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 • Opinión

Mundial Qatar 2022: el lado b, en nombre de Dios

La columnista Josefina de Cabo, ya de regreso de Qatar, nos cuenta sus impresiones sobre la falta de derechos que se viven en el país anfitrión del Mundial. También se refiere a cómo la religión rige sus vidas, una de las razones por las que se avizora muy difícil un cambio.


Qatar: un varón y una nena juegan a la pelota en las inmediaciones de un estadio.

Qatar: un varón y una nena juegan a la pelota en las inmediaciones de un estadio. - Créditos: Getty



Me tocó cubrir parte de este Mundial de fútbol de 2022, en Qatar, un país que hasta ahora era desconocido para nosotros. Luego supimos que era, por lo menos, polémico en lo que se refiere a derechos humanos (de las mujeres, de la comunidad LGBTIQ+, de los inmigrantes que murieron construyendo los estadios donde se disfrutan los partidos).

Lo que pasa en ese lugar es incomprensible para la mente occidental. Muchos de los que asistimos al evento lo hicimos llenos de dudas, miedos y contradicciones. Lo hablamos allá entre nosotros, intentamos desmenuzar algunas cuestiones desde nuestra propia idiosincrasia y siempre nos volvimos a encontrar en el punto cero.

Ojalá el mundial no se hubiera hecho en Qatar. Ojalá se jugara en un lugar donde se respete a todas las personas, donde existan libertades e igualdad. Pero no, la realidad es otra y resistirla no la va a modificar.

Como bien sabemos, y con la experiencia que tenemos, los cambios sociales significativos son colectivos. El asunto con la sociedad Qatarí es que parece no querer cambiar. Como el statu quo lo dicta la religión, están convencidos de que su modo de vivir es el que desearía Dios. Y contra Dios no vamos, amigos. Por lo menos no en grupos humanos que lo respetan de esa manera. Incluso las mujeres, escondidas bajo sus hijab, aceptan y, a juzgar por lo que dicen, hasta gustan de su modo de vida.

Por otro lado, también sabemos que los cambios profundos en las sociedades se dan a través de procesos que llevan, muchas veces, muchos años. No conocemos a los qataríes en profundidad como para determinar si ese cambio está o no sucediendo (aunque sospechemos fuertemente que la respuesta es no). No podemos realmente pensar que, porque más de dos millones de turistas “invadan” Qatar, las cosas van a cambiar de un día para el otro.

La realidad es que el estado de las cosas en Qatar es el que es hace muchísimos años. Y esta es la primera vez que el mundo entero está hablando de las cosas terribles que ocurren ahí. Claro que sería mejor no entregarle millones de dólares a un país que comete estos actos gravísimos. Claro que sería mejor celebrar esta fiesta en un espacio donde todas las personas sean bienvenidas.

Pero la realidad es que el Mundial prendió una luz que estaba apagada. Una luz que hace brillar las diferencias tremendas que se dan en la sociedad qatarí. Una luz que, ojalá, ilumine a las mujeres, a la comunidad LGBTIQ+ y a todas las minorías para empezar a murmurar ese cambio colectivo que el planeta entero le está reclamando al país anfitrión del evento masivo más grande del mundo.

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