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“Mi papá se fue, pero lo siento cerca”

Nuestra colega Connie Llompart comparte un relato lleno de amor y esperanza después de la repentina muerte de su padre.




Créditos: Anahí Bangueses Tomsig

Hace tres meses que papá se fue y recién hoy empecé a entender la arquitectura de los tiempos, el porqué del efecto dominó. En agosto de 2013 conocí a Pato, en mayo de 2014 me propuso matrimonio y el 27 de diciembre de ese mismo año nos casamos. Todos nos preguntaban por qué tan rápido, nos decían que era una locura, etc. Había algo que nos empujaba a hacerlo ya y, finalmente, conseguimos esa última fecha, justo antes de que el año se fuese por la ventana. Vestido blanco, banda de jazz en vivo y una fiesta inolvidable. La alegría siguió con la llegada de Lucas, el bebé de mi hermana melliza; y todavía faltaba Bauti, el hijo de mi hermana más chica, que nacería a mediados de febrero.
Cinco días más tarde, cuando estábamos de luna de miel en Bariloche, sonó mi celular. Era una prima lejana para preguntarme por mi papá. "¿Papá?, ¡bárbaro!", pensé. Enseguida llamé a casa y me enteré de que le habían diagnosticado leucemia tres días antes. No habían querido arruinarnos nuestro viaje, por eso habían callado. En ese momento, el Nahuel Huapi se puso negro para mí. Cambiamos los pasajes y a la mañana siguiente estaba en Fundaleu, donde papá estaba aislado en una habitación. ¿Cómo podía ser que hacía una semana estábamos bailando el vals y ahora no podía tocarlo? Fue el encuentro más cercano y más distante de mi vida, como ver a alguien que amás por Skype pero teniéndolo a dos pasos en carne y hueso. Pasamos juntos todas las tardes que siguieron. Con charlas muy intensas en las que repasó el lado hermoso de la vida y las anécdotas que más lo marcaron.
A la semana, me enteré de que estaba embarazada. No pudimos abrazarnos físicamente para celebrar, pero lo hizo con sus ojos. Enseguida me dijo que iba a ser un varón. Le conté que si era un nene queríamos que se llamara Lucio o Luciano. Lo bautizó "Lucho, el tano". Desde ese momento, papá entró en un ring de box, en el que cada día recibía una noticia peor que la otra sobre su salud y empezó a empeorar mucho. Fueron dos meses, desde que se enfermó hasta que se fue…
Hace poco, me enteré de que mi bebé es un varón y que la historia se completaría, si Dios quiere, tal como papá se la llevó al cielo. Entendí que si el embarazo no hubiese llegado tan rápido, papá no hubiese sabido de Lucho y que ahora me resultaría mucho más difícil soportar su pérdida. Entendí, también, que si me hubiese casado solo una semana después, papá no hubiera caminado conmigo por la alfombra roja.
Todavía me cuesta horrores pensar en que no lo voy a ver nunca más. Pero cuando me desespero con esa idea, pasa algo mágico: de repente, esté en donde esté, empieza a sonar una de sus canciones preferidas. Me hace bien pensar que se fue para hacer brillar su luz en algún otro lugar y que tuve la suerte de haber tenido un papá como él. Agradezco haberle dedicado tiempo a reírnos y a charlar de nuestros miedos. A las que aún lo tienen en esta Tierra, les digo que perder el tiempo es no compartirlo con los que uno ama. En un abrir y cerrar de ojos, las personas que llenan sus vidas pueden no estar más. Pero si cultivan esa relación, se quedarán con ustedes para siempre.

Carta de despedida en Facebook

"Hubo una vez un hombre que vivió con una sonrisa colgada de la cara, que era dueño de un paso de baile único; que amaba el cotillón más que los trajes de fiesta. Ese hombre era capaz de ser un papá con un corazón inmenso, un médico capaz de transmitir esperanzas. Fue un pulpo que podía proteger a cada una de las personas que quería. Era una suerte de mago. Un gladiador que, en la contienda más dura, se encargó de regalarnos una esperanza. Compartí muchas horas con él en estos días y rescaté algunos mensajes: papá me dijo que no hay que trabajar para reinar sino para hacer el bien; que Dios está aunque no lo veamos; que hagamos sin esperar nada de nadie, que así siempre nos sorprenderemos; y que hay que aprender a ‘cantar a pesar de las llamas’. Pero lo más tranquilizador que me dijo es que la vida le había dado todo y más de lo que podía desear. Y ese todo, dijo, somos cada uno de los que hoy estamos acá para acompañarlo a empezar su nueva vida".

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