Deco: la casa de una arquitecta

Este espacio tiene el encanto de estar metido en el verde, completamente impregnado de luz, donde se combina un secreto de la dueña: "lo utilitario con lo artesanal", la manta norteña hace las veces de abrigo; el pescado sobre la larga mesa de apoyo es también una fuente de horno (al alcance de la cocina). Nada está por casualidad, todo tiene un origen, y eso es lo que fascina a Mishal, la firma de las cosas. El sillón es de Scarpa de los años 70, por ejemplo. Como así también el encuentro del objeto no valorado, que de repente cobra valor con solo posar el ojo, como la lámpara turquesa de cerámica que consiguió en una feria de plaza. Cada detalle tiene una razón de ser, también sentimental, como la réplica colgada en la pared del mascarón de proa de la colección que Pablo Neruda tenía en Isla Negra, Chile. "En mi universo estético tengo hallazgos folk con piezas de diseño del siglo pasado", nos cuenta, y asegura que puede estar en una feria tan solo media hora y encontrar algo.

En el living las texturas se amontonan y al menos diez nacionalidades conviven entre esas tres paredes, una de vidrio –corrediza– que conduce al jardín, donde esperan que termine el shooting Paca y Luna, sus perras madre e hija, que también son mezcla.

Su casa tiene el formato de un loft, casi sin paredes, porque cree en el microurbanismo. Los ambientes se integran como sus habitantes: "Todo gira alrededor de esta mesa gigante donde todo sucede, yo puedo estar cocinando mientras lo veo a mi hijo hacer la tarea", explica Mishal, que pensó estratégicamente que living-comedor-cocina fueran un gran ambiente único. Como así también el "gran" es un artilugio de su decoración: la gran biblioteca, la gran estantería de la cocina (que pertenecía a una ferretería y la compró por MercadoLibre, ¡sin verla!), el gran cuadro de la escalera, comprado en Barrio Joven de ArteBa. Siembre hay un ítem macro que manda y el resto funciona como satélite. En ex frasquitos de yogur, acomodó sus más de veinte especias, con las que juega también a mezclar colores y universos porque jura que no sabe hacer un arroz común y que le tira la cocina mediterránea. En la cocina domina una paleta de pasteles que hace más fácil que la variedad conviva cómoda y engamada, y también abundan las "firmas", un juego de Marimekko, unas fuentes de la finlandesa Arabia y unos hallazgos de enlozados marca Capea, ex industria argentina. "¿Cuál es la diferencia entre estas dos latas? A simple vista, ninguna, pero la primera es Capea, acá hay una historia, tiene su firma", explica. No es que necesite tener todo el juego, al contrario, Mishal tiene justamente piezas, y se enorgullece de estas microcolecciones gourmet.

Un detalle: el sistema de seguridad que ella misma armó en la escalera cuando su hijo era más chico, lo hizo con soga elástica y precintos de seguridad. Con Simón ya de 9, quedó como una instalación.

En el sistema de los macro de esta casa, en el cuarto manda el telón, que es un sobrante de tela nacional con diseño europeo de los 60, que le quedó de cuando hacía carteras. La cama fue hecha a medida y ordena a la vez los zapatos.

Lo que más nos llama la atención es el guardarropas a la vista, imaginamos que debe ser una opción un tanto exigida porque siempre hay que tener todo ordenado. ¿Por qué lo eligió? "¡Nunca llegamos a hacer los placares, es lo típico que dejás para después de la obra y al final nunca lo hacés! A veces me cansa verlo, te saturás, y otras ni lo veo", responde. Tiene de todo mucho, y el alhajero es como una metáfora de su acumulación. "Igual, tiro mucho, soy desprendida porque confío en que no será el último".

Mishal se lamenta de que su perra más chica le levantó todo el pasto, pero asegura que tiene alma de jardín, y se da el lujo de tener un oasis en la mitad de la ciudad. "En verano, hasta pongo una Pelopincho, y usamos todo el tiempo la galería", cuenta. Entienden el verde como un ambiente más de su casa, que desde afuera se disfruta y desde adentro se aprecia como otra forma de arte.