sofi Stavrou
El mercado de Lourmarin es un clásico que abre cada viernes por la mañana y es uno de los más visitados.
Lourmarin - Créditos: Sofi Stavrou
Andá con hambre porque vas a querer probar TODO: hay infinitas variedades de queso, el nougat –un turrón típico y bien dulce–, aceitunas, miel orgánica, mermeladas caseras (imperdible la de higo), verduras de estación y rodajitas de fruta disecada (¡animate con las de kiwi!).
Lourmarin - Créditos: Sofi Stavrou
Además, cientos de opciones naturales para cuidarte la piel: jabones de té verde, manzana roja o hasta chocolate, aceite de lavanda y cremas de oliva. •
¿Dónde dormir?
Si querés ver los campos de lavanda florecidos, lo ideal es viajar entre mediados de junio y agosto. - Créditos: Gentileza de Jackques Mizrahi.
En Airbnb encontrás opciones (¡todas divinas!) y precios para todos los presupuestos (US$160 el promedio).
¿Cómo llegar?
Lo más práctico es volar a París y desde ahí tomar un vuelo hasta Marsella. También podés llegar en tren hasta Aviñón. www.sncf.com.
Alquilá un auto
Para recorrer La Provenza es clave que alquiles un auto así podés manejar tus tiempos y conocer los pueblitos más tradicionales a los que no llega el transporte público. Reservá el modelo que más te guste y elegí el pick up en el mismo lugar de llegada. Rondan los €65 diarios.