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Me siento identificada con la China Suárez

La China Suárez se separó de Rusherking. Me detuve a reflexionar sobre los finales amorosos, que son un reflejo más de que todo cambia; mientras, la era de Acuario nos invita a repensar la pareja y relaciones.


La China Suárez, tras la separación de Rusherking.

La China Suárez, tras la separación de Rusherking. - Créditos: Instagram



Recién terminaba de ver una entrevista que le habían hecho a la China Suárez en la que contaba que estaba muerta de amor con Rusherking y, de pronto, abro Instagram y veo que confirmaban la noticia de su separación.

Mi algoritmo interno quedó recalculando: ¡¿cómo?! ¡no entiendo!”. Pero debo confesar que, durante ese rush de su romance, que no llegó a un año, una parte muy cínica mía auguró un final. Otra parte mía se enojaba retrucándole: “¡tenés que creer en el amor!”. Esa conversación existía dentro de mí, como queriendo encontrar la fórmula amorosa, después de un desamor.

Muchas fuimos víctimas de la cocaína del enamoramiento, donde todo es una escalada de endorfinas, calentura, sueños, proyecciones, utopías y certezas incomprobables: “vamos a envejecer juntos”, “es la mujer de mi vida”, “es el más bueno”, “es el padre de mis hijos”, etc… Pero hacerlo sostenible en el tiempo no tiene nada que ver con el romance de los primeros meses.

 

Una pareja es encontrar un par para acompañarte en una parte de la vida. Me gusta esta idea de no ponernos la exigencia de que sea “hasta que la muerte nos separe”, así todo es ganancia, y no pérdida. Entonces pensarnos como personas transitando experiencias para enriquecernos, donde cada etapa propone diferentes matchings.

No es sólo con la pareja. A lo largo de los años, ¿cuántas veces cambiamos de amig@s, o de trabajo, o de mascotas? Incluso nuestros vínculos familiares se profundizan o se distancian según la época. Las personas entran y salen de nuestra vida. Sin embargo, tenemos estigmatizado el vínculo de pareja, le pedimos demasiado.

Armar una dupla significa acompasarse, no desdibujarse, pero al mismo tiempo tener la capacidad de retirarte para que el otro sea, de ponerle el cuerpo a las crisis, de reencontrar un propósito compartido, de mirar al otro con compasión, de cuidarlo, de no asustarse frente a sus heridas, de hacer equipo. Hay que tener vocación de equipo, no sólo de familia.

 

Les debo confesar que me sentí un poco identificada con la China, quizás por mi última relación con tanta diferencia de edad, o el romance vertiginoso, y también el amor sincero, no sé. Quizás por eso, con la piel un poco curtida, les vaticiné la ruptura a la China y Rusherking; aunque pensé por un momento que podía estar metiendo la cola la envidia.

Pero es más que eso: siento que hoy tengo una mirada más vasta sobre los finales, porque nada es para siempre y, al mismo tiempo, todo es eterno. Incluso aunque te mueras de viejito, yo vi cómo mi abuela Mamina quedó sola después de dormir cucharita toda su vida. Vi su cuerpo acomodado en la cama con esa presencia de mi abuelo que ya no estaba. Hay un final para todos. Pero el final es sobre las formas que conocemos, no son finales reales.

A veces pienso que me faltaron herramientas para quedarme amiga de mi exmarido, la pareja con la que estuve 12 años, porque no supimos recrear ese amor en un nuevo formato. Era todo demasiado doloroso, pero creo que por eso de “morir de viejitos” que nos contamos, que nos dijeron que definía el éxito de una pareja.

Sin embargo, esta nueva era de Acuario nos invita a soltar instituciones y estructuras, crear formas nuevas y flexibles, darles espacio a familias distintas, crear nuestras propias reglas. Por eso, este momento bisagra es como una licuadora: tradición vs. innovación, ruptura vs. orden, viejo vs. nuevo. Soy más partidaria de integrar, en vez de destruir. Podemos dar un paso hacia encontrar lo mejor de cada mundo. ¿No te parece? El diálogo como herramienta de enriquecimiento y verdad.  

Una amiga hace años me dijo: “Ojo con los hombres que te rompen la cabeza, porque seguramente te rompan el corazón”. Pero una parte tuya en ese momento piensa: “A mí no me va a pasar”.

 

¿Sabés qué?: creo que partirte siempre es un buen plan, en vez de evitar el desamor, deberíamos todas marchar hacia el abismo de entregarnos a un otro. Siempre va a ser mejor que quedarnos inertes e inmutables. Te lo digo aunque a veces yo misma quiera huir o “bajarme del amor”, eso sí sabiendo que es una conceptualización más, un mecanismo de defensa.

En definitiva, cuando entra alguien nuevo a tu corazón, siento que no tiene tanto que ver con las estrategias, ni convicciones, sino más bien con un milagro. Simplemente te sucede. Y te digo más, los milagros acontecen incluso a los que no creen. Aunque ahora que lo pienso, la sola idea de que exista un milagro ya te vuelve un creyente.

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