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"No tengo razón para quejarme de nada"

Felicitas Rossi, directora de OHLALÁ!, comparte con nosotras una experiencia de vida y nos invita a encontrar un "rincón de la alegría"





Entrados los 90, hice el curso de Dinámica Mental de la Fundación Conciencia y Ciencia fundada por el padre Moreno. En uno de los ejercicios de meditación, había una técnica guiada de visualización que consistía en ir con la mente a lo que ellos llaman el "rincón de la alegría". La idea era buscar un paisaje, una imagen, un lugar, una situación, algo que nos inundara de felicidad. Podía ser del pasado, del presente o del futuro. Una foto para callar los pensamientos recurrentes y llenar el cuerpo de endorfinas.
Mi mente me llevó a enero del 72, al jardín delantero de una pequeña casa de verano en Monte Hermoso. Estábamos con mis tres hermanos mayores (yo tenía 2 años; Victoria, 4; Carola, 5; y Pablito, 6) sentados en el pasto, riéndonos, comiendo unas uvas al sol. El solo hecho de hacer consciente este recuerdo dibujó una sonrisa en mi cara. Carola, Victoria y yo estábamos vestidas iguales –típico de las madres en los años 70–: remera marinera a rayas azules y blancas y debajo, el traje de baño. No podíamos parar de reírnos. Una polaroid que me sirvió durante todo el curso y a la que recurrí muchas veces cuando necesité aquietar la mente y anestesiar la tristeza.
La macana fue que en 2008 se me ocurrió ir a Monte Hermoso y mostrarles a mis hijas mi "rincón de la alegría". Un chasco: la casa había quedado en el medio de una villa miseria, estaba venida abajo y el jardín delantero era una especie de potrero lleno de moscas. Me quedé mirando sin poder bajar del auto, intenté imaginarme allí con mis hermanos, pero fue en vano. Mi rincón entró en crisis: cada vez que lo invocaba, aparecía el potrero. Necesitaba urgente otra foto.
Entonces, hice una lista y la descarté al toque: todo me parecía obvio y trillado. Volví a intentarlo, esta vez me lo tomé en serio, habilité un diálogo conmigo misma y me dispuse a dejar que sucediera. Mi ser se inundó de situaciones, personas y lugares en los que fui feliz, en los que me encontré con mi verdadera esencia. El ejercicio me resultó muy productivo: tomar contacto con esos momentos de mi vida hizo que me diera cuenta de que no tengo razón para quejarme de nada y que lo que tengo que hacer es dejarme de joder y empezar a disfrutar. ¿Te suena?
Y mientras escribo esto, estoy sentada en el jardín delantero de la casa de mis padres en Pinamar, rodeada de pinos, son casi las siete de la tarde, veo a la gente volver de la playa, el termómetro marca 25° y estoy descalza pisando el pasto, en mi iPod suena "Meditación de Thais", de Jules Massenet… ¡Ops, qué bueno! Acabo de descubrir un nuevo rincón de la alegría.
Y vos, ¿qué estás esperando para encontrar el tuyo?
Cariños,
Felicitas Rossi

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