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“Y encima sos inteligente”


#Niunamenos

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El miércoles, cuando volvía del paro de mujeres, me encontré paralizada en la vereda de enfrente de la Plaza San Martín, un espacio que estaba oscuro, mojado, desierto.
Si vengo del lado de Florida siempre la atravieso para tomarme el tren. La miré, impresionada. "No puedo caminar por ahí", pensé con esa naturalidad canalla impregnada en nuestro ADN femenino. De pronto, al pie de la plaza, divisé a otra mujer inmóvil mirándola fijamente. A pesar de los metros que nos separaban, pude sentir su inquietud y el mismo interrogante: ¿Me lanzo a esa boca de lobo o doy la vuelta larga para llegar al tren?
Crucé la calle, me paré a su lado y le dije: "Vamos juntas". No hacía falta decir más. Ambas sabíamos de qué hablábamos y qué sentíamos. Ella tenía que tomar el tren que iba en dirección José León Suárez y yo el que se dirigía a Tigre. Dos mujeres desconocidas tomadas del brazo para enfrentar una oscuridad extrema. Ni una sola luz de los faroles de la plaza prendida, ni una. Entre la noche y los árboles frondosos, la penumbra resultó sobrecogedora.
Juntas, caminamos un poco menos temerosas pero con la misma sensación: estoy cansada de tener miedo por ser mujer.
Ya en Retiro, nos agradecimos, nos deseamos lo mejor para la vida y nos separamos.
Para lo que sigue les dejo esta canción. No se pierdan las voces, son increíbles. Y la letra, sublime.
En el andén observé cómo la formación llegaba muy lentamente. De pronto, un recuerdo de mi primera infancia resurgió nítido. Mi padre y yo cuando tenía cuatro años, en el viejo tren amarillo rumbo a Retiro, sentados en uno de esos asientos grandes, alargados, de cuerina verde inglés.
El tren iba muy vacío y mi papá estaba sentado del lado de la ventana. En un asiento, en diagonal y enfrentado al nuestro, iba parado un hombre adulto. No sabría decir si tenía veinte o cuarenta años, para una niña de cuatro hay un punto entre la adultez y la ancianidad donde todos se ven igual de viejos. Así como estábamos sentados, se ve que él quedaba fuera del alcance visible de mi padre. Ese extraño me miró fijamente, abrió el cierre de su pantalón, expuso sus partes y comenzó a tocarse. Yo aparté la vista y no le dije nada a mi papá. Me pegué a él y a los paisajes de la ventana hasta que llegamos.
A los cuatro años no tenía idea de que eso era un acto sexual y que estaba mal. Eso lo comprendí mucho después, uniendo los nuevos descubrimientos con la sensación traumática del recuerdo. Pero hay algo que sí sentí en ese instante: que estaba en peligro, que no le podía contar a mi padre porque sabía que se iba a enojar mucho ante la situación, y porque sentía vergüenza y que por alguna razón era mi culpa.
#Niunamenos

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Fue el primer viaje a Retiro que tengo grabado en mi memoria. Un viaje que pasó del entusiasmo a un enorme descubrimiento: la vulnerabilidad de la mujer en un mundo donde hay hombres que, en impulsos de instinto salvaje, creen tener poder e impunidad sobre nosotras. Este señor sin dudas que logró demostrarlo: yo callé y sentí culpa.
Por suerte crecí rodeada de hombres buenos, como mi hermano, mi padre y grandes amigos. Hay tantos hombres increíbles en esta tierra. Sin embargo, ese día, tantos años atrás, también descubrí que el mundo no era un lugar tan mágico y que, como niña, tenía que volverme fuerte, porque el desafío de la vida para nosotras es especial.
Esa culpa que sentí en el tren creo que es una culpa que se lleva bajo la piel desde hace milenios, desde las épocas del relato donde se aseveraba que fue una mujer la que mordió la manzana prohibida y que por eso hubo que abandonar el Edén.
Creo que a medida que las mujeres crecemos, y lo largo de los años, naturalizamos comportamientos donde varios hombres marcan su poder sobre nosotras. Lo naturalizamos porque somos conscientes de su fuerza física y de que decir "basta" podría tener consecuencias peores. Entonces, hábilmente, aprendemos a construir una coraza de hielo para que los toqueteos o las barbaridades que nos dicen por lo bajo en la calle, nos resbalen como si no existieran.
Soportamos muchas actitudes que nos disminuyen como personas desde pequeñas, porque entendemos que nosotras somos fuertes, pero ellos tienen fuerza.
Por eso, y es una opinión personal, claro, sería interesante que dejemos de mezclar temas. Porque la violencia machista es un flagelo que se sufre desde que el hombre es hombre y es un tema puntual. Se avanzó mucho desde la época de las cavernas, pero claramente falta más. Mucho más. Hoy todavía se sufre del abuso de poder y la fuerza física del hombre, un abuso que considero también consecuencia de la crianza machista impartida por ambos sexos.
Es un tema puntual y creo que es esencial develarlo en toda su crudeza. Este espacio se llama "volver a empezar", algo que en la vida de todas las mujeres toca alguna vez. Y creo que es muy importante para todas las que estamos en el proceso de reconstruir la confianza, de liberarnos de las culpas y de encontrar nuestro balance, saber y creer que el hombre puede ser compañero, y que será ese el tipo de hombre el que prevalecerá en este mundo.
Me parece que esto también será posible si dejamos de restarle importancia a los pequeños actos cotidianos que nos rebajan. Si nosotras lo vivimos de manera natural, a ellos les parecerá que no nos molesta. ¿Cómo podrían saberlo si no lo manifestamos? Porque no se trata sólo de abusos y violencia física, se trata de que cuando te dicen "¿entendés, mujer?", ese mujer es usado como adjetivo y es peyorativo. Que cuando dicen:" y encima sos inteligente", no nos están halagando, sino que están develando que en el fondo creen que la mayoría no suele serlo.
#Niunamenos

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Volver a creer en el amor tiene que ver con todo esto. No significa que ellos puedan ser capaces de entender la carga de milenios de la cual nos estamos tratando de liberar (considero que sólo estando en la piel de una mujer eso es posible), pero sí tener empatía, noción de la dimensión de aquello de lo que se habla, ganas de criar nuevas generaciones en un marco amor y sin cosificarnos.
Creo que con esa sensación de compañerismo masculino, aun hasta la mujer que pasó por las historias más difíciles en el plano del amor, puede volver a empezar.
Sé que es un tema difícil de digerir y hablar para muchas, pero ¿no creen que acaso que toda esta carga histórica y comportamiento social influye por momentos en nuestras dificultades a la hora de los nuevos comienzos?
Cari

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